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Actualizado:El Fondo Monetario Internacional (FMI) no deja de emitir señales positivas respecto a España desde que se inició el ciclo de negocios post-covid con ayudas fiscales y monetarias para sacar a las economías del periodo recesivo de mayor calado desde el crash del 29 provocado por la gran pandemia. La cumbre de otoño del organismo internacional no será tampoco una excepción, porque sus augurios vuelven a ser positivos para España.
El cuarto PIB de la Eurozona crecerá un 2,9% este año (una décima por encima del estadounidense, con el que marca el mayor ritmo de actividad de entre las economías avanzadas), y un 2,1% en 2025 (solo por detrás, en 1 y 3 décimas respectivamente, de EEUU y Canadá, con quienes formarán el pódium industrializado.
El diagnóstico otoñal del World Economic Outlook (WEO), el informe semestral de previsiones económicas del FMI, deja al triunvirato de España, EEUU y Canadá como los únicos mercados capaces de subirse al superciclo de negocios venidero, del que se habla en estas semanas previas a las elecciones presidenciales norteamericanas.
Los analistas vienen debatiendo en torno a las posibilidades reales de que la mayor economía del planeta pase de un periodo económico como el actual (quince años de crecimiento por debajo de su potencial, con amenazas puntuales de deflación y tipos de interés próximos a cero para estimular la inversión y el consumo, que terminaron exacerbando a los fondos de capital con un espiral inflacionista y un encarecimiento del precio del dinero) a otro nuevo, prometedor, sobre el que se descuenta un aumento de la productividad que engendrará una época de bonanza sin precedentes.
La compleja transición en los ciclos de negocios
En este tránsito ya se aprecian los primeros vestigios de un cambio de paradigma económico en toda regla. Las ayudas a la industria entre los socios del G-7 y sus cada vez más numerosos rivales de las economías emergentes (BRICS+), las masivas inversiones en los sectores tecnológicos y de energías renovables, han estimulado significativamente la demanda e impulsado el dinamismo mundial por encima del 3%. En concreto, el WEO certificó un crecimiento del PIB global del 3,3% en 2023 y aventura un 3,2% tanto para 2024 como para 2025. Son los recursos que sustituyen a los estímulos fiscales que engendraron el ciclo post-covid. Igual que las rebajas de tipos lo son de los monetarios después de que, desde el informe del poderoso Departamento de Estabilidad Financiera del FMI, ensalce la "habilidad de los bancos centrales por controlar la escalada inflacionista de mayor intensidad desde la crisis del petróleo de los ochenta".
De hecho, Tobias Adrian, director de esta área del Fondo, explica que el aumento de los riesgos asociados a las fragilidades financieras de un ajuste de tipos como el actual y las vulnerabilidades geopolíticas podrían ejercer de combustibles que aceleren posibles fugas de capital y devuelvan la volatilidad a los mercados. "Más a medio plazo, que de manera inminente", matiza.
Este punto de inflexión llega a Europa con más interrogantes, aunque con una lectura inapelable: los riesgos geopolíticos determinarán el grado de caos que asumirá el orden económico global. A pesar de ello, la Unión Europea cuenta con un doble reto sobre su mesa: los dos informes de sendos ex primeros ministro italianos (Mario Draghi, sobre Competitividad, y Enrico Letta, sobre Mercado Interior) que piden esfuerzos dinerarios (de 800.000 millones de euros al año, según el ex presidente del BCE) y de integración (el uso de eurobonos para financiar planes estratégicos comunitarios, unificación de sus mercados de capitales y creación de bolsas que atraigan inversiones tecnológicas) que dejan traslucir una brecha de productividad que, de suturarla, generaría la suficiente competitividad al espacio europeo como para rivalizar con EEUU y China.
España, bien situada para espolear los cambios en Europa
La llegada de esos nuevos recursos comunitarios (similares a los Next Generation pero con dotaciones presupuestarias anuales y aportaciones masivas del sector privado, según el informe de Draghi) unidos a una etapa más o menos prolongada de tipos de interés por debajo de posiciones neutrales (en torno al 2,5%), movilizaría aún más la actividad. Y la economía española lo hará, según el FMI, en unas condiciones casi idóneas.
Las previsiones del organismo internacional muestran también una inflación a raya (todavía del 2,8% este año, pero del 1,9% en 2025, ya con abaratamiento del dinero por parte del BCE) y con una lenta pero constante reducción de la tasa de desempleo, que pasará del 12,2% (2023), al 11,6% (2024) y al 11,2% en 2025.
La coyuntura de España contrasta con la de sus principales socios del euro. Alemania seguirá sufriendo para salir de la recesión de 3 décimas de 2023, con un registro plano de su PIB este ejercicio y de un pírrico crecimiento del 0,8% en 2025. También Francia (con crecimientos planos del 1,1% entre 2023 y 2025) e Italia, con igual parálisis pese a ser el socio europeo más beneficiado de los fondos Next Generation (aumento del PIB del 0,7%, 0,7% y 0,8%, respectivamente), ejercerán de rémoras a la actividad del euro.
El escenario del FMI dibuja un clima de mejora del comercio internacional, que crecerá del 3,1% al 3,4% este bienio, y de estabilidad del precio del petróleo, que moderará su repunte al 0,9% este año y se reducirá hasta un 10,4% en 2025 si el voltaje geopolítico no lo impide.
La fortaleza del PIB español también la constatan servicios de estudios como las previsiones del BBVA, que lo equiparan al del FMI (2,9% este año), aunque lo eleva aún más, al 2,4% el siguiente, o las de Funcas, que lo sitúan incluso al 3%. La revisión al alza del Fondo es de especial calado, porque supone medio punto más que su predicción de julio y un punto por encima de la de abril, en su cumbre de primavera.
Resiliencia activa en un orden geopolítico tenso
En su diagnóstico, el WEO resalta la "resiliencia general" mostrada por la economía global en los últimos cuatro ejercicios de ciclo post-covid. Con la irrupción de conflictos geopolíticos y tensión en el comercio y la logística internacional que distorsionaron las cadenas de valor y causaron las escaladas de precios de la energía y los alimentos que insuflaron las espirales inflacionistas con sus restricciones crediticias y encarecimientos del dinero y desarrollaron "múltiples fragilidades" en distintas latitudes.
En especial, un amontonamiento de deuda pública mundial que superará en breve los 100 billones de dólares y displicencia en la consolidación presupuestaria. "La incertidumbre sigue siendo muy elevada y amenazando el clima de los negocios", dice el informe del Fondo, en el terreno geopolítico y en el doméstico tras pasar la mitad de la población mundial por procesos electorales que dejan no pocas incógnitas sobre las políticas fiscales y las estrategias de proteccionismo comercial que se van a implantar. Todo ello, predice, "añadirá volatilidad a los mercados y vulnerabilidades a las economías".
Por ejemplo, el riesgo de que el duro proceso de desinflación, que no ha ocasionado grandes perjuicios de destrucción de empleo, vuelva a emerger. Y, en este sentido, pide casi a partes iguales que los posibles impactos inflacionistas futuros se contengan con moderación de subidas salariales, pero también de los márgenes de beneficios empresariales. Más en concreto, el FMI reclama a las compañías que absorban parte de sus costes laborales con sus excedentes de rentabilidad.
Aunque también deja un recado a los bancos centrales. "Las políticas monetarias permanecen por encima de las tasas naturales tras actuar como congeladores de la actividad para contener las inflaciones". Pero ahora los tipos deben flexibilizarse con objeto de relajar las condiciones de créditos e hipotecas y de transmitir un cambio de ciclo en el precio del dinero. Para lo cual, "sería pertinente" que las autoridades económicas activaran los estabilizadores automáticos que sean necesarios para iniciar también un periodo de ajuste de las cuentas públicas. Esencial, matiza, para corregir las deudas soberanas y para minimizar la volatilidad bursátil, después de un trienio de creciente colocación de emisiones de bonos para financiar a medio y largo plazo las obligaciones de pago de los servicios de deuda que empiezan a tener que abordar. "Especialmente desde abril", avisa.
Una estrategia con una triple trayectoria
Pierre-Olivier Gourinchas, economista jefe del FMI, proclama la victoria en el combate contra la inflación, que registró su tope global en el tercer trimestre de 2022, con un 9,4%. Pero tras este éxito, no exento de ráfagas de precios de segunda generación según alerta, no debe eludir la puesta en liza de una triple estrategia, que conceda "balones de oxígeno" a una atmósfera cargada de tensiones. Por un lado, de los bancos centrales, a las que les encomienda a acelerar los recortes para generar empleo, reconducir la sobrevaloración del dólar y, por ende, reducir la importación de inflación de materias primas y manufacturas denominadas en billetes verdes americanos y, en definitiva, para frenar posibles disrupciones en las cadenas de valor.
En segundo término, en el terreno fiscal, con medidas encaminadas a consolidar presupuestos y a recortar la deuda, con el propósito de que no entorpezcan la actividad ni obstruyan la senda expansionista de las políticas monetarias. Y, finalmente, emprender una agenda reformista que incida en el aumento de la productividad y que construya patrones dinámicos que contribuyan a afrontar los envejecimientos demográficos, eleven la resiliencia de las economías, mejoren los niveles de vida, hagan menos vulnerables sus mercados laborales y ganen en competitividad.
En definitiva, cambios que impulsen las tecnologías y hojas de ruta hacia la neutralidad energética; es decir, que faciliten el salto hacia un superciclo económico digital y verde con renovados pasos hacia un multilateralismo que supere el proteccionismo que se ha instalado en determinadas áreas del planeta.
En EEUU, en la fase final de la campaña electoral, la economía ha vuelto a irrumpir en el debate político. Eso sí, sin hacer bajar el suflé de la crispación por parte del líder republicano, pero con los votantes, sobre todo los indecisos, tratando de escudriñar qué programa económico, el de Kamala Harris, partidaria de mantener el Bidenomics de subsidios a la industria y a la transición energética, o la de Donald Trump, con nuevas rebajas fiscales y guerras arancelarias que podrían deteriorar aún más el déficit y catapultar la deuda, según los expertos, les puede reportar mayor beneficio. Los estadounidenses, dice Josh Hirt, de la firma de análisis Vanguard, "han empezado a calibrar los riesgos que aparecen en su espectro vital e inversor" en un horizonte próximo en el que afrontan que el supeciclo, de consumarse, tendrá que ocuparse también del equilibrio presupuestario y de la adecuada gestión de la deuda.
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