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De la gran ciudad al pueblo: nuevas formas de vida que surgen gracias al teletrabajo

Muchos teletrabajadores han decidido cambiar su forma de vivir y han abandonado las grandes ciudades para retornar a sus lugares de origen, pueblos o pequeñas ciudades más tranquilas. Otros han cambiado el hormigón y la contaminación en la urbe en la que estaba su oficina o casa por el sosiego del trabajo en la España vaciada.

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Laura, Cristina y Pedro en sus nuevos hogares.

Un año después de la implantación forzosa del teletrabajo como consecuencia de la covid-19, multitud de personas siguen trabajando bajo este régimen y son muchas las empresas que ofrecen esta alternativa a sus empleados. Por ello, esta modalidad está batiendo récords en España, aunque todavía queda mucho para alcanzar cifras europeas.

Actualmente, más de 2,8 millones de españoles teletrabajan en estos momentos, un incremento del 74,2% respecto a los datos prepandemia, según un estudio publicado por Adecco Group Institute, lo que supone un 14,5% del total de los ocupados en el país, una cifra que queda muy lejos de países como Suecia, Holanda y Luxemburgo.

Ante este escenario, muchos teletrabajadores han decidido cambiar su forma de vivir y marcharse de las grandes ciudades a los pueblos y pequeñas ciudades de las que venían (y no les ofrecían oportunidades laborales) o a pueblos de la España vaciada para disfrutar de un clima de tranquilidad.

De vuelta a su lugar de origen

Cristina Ortega, de 31 años, lleva viviendo en Madrid seis. Natural de un concejo de 40.000 habitantes llamado Langreo (Asturias) vino a Madrid para probar suerte y encontrar un trabajo que en su lugar de origen no podía conseguir.

"Como en mi pueblo no había trabajo me fui a Madrid para intentar desarrollarme profesionalmente. Los seis años que he estado en la capital he buscado la forma de ser feliz porque no me sentía cómoda. Es una ciudad muy grande, cara, en el que las distancias son muy largas y todo te lleva mucho tiempo. Cuando llegó el confinamiento me tocó vivirlo sola, encerrada en un piso interior de 30 metros cuadrados y, en ese momento, me di cuenta de que estaba pagando una barbaridad de dinero por un piso que no valía para nada. Durante esos meses, pensé en qué era lo que me gustaba y fue entonces cuando recordé que el mar me hacía feliz, así que volví a Asturias", narra.

Cristina cuenta a Público que en mayo de 2020 volvió a Asturias y en septiembre su empresa le dejó optar por el teletrabajo permanente para que pudiese regresar a su lugar de origen.

Cristina sonríe mientras observa el mar
Cristina sonríe mientras observa el mar.

"Ahora la vida tiene otro color, otro sabor. Ya no es el ir a currar todos los días y volver a tu minipiso. En Madrid vivía en un piso enano que se comía prácticamente mi salario, pagaba 750 euros mensuales. Ahora, que vivo en Gijón, pago 570 euros por un piso de 50 metros cuadrados a dos calles del mar. Ahora soy la persona más feliz del mundo. Aquí todo está más cerca, todo es más barato y menos estresante. Tengo el mar y a mi familia y a mis amigos cerca", asegura.

Cambio de vida en la España vaciada

Laura, de 25 años, decidió cambiar de ciudad antes del confinamiento. Residía en Santiago de Compostela y se marchó con su pareja a Huelva, ciudad de la que él era natural. Allí encontró trabajo y optaron por quedarse de forma permanente.

"Aunque decidí marcharme unos meses a Huelva, al poco de llegar encontré un trabajo relacionado con lo que había estudiado en Inercia Digital y que ofrecía la modalidad de trabajar a distancia. Al principio no era a distancia porque tenía que formarme en el puesto, pero a partir del mes empecé a teletrabajar. Fui promocionando en la empresa y actualmente soy directora de formación, así que como todo me iba bien, en octubre del año pasado, nos planteamos tener un bebé y mi empresa no me puso ningún problema, al contrario", cuenta.

Laura posa embarazada de su bebé
Laura posa embarazada de su bebé.

Laura explica a Público que como la empresa no le ponía ningún problema y además contaba con un contrato indefinido a jornada completa, su pareja y ella decidieron mudarse a Mazagón, un pueblo de 4.000 habitantes, a 25 minutos de Huelva.

"Hemos encontrado un sitio que nos ofrece tranquilidad. En el fondo era lo que queríamos, un sitio pequeño, con poco estrés y en el que podamos vivir con nuestro hijo y nuestro perro felices. Además, la reducción de costes es un tema importante. Por ejemplo, a la hora de meternos en una hipoteca es mucho mejor que en la ciudad. Otro nivel de calidad en la vivienda y de disponibilidad de vivienda", explica.

Laura juega con su perro en la playa
Laura juega con su perro en la playa.

Actualmente, Laura y su pareja se han comprado un piso en Mazagón y están pagando 300 euros de hipoteca.

No obstante, y aunque son muchas las personas que quieren marcharse de las grandes ciudades aprovechando la oportunidad del teletrabajo, no todas tienen un sitio al que volver o un pueblo de referencia. Por ello, en septiembre del 2020 surgió la plataforma Vente a Vivir a un Pueblo, que se encarga de poner en contacto a personas que quieren marcharse a vivir a pueblos con dichas zonas.

"Cada vez hay más personas residentes en las ciudades que se quieren ir a vivir al pueblo porque hay otro tipo de vida. Esto no es ni un movimiento, ni una tendencia, es una realidad y la pandemia abre un nuevo periodo para una nueva redistribución demográfica basada en el sentido común, en la calidad de vida y en una reducción de gastos importante", cuenta su creador, Ramón Pradera.

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Ramón Pradera., creador de 'Vente a Vivir a un Pueblo'.

La plataforma muestra los pueblos disponibles y aporta información clave sobre los mismos. De esta forma, el usuario puede saber cuestiones básicas como la distancia a una ciudad, la población, la conectividad, los precios de alquiler y compra, las conexiones, si hay ofertas de trabajo o no, las instalaciones deportivas, los centros educativos o la sanidad.

Pedro Aizpun es una de las personas que ha cambiado de vida tras utilizar la plataforma. Hasta hace seis meses vivía en el barrio de Malasaña (Madrid) y pagaba por su piso de 90 metros cuadrados unos 1.400 euros, ahora reside en una casa de tres plantas y paga menos de la mitad en un pueblo de unos 500 habitantes.

"Trabajaba desde Madrid y tenía la oficina en casa. Mi empresa, A{2h}de,  se dedica al turismo de proximidad y teníamos la oficina en Madrid, pero con la pandemia decidí dar el paso. Llevaba ya tiempo con ello en la cabeza y después del verano conocí la plataforma y a Ramón. El primer pueblo con el que habían empezado era Covarrubias (Burgos) y vi que había un proyecto profesional muy relacionado con mi negocio y surgió la oportunidad perfecta de dejar Madrid e irme a vivir a un pueblo", cuenta.

Pedro en
Pedro en Covarrubias.

Actualmente, Pedro tiene pensado montar un gastrobar con productos locales en la planta baja de su casa y asegura a Público que no tiene pensado marcharse de su nuevo hogar.

"Estoy muy contento. Es más, estoy buscando nuevas formas de poder vivir aquí y poder generar ingresos aquí. La idea es trabajar desde mi empresa, pero con cosas relacionadas con el pueblo", finaliza.

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