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“En el convento sevillano de Santa Inés, tocaba un famoso organista llamado Maese Pérez al cual iba a escuchar toda Sevilla”. Así arranca una de las leyendas más famosas de Gustavo Adolfo Bécquer -Maese Pérez, el organista-, inspirada en el convento de las Clarisas. Esa iglesia aún existe en Sevilla, está en una de las calles céntricas que desemboca en El Corte Inglés, y el famoso órgano de 600 tubos que tocaba solo, a través del fantasma de Maese Pérez, también existe. Siempre ha estado colocado debajo del coro, al menos hasta el pasado marzo, cuando las monjas clarisas lo trasladaron hasta el taller de restauración de Jorge Anillo, en el municipio de Alcalá del Río.
Dos técnicos de la Consejería de Cultura, Gema y Juan José, visitaron el convento el pasado 17 de octubre para supervisar una obra que se está realizando en el recinto descubierto que antecede al inmueble, y al acceder al interior del monasterio descubrieron, con sorpresa, que el órgano había sido movido de su emplazamiento sin habérsele notificado a la Dirección General de Patrimonio Histórico, lo cual está penalizado con una multa de 20.000 euros. “No se puede sacar el órgano del monasterio sin comunicarlo previamente a Patrimonio, está expresamente prohibido por ley”, les explicaron a las monjas.
Y ellas, perplejas, no veían el problema. “No sacamos el órgano a escondidas, se necesitó un camión grande y desmontarlo para que entrara pieza a pieza. Estuvieron un buen rato a plena luz del día. Y además sí que se contó, hablamos de la restauración en Canal Sur”, dice un trabajador del convento. En efecto, aquel traslado y el proyecto para arreglarlo se publicó el pasado diciembre en la prensa local, pero nadie en la Consejería de Cultura se percató entonces de que se estaba incumpliendo la ley.
La sociedad sevillana más tradicional se ha enfurecido con el Gobierno andaluz por multar a 12 monjas clarisas por arreglar el órgano del convento con dinero de un mecenas privado
El mismo día en que los técnicos de consejería visitaron Santa Inés se encontraba allí el restaurador Abraham Martínez, uno de los mecenas del arreglo del órgano. Así pudieron corroborar que el instrumento se hallaba en un taller de Alcalá del Río desde hacía siete meses y que, en efecto, los trabajos de restauración estaban muy avanzados. La sanción se elevó hasta los 170.000 euros, porque dicha restauración también carecía de la autorización preceptiva de la consejería. La Junta les ofrece un 20% de descuento por pronto pago, igual que cuando se abona de inmediato una multa de tráfico.
El convento de Santa Inés fue declarado Bien de Interés Cultural (BIC) en 1983 y, según la Ley de Patrimonio, el órgano que estaba en su interior disfruta de la misma protección que el edificio. La ley obliga al propietario de un BIC a preservar su mantenimiento, pero también prohíbe modificar o restaurar cualquier elemento sin la autorización pertinente de la Comisión de Patrimonio, dependiente de la Delegación Provincial de Cultura de Sevilla.
El viejo órgano es una obra de Francisco Pérez Valladolid que data del siglo XVIII y que, en efecto, estaba muy deteriorado. “De los 600 tubos apenas sonaban 60”, explican en la Fundación. El presupuesto de su restauración “irregular” ascendía a 150.000 euros, algo menos que la multa que se les ha impuesto a las monjas, aunque de la factura de los trabajos se hizo cargo una entidad sin ánimo de lucro, la Fundación Alquimia Musical, cuyo promotor ha aceptado no cobrar su parte para rebajar el coste de la obra.
En efecto, el traslado y la restauración del órgano de Santa Inés vulneran los artículos 43.1 y 45.1 de la Ley de Patrimonio Histórico, y están penados con las sanciones correspondientes. Pero una parte de la sociedad sevillana más tradicional se ha enfurecido con la idea, algo alambicada, de que el Gobierno socialista andaluz ha multado a 12 monjas clarisas por arreglar el órgano del convento con dinero de un mecenas privado. “Nosotros no atosigamos ni estamos persiguiendo a las monjas, sólo cumplimos la ley. Me han llamado sinvergüenza en la radio y poco menos que me tildan de quema iglesias”, se queja José Manuel Girela, delegado territorial de Cultura en Sevilla.
Girela se siente incomprendido cuando dice que la ley se aplica a todos los supuestos. “El órgano podría haber desaparecido en el traslado y encontrarlo dentro de un año en una casa de subastas. O la restauración podría no haber cumplido los estándares de la Comisión de Patrimonio, como ocurrió con el famoso caso del Ecce Homo de Borja (Zaragoza)”, dice.
La Junta no ha retirado la sanción de 170.000 euros, pero el proceso administrativo se encuentra en fase de alegaciones y es probable que al final las monjas no tengan que abonar una suma tan elevada.
Después de tanto revuelo, la Delegación de Cultura ha comprobado que la restauración del órgano realizada en el taller de Jorge Anillo se ha hecho de acuerdo a la ley, y se ha aceptado incorporar al expediente el informe favorable, aunque sea a posteriori. “No ha habido daño ni dolo en el patrimonio, así que la infracción pasa de grave a leve, y nosotros hemos ayudado para todo esté de acuerdo a la ley, aunque sea de forma extemporánea”, dice María Antonia Teva, jefa de servicio de Bienes Culturales. Esto reducirá notablemente la sanción económica, aunque es probable que las monjas terminen pagando algo (unos mil euros, con reducción por pronto pago).
No es la primera vez que ocurre algo así. El Gobierno andaluz ya impuso una multa de 110.000 euros a los propietarios de la Iglesia de la Magdalena, otro edificio BIC, por una intervención incorrecta en la sacristía: se instalaron tabiques de Pladur para separar ciertas dependencias en el interior. Tras la sanción se retiraron los paneles, la Junta revisó el expediente y tras confirmar que no había daños en el patrimonio, la multa pasó de grave a leve: unos 3.000 euros (se pagaron mil euros por pronto pago).
El famoso órgano que inspiró la leyenda de Bécquer tiene una caja de madera decorada con dibujos y estofada en oro y plata. Está datado entre finales del siglo XVII o muy principios del siglo XVIII. A principios del siglo XX ya fue restaurado, pero los expertos sostienen que la intervención “acorde con la moda de entonces no fue muy acertada”, pues implicó la sustitución del teclado original y la destrucción del lateral izquierdo de la caja para colocarle una ampliación de mecanismos.
Tampoco la tubería actual es la original. La restauración de un Bien de Interés Cultural no recibe subvenciones públicas. En este caso lo asume casi íntegramente la Fundación Alquimia, a la que pertenece Abraham Martínez, organista y maestro organero que ha realizado restauraciones en la diócesis de Sevilla, la Catedral de Jerez de la Frontera o el Museo Arqueológico Nacional de Madrid.
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