Sendero Luminoso es sinónimo de terror, pronunciar este nombre causa zozobra entre los peruanos porque fue protagonista de una guerra interna que duró 20 años y que dejó secuelas difíciles todavía de superar. Abimael Guzmán, alias ‘Camarada Gonzalo’, creó Sendero Luminoso en 1979. Era un profesor que inventó el llamado Pensamiento Guía, una doctrina maoísta que buscó instalar una República Popular, al estilo de Pol Pot en Camboya.
Perú es una nación centralista desde que la España imperial lo nombró Virreinato e hizo de Lima su capital. Tiene una extensión superior a España y Francia juntas pero su población apenas supera los 32 millones de habitantes (un tercio vive en Lima), pues gran parte del territorio es selva amazónica, cumbres andinas y desierto. Ese centralismo ha estado siempre aparejado a un aislamiento de las regiones por la falta de vías y medios de transporte, con escasas escuelas y postas médicas, con gobernadores corruptos, con una inexistente presencia estatal, más allá de bases militares salpicadas entre comunidades campesinas. Esta circunstancia sólo ha creado pobreza y abandono; y fue el germen del surgimiento de un grupo armado, que pronto pasó a ser una organización terrorista: Sendero Luminoso.
El Sendero oficial murió cuando su líder, Abimael Guzmán, fue apresado, en 1992, durante el Gobierno de Álberto Fujimori (1990-2000), quien utilizó todas las armas a su alcance, incluidas las ilegales, para acabar con esta organización y, de paso, con cualquier oposición a su gobierno. Lo resolvió dando un autogolpe y disolviendo el Congreso, para crear otro a su antojo. Habían transcurrido 20 años de guerra interna que habían dejado masacres, atentados, desapariciones y otras formas de violencia tanto por parte de los insurgentes como de los militares y los policías. El Estado fujimorista esterilizó de manera forzada a 300.000 mujeres andinas y de la selva para evitar que procrearan. La población civil, siempre en el medio, siempre pagando con su vida; por eso, en Perú, no se quiere hablar de guerra interna -el término oficial para referirse a ese periodo-, se habla de terrorismo, de ‘terrucos’, de ‘milicos’, de miedo al pasado.
De la descomposición del senderismo a un cártel del narcotráfico
Tras la caída del ‘Camarada Gonzalo’ (fácil acordarse de la foto en la que aparece con un traje de preso a rayas en el interior de una jaula), Sendero Luminoso no aguanta sin su líder-guía y se descompone en dos facciones: la mayoritaria, reunida en torno a Abimael Guzmán, que en 1993 anuncia el fin de la confrontación y habla de un "camino hacia la paz"; y ‘Proseguir’, minoritaria y que opta por continuar la lucha armada. Esta segunda facción se divide a la vez en otras dos, a cuyo frente quedaron ‘Artemio’, en el Alto Huallaga, y ‘Feliciano’, en el Valle de los Ríos Apurímac-Ene (VRAE). Estamos hablando de la zona de Perú con más tierras sembradas de coca, lo que se conoce como ‘ceja de selva’, los Andes en su vertiente oriental, que desembocan en el bosque tropical amazónico. Llegar hasta allí son horas por estrechas carreteras y trochas, que asoman a infinitos precipicios; cuando te adentras en el gran valle, estás en otro mundo.
Así es como se llegó a una etapa en la que la lucha de clases o la guerra contra el Estado opresor queda en el olvido, al constituirse esos remanentes senderistas en carteles del narcotráfico. El verdadero Sendero Luminoso había muerto.
Con los años, el VRAE, al que se le termina denominando VRAEM tras agregar a la descripción el río Mantaro, se convierte en territorio comanche, es decir, queda totalmente bajo el control de las mafias. Capturados ‘Artemio’ y ‘Feliciano’, son los hermanos Jorge y Victor Quispe Palomino los que pasan a ser los ‘señores de la droga’ en uno de los mayores centros de producción de coca y pasta básica de Sudamérica y, por ende, del mundo. El pasado mes de enero, Jorge murió tras meses herido durante un enfrentamiento con la Fuerza Pública, y ahora Víctor, alias ‘José’, está al frente.
La herencia del fujimorismo
Pero volvamos a los años en los que gobernó Alberto Fujimori. En esa etapa no sólo se acabó con el Sendero Luminoso originario, sino que, bajo la batuta de Vladimiro Montesinos, el lugarteniente del presidente japonés, los cultivos ilícitos y la producción de cocaína se dispararon hasta límites nunca vistos. Perú llegó a tener 120.000 hectáreas sembradas de coca, superando con creces a Colombia, que recibía esa materia prima y se centraba en la producción química del clorhidrato en sus laboratorios. Se repartían entre los dos países el negocio. Se supo, y se comprobó, que Montesinos hizo negocios con Pablo Escobar, el jefe del cartel de Medellín, que vendió armas a las FARC, que llenaba aviones de cocaína, también maletines con dólares que repartía a diestro y siniestro en coimas a políticos, empresarios y periodistas para tenerlos callados y de su lado. Fue el Gobierno más corrupto que se haya conocido en Perú. El momento más glorioso del narcotráfico en esta nación se dio precisamente durante el gobierno de Fujimori, quien terminó -junto a Montesinos- preso por corrupción y violación a los derechos humanos como consecuencia de sus fechorías durante la década que ocuparon el poder.
El fujimorismo siempre ha sacado partido al terrorismo. Cuando le vienen mal dadas se produce misteriosamente un ataque armado, un atentado o una masacre, y se culpa de ello a Sendero Luminoso. No importa que en 1993 Abimael Guzmán anunciara el fin de la guerra o que en el año 2000 se le uniera todo el movimiento originario en lo que se llamó el "camino hacia la paz".
Con el encarcelamiento de Alberto Fujimori, posterior a su fuga del país y de su refugio en Japón durante varios años, su hija Keiko, que había sido la primera dama de su padre presidente, tomó las riendas y asumió el legado de lo aprendido con su progenitor y su cuasi tío Vladimiro. Así se presentó como candidata presidencial a las elecciones de 2011, 2016 y 2021. En todas, la ‘Señora K’, como se la conoce por los casos de corrupción que la llevaron una temporada a la cárcel (está haciendo campaña en libertad bajo fianza), ha recurrido a mañas desesperadas que, si bien le han permitido acariciar la Jefatura del Estado, aún no la han aupado hasta lo más alto.
En 2011 peleó a muerte contra Ollanta Humala, quien terminó ganándole la partida. Días antes de aquella votación, una emboscada a una patrulla militar en la región de Cuzco acabó con la vida de cinco soldados. En 2016 volvió a la competición frente a Pedro Pablo Kuczynski y, también en vísperas de la elección, otra emboscada causó la muerte a tres militares y dos civiles en Junín. En ambos casos Keiko utilizó esos hechos para señalar a Sendero Luminoso y poner en el centro de la discusión la necesidad de imponer mano dura y control militar. Ahí está la herencia de su padre.
A dos semanas de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales del próximo 6 de junio, se produjo este lunes el suceso más sangriento en muchos años, que ha hecho revivir la pesadilla del pasado: una masacre de 16 personas, entre hombres, mujeres y niños, en la remota localidad de San Miguel del Ene, en el VRAEM. La Fuerza Pública informó de que había sido obra de Sendero Luminoso.
Lo curioso es que el asesor de Keiko en materia de seguridad, Fernando Rospigliosi, se adelantó a las autoridades y dio cuenta del suceso y de la supuesta culpabilidad de Sendero a través de Twitter, con la publicación de un panfleto en que el grupo armado (léase narcotraficante) llamaba a no votar por Fujimori. La insistencia de Rospigliosi durante la campaña ha sido vincular a toda costa al otro candidato presidencial, Pedro Castillo, con los senderistas; y eso ha puesto al político en el punto de mira de los medios de comunicación, otro aspecto de la guerra sucia fujimorista.
¿Hay una mano negra detrás de la masacre?
La matanza, que puede responder a un ajuste de cuentas en una zona altamente peligrosa y permeada por las mafias del narcotráfico, ocurre un día después de conocerse las últimas encuestas electorales, que otorgan una victoria contundente al maestro Pedro Castillo, del izquierdista Perú Libre, frente a Keiko Fujimori, de la ultraconservadora y corrupta Fuerza Popular.
Reflexiono sobre lo sucedido y me pongo en contacto con el Centro de Investigación Drogas y Derechos Humanos (CIDDH). "Pareciera que la magnitud de la preocupación por el triunfo del profesor Castillo es indicativa del número de muertos en la masacre", me explica desde Lima Hugo Cabieses, en un intento de aclarar el contexto de una masacre que supera cualquier suceso ocurrido en muchos años. Asimismo me traslada varias alertas: en los últimos días los fujimoristas han sido insistentes sobre la amenaza senderista, han colocado al VRAEM en el centro de su campaña. Además, agrega Cabieses, llama la atención el hecho de que un analista vinculado al fujimorismo, Pedro Yaranga, y el mismo Rospigliosi adelantaran la noticia de la matanza mucho antes que el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas.
Otro investigador sobre narcotráfico, Jaime Antezana, fue más allá en las redes sociales: "¿A dónde apunta esta masacre ‘terrorista’? A levantar la candidatura de Keiko Fujimori cuando, todo indica, que marchaba a una derrota. No necesitaron el ‘coche bomba’ en Lima. No era necesario. Bastaba la ‘colaboración’ de la narco-organización del clan Quispe Palomino". Antezana, en una reciente entrevista al cineasta peruano Fernando Vílchez, anticipó lo que podría ocurrir: "No te sorprendas si antes de que termine la campaña hay un atentado en el VRAEM. Ese es el estilo fujimorista".
Pase lo que pase, esta masacre, que ha conmocionado Perú, da un giro a una campaña marcada por las acusaciones de ‘terruqueo’ a Castillo, por los intentos de asociar al candidato izquierdista a un Sendero que ya no existe. Lo único que se sabe hasta ahora es que va a ser difícil entender el entramado de este suceso porque al VRAEM no viajan los periodistas, es tierra quemada.
Comentarios
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