La enconada pugna entre EEUU y China por el dominio del planeta encuentra un nuevo episodio en Afganistán, donde se dirime un combate por el control general de Asia Central, una región de gran relevancia estratégica al estar situada entre China, India, Rusia y el océano Índico, ambicionada por todas las potencias que quieren convertirla en zona de influencia.
Desde antes de la caída de Kabul el 15 de agosto Pekín había intensificado el proceso de penetración en la zona, especialmente desde un punto de vista comercial. Ahora Afganistán se ha convertido en un luminoso foco de atención para los chinos, que ya han reconocido que están en contacto permanente con los talibanes con el fin de establecer negocios de todo tipo.
China ha penetrado en los últimos años en otros frentes de la región, como por ejemplo Irán, un país duramente castigado por EEUU y Occidente, donde los chinos se han comprometido a realizar inversiones multimillonarias a cambio de reservar para su industria grandes cantidades de petróleo durante muchos años. Los acuerdos que se están negociando en esa dirección inquietan en Estados Unidos.
Uno de los pilares manifiestos de la política de EEUU consiste precisamente en bloquear la expansión china en la medida de lo posible en todas partes donde tiene lugar, en Asia, África, América Latina y Europa principalmente. Incluso el más estrecho aliado de Washington, Israel, ha sido advertido en más de una ocasión de que es necesario limitar los negocios con China, especialmente los relacionados con la seguridad.
En una reciente entrevista con el periódico La Repubblica, el portavoz talibán Zabiullah Mujahid, admitió sin complejos que su movimiento está preparado para entablar una relación económica estable con China para gestionar Afganistán tras la retirada americana que se completó a finales de agosto.
"China es nuestro socio principal y el más importante. Representa una oportunidad fundamental y excepcional para nosotros dado que China ya está lista para invertir en nuestro país y para reconstruirlo", dijo Mujahid al diario italiano. Y añadió que para los talibanes es importante el proyecto llamado Ruta de la Seda, una idea de Pekín para unir el extremo Oriente con Europa que paralelamente lleva consigo inversiones gigantescas en otros ámbitos.
Afganistán posee una gran cantidad de minerales que ambicionan los chinos porque constituyen una prioridad para el desarrollo de su economía. Los talibanes están interesados en que China les ayude por ejemplo a relanzar y modernizar sus minas de cobre, pero su territorio es rico en otros minerales y en tierras raras necesarias para el desarrollo de las nuevas tecnologías. Algunos expertos estiman que el valor de minerales afganos es de entre 2 y 3 billones de dólares.
Los talibanes son plenamente conscientes de que van a sufrir un aislamiento por parte de Occidente cuyo grado todavía es pronto para determinar. En consecuencia, las relaciones con China son una oportunidad que no pueden dejar pasar. Además, una cosa ha sido la resistencia contra los americanos en los últimos veinte años, y otra cosa distinta es gestionar y gobernar un país de 38 millones de habitantes. Toda la ayuda que puedan recabar será bienvenida.
A diferencia de lo que ocurrió durante el periodo 1996-2001, los talibanes de hoy son más realistas y han manifestado que su intención es mantener buenas relaciones con la comunidad internacional. Para ello será preciso que entablen relaciones equilibradas con sus vecinos, y en este asunto Pekín puede jugar un papel de mediador relevante.
Desde antes de la caída de Kabul, la política exterior china ha consistido en criticar la invasión americana y en defender un diálogo entre los mismos afganos, indicando que su intención era reconocer a los talibanes cuando llegara el momento oportuno, algo que ya ha ocurrido.
Pekín condiciona el avance de las relaciones bilaterales a que los talibanes se aparten completamente del terrorismo. Es un asunto delicado puesto que los chinos han acusado a los talibanes de colaborar con el "terrorismo" islámico dentro de China y de entrenar a los islamistas chinos. Es un asunto de capital importancia para Pekín y los talibanes han comprendido que tampoco pueden criticar el tratamiento que China da a sus musulmanes.
En gran medida, China se presenta como la gran vencedora de la larga crisis de Afganistán, lo que únicamente se concretará si el país logra estabilidad y se crean las condiciones adecuadas para que los chinos inviertan a lo grande en la reconstrucción, sin por ello descartar que Occidente, por sus propios intereses, pueda cooperar económicamente con los talibanes justamente para obtener estabilidad.
Pero Pekín deberá andarse con cuidado si los talibanes no consiguen estabilizar el país, es decir si Afganistán se convierte en un estado fallido y en guerra permanente ahora que los americanos ya no están. Si esto es así, las inversiones chinas serían demasiado arriesgadas y perdedoras.
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