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El ataque de Irán a Israel refuerza la estrategia de guerra total de Netanyahu y muestra la debilidad de Teherán

Irán lanza una lluvia de misiles sobre Israel por el asesinato de sus aliados islamistas, pero su ineficacia y su silencio militar por la invasión del Líbano refuerzan los planes de Netanyahu.

La Cúpula de la Roca en el recinto de Al-Aqsa, en Jerusalén, durante el lanzamiento de decenas de misiles por parte de Irán contra Israel.
La Cúpula de la Roca en el recinto de Al-Aqsa, en Jerusalén, durante el lanzamiento de decenas de misiles por parte de Irán contra Israel. Jamal Awad / REUTERS

La crisis de Oriente Medio dio un nuevo giro este martes que despejó un poco más el camino hacia la guerra abierta en Oriente Medio que reclama Benjamin Netanyahu. El primer ministro israelí, en su huida hacia delante para mantener el poder y cumplir los designios mesiánicos de buena parte de su Gobierno de extremistas, busca la confrontación directa con Irán y el régimen de los ayatolás se lo ha puesto en bandeja.

El comienzo de la invasión israelí del sur del Líbano al despuntar el día y el ataque masivo iraní con misiles balísticos contra Israel, ya caída la noche, han exacerbado los ánimos bélicos en Oriente Medio hasta extremos muy peligrosos. De nuevo el comedimiento de Teherán a la hora de calibrar su contraataque, como ya hizo en una crisis similar en abril, ha aplazado la respuesta de Tel Aviv y su aliado Washington, que, no obstante, han prometido que será contundente.

El error iraní

Irán de nuevo ha mostrado su incapacidad para dañar seriamente a su enemigo judío. La rápida reacción del sistema antiaéreo israelí conocido como la Cúpula de Hierro y la intercepción por aviones y baterías navales estadounidenses de otra gran parte de los misiles balísticos finiquitó pronto el ataque.

Al contrario de lo que ocurrió en abril, cuando Irán lanzó una oleada de misiles de crucero y drones contra Israel en represalia por el bombardeo de su embajada en Damasco, esta vez sí que impactaron contra el suelo de las ciudades de Tel Aviv, Jerusalén y Haifa algunos de los proyectiles. Pero aunque se trataba de misiles balísticos mucho más rápidos y difíciles de derribar, tampoco causaron daños cuantiosos.

Todo lo contrario a lo que comunicó, al terminar el ataque, la Guardia de la Revolución Islámica iraní: "A pesar de que esta zona estaba protegida por los sistemas de defensa más avanzados, el 90% de los disparos dieron en el blanco con éxito y el régimen sionista está aterrorizado por el dominio de inteligencia y operativo de la República Islámica".

Si esto hubiera sido así, la respuesta militar israelí y estadounidense habría sido ya devastadora. Por el contrario, el asesor de Seguridad de la Casa Blanca, Jake Sullivan, comentó al terminar el ataque que éste supuso una "escalada significativa" en la confrontación con Irán, pero que fue totalmente "ineficaz".

Por el contrario, el líder supremo iraní, el ayatolá Alí Jameneí, publicó en su cuenta de X en persa el mensaje: "Victoria de Dios y una conquista cercana". El ataque, en realidad, no fue ni una cosa ni la otra.

Y éste puede haber sido el error de Irán, además del fallo de creerse su propia propaganda: le ha dado a Israel el pretexto que buscaba. Netanyahu solo esperaba un desliz así, como el de este ataque masivo, un paso que no podía dejar de dar Teherán para no perder el poco de prestigio que le queda entre sus aliados islamistas, agrupados hoy día más por el sacrificio de los palestinos y los libaneses, que por las arengas vacías de los ayatolás iraníes.

Ahora, el primer ministro ultraderechista israelí tiene ese pretexto y el apoyo de la mayor parte de sus paisanos para devolver el golpe con más fuerza y cumplir su hoja de ruta, que pasa por eliminar uno por uno a los enemigos jurados de Israel agrupados en el Eje de Resistencia islamista, que Netanyahu prefiere denominar como su particular "eje del mal".

Al concluir el ataque, Netanyahu fue directo y amenazador: Irán "cometió un gran error esta noche y pagará por ello".

La cruzada israelí contra el Eje de Resistencia e Irán

Esta cruzada empezó hace casi un año, el 7 de octubre de 2023, tras la matanza por guerrilleros de Hamás de 1.200 israelíes en el propio Israel. La respuesta israelí fue el genocidio desatado en Gaza. En la Franja, la invasión del ejército judío ha matado ya a más de 41.600 palestinos y herido a 94.000.

Ha seguido en el Líbano, con casi 1.200 muertos en menos de dos semanas por los bombardeos y razias aéreas israelíes contra Hizbulá, con métodos parecidos a los empleados en Gaza, donde la población es simplemente un estorbo a eliminar.

Ha tenido también lugar en Siria contra puestos de Hizbulá y en Yemen contra instalaciones portuarias, depósitos de municiones e infraestructura civil controlada por los rebeldes hutíes.

Y ahora, por fin, puede que le haya llegado el turno a la pieza mayor que se quiere cobrar Netanyahu: el régimen iraní, auténtico cerebro y organizador de muchos de los golpes islamistas que han dado los miembros de ese Eje de Resistencia antiisraelí y antiestadounidense.

Irán deja a un lado la invasión del Líbano en su represalia

Para rebajar importancia y no desencadenar una respuesta israelí y estadounidense inmediata, Teherán indicó que el lanzamiento de esos 181 misiles no fue en respuesta a la invasión del Líbano que comenzó horas antes, sino como represalia al asesinato el 31 de julio del líder de Hamás, Ismail Haniyeh, en la propia Teherán, y del dirigente supremo de Hizbulá, Hasán Nasrala, el 18 de septiembre, en el brutal bombardeo del cuartel general de esa organización chií en Beirut.

Era una cuenta pendiente que Irán tenía con Israel y por eso ha dejado la respuesta militar a la invasión del Líbano y la ofensiva israelí contra Hizbulá para otro momento.

Pero este ataque con misiles interceptado en gran medida por las defensas israelíes, estadounidenses e incluso de Jordania solo se ha mostrado más si cabe la debilidad de Irán y la mejor capacidad bélica de Israel.

También ha puesto de manifiesto que Estados Unidos no disminuirá su apoyo incondicional a Israel, por muchos genocidios en Gaza y crímenes de guerra que cometa. Todo lo contrario, Washington está otorgando a Netanyahu la iniciativa en esta cruzada israelí contra todos sus enemigos externos, que son muchos y que coinciden con los que tiene EEUU en Oriente Medio.

Esta actitud de la Administración del presidente Joe Biden, la más proisraelí de las últimas décadas, sin embargo, está dejando la impresión de que es Netanyahu quien dicta la propia estrategia estadounidense en Oriente Medio y el mundo árabe. Y que esa lealtad de Washington hacia Israel es pagada con más problemas que satisfacciones y con la pérdida de la credibilidad de la Casa Blanca ante el mundo árabe.

Otro gran error en esta crisis, esta vez estadounidense, que quizá lo pague caro el Partido Demócrata de Biden en las elecciones presidenciales del próximo 5 de noviembre.

Israel está tanteando la respuesta de Hizbulá

La ofensiva terrestre israelí contra las posiciones en el sur del Líbano de Hizbulá, las milicias chiíes libanesas aliadas de Irán, tampoco fue generalizada. El estado mayor israelí la calificó como "una incursión terrestre limitada, localizada y selectiva" contra las aldeas y asentamientos que son "una amenaza inmediata para las comunidades israelíes en el norte de Israel", al otro lado de la frontera.

Sí que supuso el colofón de casi dos semanas de bombardeos en el sur, el este del Líbano y en Beirut, que han dejado cerca de 1.200 muertos y un millón de desplazados de una población de apenas cinco millones y medio de personas. El primer ministro libanés, Nayib Mikati, lo ha calificado como el mayor éxodo de la historia del Líbano.

La invasión del sur del Líbano supone también una nueva fase para la guerra lanzada por Netanyahu contra el Eje de Resistencia y por la construcción del proyecto del Gran Israel por el que abogan sus aliados ultraderechistas en el Gobierno y el Parlamento israelí.

Estas facciones abogan por la anexión por la fuerza de una Gaza vaciada de palestinos, de una Cisjordania donde los asentamientos árabes habrán sido asfixiados por las aldeas de los colonos judíos ilegales, por un sureste del Líbano convertido en tierra de nadie para evitar futuros ataques de Hizbulá o de otros posibles grupos antiisraelíes, y, sobre todo, por la defenestración del actual régimen iraní.

El prestigio de Irán cae en picado y solo muestra su debilidad

Esta tarea es sin duda la más difícil, pero la actual crisis está dando pasos muy importantes de momento hacia la degradación del influjo y prestigio que tenía Irán hasta ahora en ese Eje de Resistencia, tan importantes como el dinero y armas que aporta a sus aliados islamistas.

Los gazatíes de Hamás y los libaneses de Hizbulá han comprobado que la retórica de Teherán es muy densa, pero que a la hora de la verdad son ellos quienes se dejan el pellejo en la lucha contra Israel y que los misiles iraníes valen tan poco como las arengas de los ayatolás.

Irán dedicó muy buena parte de sus esfuerzos de desestabilización en Afganistán en la década pasada, hasta tener un papel importante en la retirada estadounidense de Kabul en 2021.

Pero en Oriente Medio se dejó llevar por sus rivalidades con Arabia Saudí, otro de los aliados de EEUU en la región. Finalmente, la mediación china permitió el acercamiento entre Teherán y Riad en 2023. Pero Irán no podía permitir que ocurriera lo mismo entre israelíes y saudíes, como se estaba negociando en el marco de los llamados Acuerdos de Abraham, que habían aproximado a Israel con varios países árabes y que se pretendía que se hiciera también con Riad.

La presión maquiavélica iraní sobre Hamás ayudó a prender la sangrienta llama del 7 de octubre que hundió ese y otros acercamientos entre Israel y el mundo árabe. Y este fue otro error catastrófico de Teherán. Israel respondió de una manera desproporcionada y brutal, masacró a los palestinos de Gaza, aprovechó para lanzarse contra el Líbano y ahora podría seguir camino de Irán. Y esta vez Teherán estará solo ante ese peligro.

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