jerusalén
El acuerdo alcanzado en la noche del lunes entre el rey Abdala de Jordania y el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, no va a resolver el desencuentro de la mezquita al Aqsa por arte de magia. La solución de esta crisis, de las que ha habido con anterioridad y de las que habrá más adelante, requiere una intervención enérgica de la comunidad internacional para aplicar las resoluciones de las Naciones Unidas.
El presidente Donald Trump tenía previsto anunciar la reanudación de las negociaciones directas entre Israel y los palestinos para las próximas semanas, un anuncio que de momento ha quedado en suspenso hasta ver cómo evoluciona la situación. Con todo, las negociaciones directas se han revelado inútiles durante más de un cuarto de siglo, y nada indica que esta vez vaya a ser diferente.
Los palestinos se lamentan de que el enviado especial de Trump, Jason Greenblatt, un judío ortodoxo, está defendiendo los mismos puntos que el gobierno de Netanyahu en lugar de intentar aproximar posiciones, lo que es una indicación muy negativa pero reveladora de lo que sucede detrás de las cortinas.
La cuestión de Jerusalén es importante porque incide en todos los aspectos del conflicto. Hace solo unos días trascendió que Netanyahu está preparando la construcción de otras 1.100 viviendas para colonos judíos en el sector ocupado de Jerusalén. No es nada novedoso puesto que lo hace con regularidad, pero indica hasta qué punto las negociaciones son una hipocresía tan grande como la misma mediación de Estados Unidos.
En la conversación del lunes con el rey Abdala, Netanyahu accedió a retirar las puertas electrónicas detectoras de metales en los accesos a Al Aqsa, aunque rápidamente se anunció que las cámaras de video que se están instalando dentro y fuera del complejo de la Explanada de las Mezquitas, no se van a retirar.
Según lo dicho hasta ahora, las nuevas cámaras de video son muy sofisticadas y pueden revelar lo que la gente lleva debajo de la ropa e incluso pueden identificar a las personas por medio de sus facciones. Si es así, la policía israelí tendrá inmediatamente toda la información disponible de cualquier persona que se acerque a Al Aqsa.
El Waqf, que se encarga de la administración de los lugares sagrados musulmanes, exige una vuelta al statu quo anterior al viernes 14 de julio, cuando tres árabes israelíes mataron a dos policías israelíes en la Puerta de los Leones de la ciudad vieja, un incidente que llevó a Israel a instalar las puertas electrónicas en la zona.
Ikrima Sabri, que fue gran muftí de la mezquita al Aqsa, piensa que el problema de los últimos días no se ha resuelto puesto que aunque se han retirado las puertas electrónicas, “se han colocado otros artefactos que modifican el statu quo”. “Todavía no conocemos el alcance de estos cambios. Cuando los conozcamos, decidiremos”.
El Waqf, por lo tanto, ha recomendado a los fieles musulmanes que no accedan a Al Aqsa hasta que se haya aclarado la situación. Solo algunos musulmanes están entrando en el santuario para cerciorarse de que Israel no lleva a cabo más cambios unilaterales, si bien dentro de la Explanada también ha instalado las nuevas cámaras avanzadas.
En estos últimos días ha estado en juego la capacidad de Israel de modificar el statu quo de la Explanada de manera unilateral. Es cierto que Netanyahu y la plana mayor de su gobierno insisten en sus declaraciones en que no hacen cambios en el statu quo, pero la realidad muestra lo contrario.
Las autoridades israelíes han dicho que en los próximos seis meses van a gastarse unos 25 millones de euros en la zona. No han revelado a qué se va a dedicar este dinero pero se sobreentiende que no contempla solo la instalación de las cámaras. Mientras los nuevos cambios no se ponen en práctica, habrá más policías patrullando la zona de la Explanada.
Entre los palestinos crecen las sospechas de que Israel está preparando unas medidas más atrevidas y aguarda la oportunidad apropiada para aplicarlas. El mayor temor es que al recinto sagrado de Jerusalén le ocurra lo mismo que al Santuario de Abraham de Hebrón, donde están enterrados el patriarca Abraham y sus descendientes, según la tradición.
En los años noventa, tras el ataque que llevó a cabo en el Santuario de Abraham un médico israelí, Baruch Goldstein, oriundo de Estados Unidos, y en el que murieron una treintena de palestinos, Israel dividió la gran mezquita de Hebrón en dos partes, reservando una para los judíos.
Los palestinos temen que algo parecido ocurra pronto con la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén, donde en la antigüedad estuvo el Templo judío, máxime cuando ya cuentan con el precedente de Hebrón.
De lo que no hay duda es que la crisis actual no se va a resolver pronto y de que la presión que Israel ejerce sobre los santos lugares musulmanes de Jerusalén se va a mantener o a incrementar en un futuro próximo.
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