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Actualizado:Javier Milei sostuvo el pasado 1 de octubre, durante el primer debate presidencial por las elecciones en Argentina, que en los años 70 del país latinoamericano se había librado una "guerra" y que, como en todo conflicto bélico, se habían cometido "excesos".
Más allá del eufemismo que enmascara los más de 700 centros clandestinos, la desaparición de personas como metodología represiva predominante, los vuelos de la muerte y el plan sistemático de robo de bebés, el candidato por La Libertad Avanza (LLA) no inventó nada: echó mano a la "teoría de los excesos" que creó el dictador Jorge Rafael Videla en 1977 para intentar explicar los crímenes de la dictadura en el exterior. La sombra de Videla –con quien solía reunirse la candidata a vicepresidenta de Milei, Victoria Villarruel– sigue proyectándose sobre el partido político que más votos obtuvo en las elecciones primarias.
Para 1977, las denuncias de los secuestros y las desapariciones se habían convertido en un problema para la política internacional de la dictadura. La llegada del demócrata James Carter al gobierno estadounidense fue un dolor de cabeza adicional. Algunos casos, como el secuestro del periodista Jacobo Timerman o la desaparición del embajador en Venezuela, Héctor Hidalgo Solá, tuvieron impacto más allá de las fronteras argentinas.
Jorge Rafael Videla se refirió a los címenes de la dictadura como "excesos" por primera vez en 1977
En septiembre de ese mismo año, Videla viajó para reunirse con Carter en la Casa Blanca. Al dictador argentino le preocupaban las posibles sanciones que podría sufrir la dictadura. El viaje generó disputas en el interior de la Junta Militar. Como marca la socióloga Paula Canelo en su libro El proceso en su laberinto: la interna militar de Videla a Bignone, la abrumadora mayoría de las Fuerzas Armadas rechazaba la posibilidad de rendir cuentas. Videla planteaba que se debía dar una respuesta institucional ante la presión internacional. En su reunión con Carter, según los registros que fueron desclasificados por los Estados Unidos, Videla habló de "abusos de poder" y dijo que él estaba dispuesto a castigarlos. En una conferencia de prensa, el dictador se refirió a "excesos" en la represión.
La figura de los excesos, como señala la socióloga Valentina Salvi, tenía su anclaje en el Código de Justicia Militar, que indicaba que un subordinado nunca era responsable al cumplir una orden –salvo si se excediera–. En la práctica, funcionaba como una forma de exculpar a las cúpulas y de cargar las tintas en las clases medias o bajas. La "tesis de los excesos" funcionaba como una acusación certera hacia quienes estaban abocados directamente a la represión.
Esto encendió los ánimos entre los comandantes del Ejército o los jefes militares de la dictadura, quienes creían que con esa tesis Videla estaba olvidando a los "mártires de la lucha contra la subversión". Los subordinados también salieron a denunciar al dictador por considerarlo víctima de la "pereza". En una nota enviada a Videla y a Roberto Viola, algunos jóvenes oficiales de Ejército escribieron: "Lo que sobrepasa el límite de nuestra 'subordinación' formal es este 'general Presidente', que ya no es comandante del Ejército por más que haya dejado a su alcahuete en el cargo. Es el que dijo: 'Los excesos de la represión' serán castigados. ¿Quién nos va a castigar? Videla".
La mención de los "excesos" dio pie a la primera solicitud que firmaron las Madres de Plaza de Mayo
La mención de los "excesos" en los Estados Unidos también dio pie a la primera solicitud que firmaron las Madres de Plaza de Mayo. Marta Ungaro, hermana de Horacio Ungaro –uno de los estudiantes secundarios secuestrados en la operación conocida como La Noche de los Lápices– recuerda el empeño que pusieron para recaudar el dinero y poder pagar el espacio en el diario La Prensa.
El texto se publicó el 5 de octubre de 1977. "¿Cuáles han sido las víctimas del 'exceso de represión' al que se refirió el Sr. Presidente? No soportamos la más cruel de las torturas para una madre: la incertidumbre sobre el destino de sus hijos. Pedimos para ellos un proceso legal para que se apruebe su culpabilidad o inocencia y que, en consecuencia, sean juzgados o liberados", reclamaban.
Entre las autoras del texto estaban Azucena Villaflor y Esther Careaga –que después serían declaradas desaparecidas, justo cuando organizaban la siguiente solicitud–, Hebe de Bonafini, María Adela Gard de Antokoletz, Delia Giovanola, entre otras. Nora Cortiñas, que también participó en la iniciativa, reclama que no se hable de "excesos" para referirse al plan de la dictadura. "Basta de mentiras", ha pedido en una conversación con Página 12.
Pese a las críticas internas que la teoría de los excesos le ocasionó a Videla, la Junta recurrió a ésta en el momento de dar a conocer el Documento Final en abril de 1983, donde habló de errores y excesos. En las calles, los organismos de derechos humanos respondieron a los dictadores con un cántico que decía: "No hubo errores, no hubo excesos: son todos asesinos los milicos del Proceso".
El expresidente Raúl Alfonsín, que propició el juicio de los altos cargos militares, volvió a hablar de excesos. En los tres niveles de responsabilidad que el líder radical reconocía estaban: los que dieron las órdenes, los que las cumplieron y los que se excedieron. Para Alfonsín –como recordaba el jurista Carlos Nino en su libro Juicio al mal absoluto–, los que cumplieron las órdenes no debían ser juzgados porque tenían la oportunidad de reinsertarse en el sistema democrático. Los "excesos" siguieron dando vueltas durante los años 80. Al momento de aprobarse la Ley de Obediencia Debida, las disculpas no fueron fueron necesarias para los que se "excedieron" frente a tres tipos de delitos: la apropiación de bebés, el robo de bienes y la violencia sexual.
Videla tuvo que dejar de hablar de "excesos" para mantener la lealtad del Ejército
Con el tiempo, Videla dejó de hablar de los "excesos" y tuvo que reconocer todo lo actuado durante la dictadura para mantener la lealtad del Ejército. Como hace ahora Milei, Videla hablaba de "guerra" para describir lo sucedido en los años 70, pese a que él mismo había reconocido que las organizaciones insurgentes ya habían sido derrotadas en diciembre de 1975.
Cuando estaba preso, Videla le concedió unas largas entrevistas al periodista Ceferino Reato, que publicó en el libro Disposición Final. En esas charlas, el dictador terminó admitiendo que no hubo ningún exceso, sino pura planificación de la acción criminal del Estado. "Era el precio a pagar para ganar la guerra y necesitábamos que no fuera evidente para que la sociedad no se diera cuenta. Había que eliminar a un conjunto grande de personas que no podían ser llevadas a la Justicia ni tampoco fusiladas". "Para no provocar protestas dentro y fuera del país se llegó a la decisión, sobre la marcha, de que esa gente desapareciera" añadió, con frialdad.
Diez años después de su muerte, una fórmula presidencial –integrada por una abogada que lo visitaba, Victoria Villarruel– ha resucitado las excusas que él mismo inventó para amortiguar las denuncias internacionales contra la desaparición forzada de personas. Qué hicieron con los detenidos-desaparecidos es un secreto que Videla se llevó a la tumba.
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