RÍO DE JANEIRO
Cuando todo empezó, hace cuatro meses, la covid-19 era una serie de suspense que los vecinos de los municipios del interior de Brasil veían cada día por el televisor. El miedo, entonces, estaba lejos. Lo cierto es que también les quedaban lejos las unidades de cuidados intensivos. Hoy, los protagonistas del drama son precisamente esas localidades: la pandemia ha cambiado de ciclo y atraviesa el mapa del país. Son ya 66.868 víctimas mortales (1.312 en las últimas 24 horas) y 1.674.655 casos confirmados (48.584 el último día), uno de ellos el presidente de la República, Jair Bolsonaro.
El guion de la covid-19 en Brasil es el de un pico que nunca llega, una curva que no relaja su amenaza, ciudades que retoman su actividad mientras los informes se acostumbran cifras inconcebibles a nivel nacional. Mientras el virus va explorando nuevos territorios, la pandemia está instalada en una meseta que llevará al país fácilmente hasta los dos millones de casos positivos y los 85.000 fallecidos a comienzos del mes de agosto.
La evolución de la covid-19 en el estado de São Paulo, original epicentro de la pandemia en Brasil, se está repitiendo en la totalidad del país. La capital paulistana, una de las grandes urbes de América Latina, se colocó súbitamente al frente de las estadísticas en marzo y abril, y ahora los municipios del interior del estado suman más casos confirmados que la propia capital.
También comenzó siendo epicentro de la pandemia la ciudad de Fortaleza (Ceará) en el sertón, la región semiárida del noreste brasileño, y hoy son siete municipios del interior del estado los que se rigen bajo confinamiento: Sobral, Juazeiro do Norte, Iguatu, Tianguá, Crato, Barbalha y Brejo Santo. En Bahía, otro de los estados más afectados, han optado por el toque de queda, pero no en la capital, Salvador, sino en los municipios de Camaçari, Candeias, Conde, Dias D’Ávila, Itaparica, Lauro de Freitas, Madre de Deus, São Francisco do Conde, São Sebastião do Passé, Simões Filho y Corretina.
De cada cinco casos confirmados en el país, tres pertenecen ya a ciudades del interior
La Facultad de Medicina de la Universidad Federal de Minas Gerais está estudiando este proceso de "interiorización" de la pandemia en Brasil. De cada cinco casos confirmados en el país, tres pertenecen ya a ciudades del interior, y dos a las capitales. Geraldo da Cunha Cury, profesor del departamento de medicina preventiva y social, cree que el aislamiento social y el uso de máscaras no se ha seguido en el interior tanto como en las capitales. Es firme defensor de la sanidad pública pero reconoce que "en algunos casos, es preciso viajar tres o cuatro horas en ambulancia para llegar a un hospital. No es una dificultad que haya surgido ahora, con esta pandemia, sino que es una dificultad originada por la falta de organización y financiación del sistema público de salud".
En ocasiones no hace falta situarse en los ejemplos geográficos más extremos. Solo 36 kilómetros separan Ribeirão das Neves (334.000 habitantes) de la capital de Minas Gerais, Belo Horizonte, y ya se han documentado casos de cinco días de espera para una cama de cuidados intensivos en algún hospital de la capital. En Brasil, las capitales de las 27 unidades federativas agrupan al 24% de la población nacional, al mismo tiempo que poseen casi el 50% de las camas de cuidados intensivos.
Otra universidad federal, la del estado de Goiás, en el centro del país, ha sido pieza clave para que el gobernador Ronaldo Caiado adopte la medida de confinamiento intermitente en sus dominios, con dos semanas de cierre total de la actividad seguidas de dos semanas de apertura, alternativamente. Los doctores Thiago F. Rangel, José Alexandre F. Diniz-Filho y Cristiana M. Toscano firman la nota técnica que augura las previsiones hasta 31 de agosto en el estado de Goiás: si se mantuviera el escenario actual, con un nivel de aislamiento social del 36%, de las 715 muertes que acumula hoy el estado –a fecha 30 de junio, cuando se remató el estudio, la cifra era 491– se pasaría a más de 18.000 en los próximos dos meses.
Deficiente gestión a nivel federal
El presidente de la República, Jair Bolsonaro, que ayer martes confirmaba su diagnóstico positivo, ha estado repartiendo las horas de su jornada entre las diversas crisis que se le han presentado en los últimos meses: le acechan problemas judiciales; el ministro de sanidad sigue siendo interino dos meses después; la plaza del ministro de educación está vacante –el último asignado ha durado cinco días–, y para colmo de sus males comienza a aumentar la presión externa para provocar la caída del ministro de medio ambiente, Ricardo Salles, uno de los más afines ideológicamente al presidente.
El Ejecutivo federal no ha paliado las deficiencias en las zonas más apartadas del país con hospitales de campaña
En la caótica gestión de la pandemia a nivel federal se echa de menos, entre otros detalles de partida, la gestión interestatal de las camas de cuidados intensivos, puesto que, debido a la extensa superficie brasileña, hay enfermos que podrían correr mejor suerte desplazándose hasta la capital del estado colindante. Tampoco el Ejecutivo federal ha paliado las deficiencias en las zonas más apartadas del país con hospitales de campaña. El primero que corrió por cuenta del Gobierno de Bolsonaro se puso en marcha casi tres meses después del inicio de la pandemia: fue inaugurado el 5 de junio en Águas Lindas (estado de Goiás), a 45 kilómetros del Distrito Federal de Brasilia. Diez días después de inauguró el hospital de campaña de Rio Branco, en el estado de Acre, también con recursos del Gobierno Federal.
Respecto al estado de salud del presidente, durante los últimos diecinueve meses Bolsonaro ha enseñado a la mitad de Brasil a seguirle en cualquier cruzada y a la otra mitad a dudar de todo, por lo tanto se da por hecho que su curación se transformará en una nueva oda la cloroquina y la hidroxicloroquina, sin ninguna eficacia contra la covid-19, según la Organización Mundial de la Salud, y con varios efectos secundarios. Más enrevesado será el maratón de test que se acaba de iniciar: el de todas las personas que han entrado en contacto con él en los últimos catorce días –solo en reuniones oficiales, hay más de sesenta personas en seguimiento–, y a su vez el de aquellos que hayan estado en contacto con estos en ese mismo periodo.
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