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Actualizado:Nunca, hasta la eclosión de Vox en la campaña andaluza a finales de 2018 y las generales del año siguiente, el cuerpo de las mujeres había sido tan utilizado ideológicamente como arma electoral, con mensajes que ponen en duda el derecho a decidir de las propias féminas sobre el aborto o, entre otras cuestiones, la violencia de género.
La agenda de la ultraderecha para volver a la concepción de la familia que llaman "tradicional" ha impulsado a la formación liderada por Santiago Abascal a abrir debates que socialmente se consideraban superados y sacar rédito político de ellos.
El último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), hecho público este jueves, refleja que sólo un 2,9% de los ciudadanos españoles considera que la violencia de género es uno de los principales problemas que tiene el país. Según esta última encuesta, esta violencia ocupa el puesto 22 entre los asuntos que preocupan a la ciudadanía.
Otro de los temas que afectan a las mujeres, el aborto y la ley que lo regula, no levanta la más mínima inquietud entre los encuestados. En este barómetro, como viene ocurriendo en todos los que se han realizado en los últimos años, la preocupación sobre esta materia es del 0,0%.
A pesar de esta aparente apatía de la población con respecto a la algunos de los asuntos claves para las mujeres, la violencia de género, la violencia sexual, el aborto o las políticas de Igualdad son algunos de los ejes de la campaña electoral de Vox, que ha logrado arrastrar al Partido Popular a posiciones que les resultan incómodas de explicar, pero que han aceptado sin grandes cuestionamientos.
Los distintos acuerdos firmados por el partido que dirige Alberto Núñez Feijóo con la ultraderecha en más de un centenar de ayuntamientos y en varias comunidades ponen en entredicho muchos de los derechos de las mujeres conquistados a lo largo de las últimas décadas, que han sido algunos de los primeros ser suprimidos.
Algunos ejemplos son los ocurridos en el País Valencià, Extremadura o Baleares. En esta última Comunidad, a pesar de que Vox no entró en el Gobierno, la formación de Abascal sí fue clave para que lo hiciera el PP. Entre las primeras medidas puestas en marcha por el nuevo Ejecutivo regional, figura, entre otras, la eliminación de la consejería de Igualdad.
Una agenda impuesta
Si se miran los datos de los barómetros del CIS de la última década, la violencia de género siempre puntuó muy bajo entre las preocupaciones de la sociedad.
A lo largo de los últimos años, diversos expertos en violencia de género han resaltado el hecho de que este drama puntúa muy bajo cuando se consulta por los principales problemas aquejan a España, a pesar de que cada año una media de 55 mujeres son asesinadas por sus parejas o exparejas y de que el Consejo General del Poder Judicial desvela que existen más de 160.000 denuncias por esta violencia cada año. Estas denuncias, sin embargo, sacan a la luz sólo un 21% de la violencia de género real, manteniendo oculto cerca del 80%.
Si se miran los datos sobre la preocupación de la ciudadanía en torno a la violencia de género durante la última década (ver cuadro arriba), ésta ha sido considerada como un tema clave para menos del 1% de los ciudadanos. Los datos recogidos por el CIS han oscilado entre el 0,2% y el 0,9%, con algunos mínimos picos de subida en momentos puntuales.
Sólo ha habido un periodo en los últimos diez años de la serie histórica en que la preocupación de los españoles por la violencia de género alcanzó porcentajes cercanos al 8%. Fue en el año 2019, cuando Vox acababa de entrar en el Parlamento andaluz (diciembre de 2018) y el país estaba sumido en un largo proceso electoral durante casi todo 2019 debido a la repetición de los comicios.
La campaña de Vox en ese año estuvo fuertemente marcada por los mensajes contrarios a la existencia de la violencia de género y enfocados a la idea de que son los hombres los que de verdad están discriminados en la sociedad. Ese año Vox consiguió ser la tercera fuerza política, consiguiendo 52 diputados.
Expertos en violencia de género lamentan que este incremento en la preocupación ciudadana se produzca por los ataques de Vox a los derechos de las mujeres y al feminismo y por el hecho de que la ultraderecha sea capaz de colar en la agenda social su negacionismo de esta violencia y no por la toma de conciencia por parte de la sociedad de las consecuencias que estas agresiones tienen.
Para la politóloga Cristina Monge, la mayor la preocupación por la violencia de género mostrada en el CIS puede tener su origen también en diversos factores, como las protestas contra la sentencia de La Manada de abril del 2018 o las grandes movilizaciones feministas de ese mismo año.
"Lo que defiende Vox es la vuelta a un modelo tradicional de familia, con roles bien definidos. Esto se traduce en una negación de la violencia machista, porque no encaja en ese modelo. Su foco no está en la evidencia. En su esquema solo encaja la violencia intrafamiliar. Por eso la niegan", afirma.
"Vox no habla de los problemas de la gente"
"Vox no habla de los temas que le importan a la gente. ¿Cuándo ha hablado de temas económicos, sobre el tren para los extremeños, regulación de riders o salario de los funcionarios?", arranca la politóloga Cristina Fumanal en conversación con Público.
La forma de actuar del partido ultra es la de generar polémicas sociales de forma artificial con asuntos que la sociedad no identifica como problemas reales. "Vox no hace su programa en función de la gente, sino que marcan los temas que ellos consideran fundamentales y siempre se centran en los que son marginales o están ya superados, imprimiéndoles su propia interpretación, agravando su alcance o mostrándolos como un gran problema, aunque no sea real", añade.
Temas como el aborto, la existencia de la violencia de género o el matrimonio homosexual se consideraban socialmente superados desde hace años y no generaban debate ni confrontación.
Para Fumanal, el éxito electoral de Vox es inocular problemas a la sociedad que no son tales porque no afectan a la gran mayoría de los españoles. "Les funciona porque no tienen límites éticos y para ello usan herramientas de comunicación y persuasión que tienen más que ver con la propagada que con la pedagogía", concluye esta experta.
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