Opinión
7291 y la cámara de eco madrileña


Por Guillermo Zapata
Escritor y guionista
Se emitió finalmente en RTVE (en La 2) el documental “7291” con un excelente resultado de audiencia. 1’3 millones de espectadores y casi un 26% de cuota de pantalla en Madrid. Fue un ejemplo de servicio público y de dignidad para los familiares de las víctimas de la negligente gestión de las residencias durante la pandemia llevaba cabo por el gobierno e Isabel Díaz Ayuso. Todo es importante en sí mismo, pero la emisión del documental ha mostrado, al menos, otras dos cuestiones de gran importancia.
La primera cuestión es la generalización y la importancia del número en sí. Un número que ya no es un número, sino que tiene un significado mayor, que se hace grande cada día que pasa y que recoge una rabia, una angustia y también la dignidad de defenderla. Es un número que es importante ya para una parte de madrileños y madrileñas y que aparece en pegatinas, pancartas, post en redes sociales, carteles, convocatorias de movilización, mensajes de todo tipo. Un número que hace que el olvido no le gane la partida a la memoria. 7291.
Eso ya estaba pasando, pero esta semana ese número se hizo más intenso, más real. Lo que nos lleva a la segunda cuestión de importancia: Los nervios de Ayuso.
Hacía mucho que no veíamos a Ayuso nerviosa. La hemos visto desafiante, enfadada, radiante, manipuladora… Pero nerviosa hacía mucho tiempo que no. Incluso pidió que se emitiera un video suyo en vez de participar en un debate televisivo sobre la pandemia para contrarrestar la presencia del documental. También ha denunciado que la presencia del documental en televisión no tiene precedentes y que se le dio una cobertura excesiva e impropia de una televisión pública. Y más importante que todo eso, ha empezado (tanto ella cómo el alcalde Almeida) a cuestionar la cifra de los 7291 muertos, algo inédito.
¿Por qué este nervio?
El motivo es muy sencillo, porque emitir ese documental en la televisión pública implica que las víctimas de lo sucedido disponen de una cámara de eco más grande de la que dispone la Comunidad de Madrid para difundir su mensaje. Y esa es una ocasión inédita, porque normalmente la realidad funciona al revés. La Comunidad de Madrid dispone de una cámara de eco enorme e imbatible a la hora de reproducir un determinado discurso. Por una noche, durante un periodo de tiempo muy limitado, Ayuso se tenía que medir en el debate público en una relación de fuerzas mucho más democrática. En la que su voz y la voz de aquellos a quienes afectan sus políticas se escucha igual. Por eso no quería ir a debatir sobre la pandemia a la televisión pública y por eso incrementó el nivel de falacia y ya no solo niega los protocolos de la vergüenza, sino también las propias cifras que dieron en su momento sus servicios. Es interesante, además, porque Ayuso siempre ha querido formar parte del debate nacional. Su oposición al gobierno progresista es una de las bases de su éxito electoral y para ello no ha dudado en opinar sobre todos y cada uno de los temas de actualidad política nacional para tener presencia mediática hasta borrar, de facto, la Comunidad de Madrid y sustituirla por España. La frase “Madrid es España dentro de España” lo explica bastante bien, porque Madrid es la comunidad donde la gente tiene menor sentido de pertenencia en relación al estado y por eso es necesario.
El problema político en la Comunidad de Madrid es que la televisión pública estatal no está para hablar de la comunidad de Madrid en esos términos las 24 horas del día. Es decir, que esa condición comunicativa democrática existe de manera excepcional. Tanto es así que la televisión autonómica madrileña no ha pasado aún el documental.
Ha habido dos momentos en los que Telemadrid ha tenido una cierta independencia. La primera vez que la tuvo la perdió porque cometió la osadía de televisar íntegra la comisión de investigación del Tamayazo en Madrid, un ejemplo perfecto de democracia comunicativa que el PP identificó inmediatamente como problemática a pesar de que las audiencias eran excepcionales. La segunda vez fue con la mínima apertura que supuso la legislatura de Cristina Cifuentes en coalición con Ciudadanos. Con la llegada de Ayuso todo eso ha terminado.
Por eso, cómo dijo Alejandra Ocasio Cortez tras la victoria de Trump, el problema no son las cámaras de eco, es construir una más grande que la suya. No habrá cambio en Madrid hasta que no haya un equilibrio democrático en el campo comunicativo. Construir esa suerte de contrapoder es fundamental.
Mientras tanto, sigamos susurrando 7291 de boca a oído, persona a persona. Hasta que caigan.
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