Opinión
Más historias de amor, menos de aranceles


Periodista
No recuerdo cuándo fue la última vez que leí un artículo de opinión titulado con algunas de las siguientes palabras clave: Trump, Rusia, Ucrania, Musk, Zelenski, Putin, aranceles, defensa, rearme, seguridad. No albergo en la memoria la última ocasión en la que, voluntariamente, cliquee sobre alguna columna que anunciase una explicación sesuda sobre las decisiones enajenadas de los señores de la guerra. Y eso, que es prácticamente imposible escapar de la vastedad de textos que, a diario, inundan los espacios de opinión para relatarnos el prefacio de la tercera contienda mundial. Lo mío también es un acto político. Yo no leo columnas sobre geopolítca porque no puedo ni quiero saber más de lo que opinan unos pocos hombres acerca de otros poquísimos hombres poderosos, con la intención de darle la turra al total de todos los hombres. Men explain things to men. Justicia divina, supongo. Por más siesa que me ponga, me aburre soberanamente la clarividencia con la que algunos interpretan las causas inequívocas que vinculan la subida del precio de los aguacates con la política arancelaria. En cambio, me interesan mucho más las mal llamadas historias humanas, aquellas supuestamente destinadas al público femenino y que arrasan en las webs de los principales periódicos, como las que recordó la periodista María Hermida en su ponencia del foro As Mulleres que Opinan son Perigosas, un encuentro sobre periodismo con perspectiva feminista que se celebra en la ciudad de Pontevedra desde el año 2018.
El éxito de las historias de María Hermida se mide en las conversaciones generadas a raíz de su publicación, en las réplicas en otros medios y también en el número de visitas que la página de su periódico recibe cuando las publica y que se cuentan por miles y millones. A la empresa de María y a María les compensa que ella cuente sus historias, no es un acto de caridad lo que mueve la humanidad ni el amor a la profesión de María Hermida. Si María hace el periodismo que le gusta y da rentabilidad a su empresa es únicamente por dos motivos: tiempo y dinero. Porque el descanso y la remuneración justa también aumentan nuestra productividad y la capacidad para encontrar buenas historias, por más presentistas que nos pongamos. Y si las buenas historias se generan con tiempo, las columnas de opinión se escriben, directamente, con tiempo libre. El último informe publicado sobre la situación de las columnistas en España, datado también del año 2018, cifraba en solo un 20% las piezas de opinión escritas por mujeres. En 2025 tengo la sensación de que las cosas han empeorado. Atrás quedaron los estudios e informes desagregados por sexos que las principales asociaciones y colegios profesionales de España publicaban para arrojar luz sobre lo que todas padecemos: somos nosotras las que seguimos soportando más paro sectorial, más precariedad, más problemas de conciliación y de salud mental, más cansancio y, por supuesto, más invisibilidad en la primera línea del prestigio profesional.
Y mientras soportamos el agotamiento, criamos y creamos, también leemos y escribimos columnas que hablan del amor, de un amor alejado de la subordinación y del maltrato, de un amor que no mella nuestra autoestima sino que la engrandece, pues en la utopía de amar y de ser amadas, aspiramos a cambiarlo todo. Casi todas las columnistas hemos escrito sobre el amor a nuestros hijos y a nuestras amigas, a los hijos de nuestras amigas y a los de las desconocidas, a nuestras madres y padres, a nuestras mascotas, o al planeta. El amor también es una cuestión política y su ausencia y borrado de la agenda mediática en un contexto ultrabelicista como el que estamos viviendo, lo es. El aluvión de noticias y análisis funestos recibidos como metralla desde nuestras pantallas nos llevan a la parálisis y al miedo, nos invitan a desconfiar de todo el mundo y nos entristecen. Por eso, reivindico desde el periodismo las historias humanas como una forma de resistencia. No hablo desde la ingenuidad, hablo desde la necesidad de una tregua.
Escribe bell hooks, mencionada por la maravillosa Noelia Adánez en su ponencia en Mulleres que Opinan: “Es mucho más fácil hablar de pérdida que de amor. Es más fácil expresar el sufrimiento que provoca la ausencia de amor que descubrir su presencia y el significado en nuestra vida. Como nos han enseñado que el conocimiento reside en el cerebro y no en el corazón, muchos de nosotros creemos que, si hablamos de amor con fervor y emoción, se nos considerará individuos débiles e irracionales. Resulta difícil abordar el tema del amor en tales condiciones, especialmente cuando se quiere incidir en que muchas personas no saben lo que quieren decir cuando hablan de amor, o no saben cómo expresarlo.” Hace cinco años, cuando nos confinaron, algunos columnistas agrios y tediosos se pusieron a hablar del amor y de los cuidados como nunca antes. No hablaban del amor, solo de su ausencia en la medida en que les afectaba directamente.
Las historias que hablan del amor son todo lo contrario a la indiferencia, porque amar es, sobre todo, implicarse. Tal como recordó María Hermida, las historias humanas hablan de todo lo que importa, porque el impacto de los aranceles también se mide en sus condiciones de vida de las personas y en las violencias vividas, y son sus protagonistas los que las cuentan. Solo hay que saber escucharlas.
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