Opinión
Tiocianato de catalán


Por Israel Merino
Reportero y columnista en Cultura, Política, Nacional y Opinión.
Me flipaban de niño esos programas de control de fronteras en los que policías y guardas registraban maletas y pasajeros de vuelos calientes, como ellos los llamaban, en busca de dinero, tabaco de contrabando o drogas duras – cocaína, principalmente –. Lo que usaban era un liquidito especial, el tiocianato de cobalto, que echaban con un difusor en un papelito amarillo y restregaban por todo el cuerpo y equipaje del pasajero en busca de una curiosa reacción química: si se ponía azul, alpiste perdiste, no significaba definitivamente que llevaras más droga encima que un pijo en la discoteca Tiffany`s de Madrid, pero sí que habías estado en algún momento de hacía no mucho con la dichosita sustancia, y eso te jodía igual. Si alguien se mete una raya y estornuda cerca de ti, esto no es coña, puede ser que algún rastro minúsculo de farlopa se te quede en el cuerpo y que al pasarte el papelico dé positivo, lo que te provocará no una detención, claro, pero quizá sí que no puedas volar si es que tienes la mala suerte de que te toque antes de coger el avión; el tiocianato ese, que tiene nombre de paleto de Portillo de Toledo, es el chivato definitivo, el dios que tiene el destino de las fronteras en sus manos, la tragaperras a la que tienes que poner calentita para ver si te da un buen premio. A mí me fliparía que inventaran uno que midiera los niveles de catalanidad, así podríamos dárselo a Miriam Nogueras para que se echara la tarde en el Prat y se sintiera realizada, aburridita mía.
Con este lío que hay en el Congreso para todo, me ha dado por leer, nunca suelo hacerlo, el engendro firmado por el PSOE que, a falta de que sea aprobado en el Parlamento, transfiere las competencias sobre inmigración a la Generalitat de Catalunya. El texto no dice nada concreto todavía – ahí está la miga – sin embargo, la intención de Junts es que una vez transferidas las competencias, las leyes de inmigración sean modificadas al gusto, como la pimienta o las rayas, cuando ellos vuelvan a controlar el Parlament. Y esto no es cosa mía, ¿eh? Lo ha reconocido Puigdemont en uno de los mítines extraños que organiza para pedir perras.
El objetivo no es solo diferenciar sus leyes de inmigración de las del resto del territorio nacional – jódete, negrito mío, eres lo suficientemente bueno para vivir en Jaén, pero no en Les Gavarres –, sino también crear una serie de instrumentos con los que medir el grado de catalanidad de los inmigrantes, supongo que igual que Nogueras mide el grado de profundidad de los escalones de su piscina. Desconocemos con exactitud, pues el objetivo de las leyes de segregación es discriminar sin dar demasiados detalles, cuáles serán las normas que midan esa catalanidad, pero yo propongo crear el tiocianato de catalán para descubrir si los solicitantes de residencia dan positivo. Si no se les pone la cara con los colores de la estelada al pasarles el papelito por la cara, pueden lanzarlos en una catapulta hacia el otro lado del Ebro o directamente al Mediterráneo – seguro que están a tiempo de negociar con el PSOE las devoluciones en caliente –.
O igual me equivoco y quieren las competencias para facilitar la integración y el asilo a las personas que buscan un futuro mejor en Europa. Al fin y al cabo, los partidos nacionalistas suelen querer controlar las leyes de inmigración por su amor a los Derechos Humanos y las ciudades santuario.
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