MADRID
El 19 de septiembre de 1984, Manuel Fraga Iribarne publicó una carta en ABC. El fundador del PP acababa de regresar de Sudáfrica y rubricó un panegírico en toda regla hacia un "coloso de eficacia, potencia y riqueza". A lo largo de "diez días apasionantes" tuvo tiempo para entrevistarse con altos cargos del régimen segregacionista de Pretoria, entre ellos el ministro de Asuntos Exteriores, y constatar la pujanza económica del país en contraste con el catálogo de "inseguridad, luchas tribales, expulsión de extranjeros y corrupción" que atenazaban a los 51 estados africanos que habían logrado la independencia.
En ese momento, Nelson Mandela llevaba 21 años ininterrumpidos en la cárcel y aún le restaban otros seis más. El sistema de apartheid vivía sus días más crudos. Fraga no escribió una palabra sobre el líder negro. "He visto un notable avance en la integración racial", argumentó en su misiva. Pero sí elogió la "gesta" de los afrikaners, semejante, dijo el dirigente de la derecha española, a la "conquista del Oeste americano".
Para entonces, Fraga ya había mostrado su oposición a la creciente campaña de sanciones internacionales contra el apartheid sudafricano. "Después de ver lo ocurrido en Angola o Rhodesia (…) habría que pensárselo mucho para continuar la actual política de presión, bloqueo y discriminación sobre Sudáfrica", adujo en otro artículo publicado en El País tres años antes. En esta otra tribuna, desnudó sin complejos sus posiciones respecto al sur global. Y recriminó a los "grupos inmensos de europeos que parecen arrepentidos de haber sido los creadores de una gran civilización", en referencia al pasado colonial del Viejo Continente.
"Todo aconseja a los países occidentales entenderse y colaborar con un país como Sudáfrica, que está decidido a defenderse (...) y que no está dispuesto a ceder ante el terrorismo ni ante la retórica verbalista de ciertas organizaciones internacionales", sostuvo en relación a la ONU el político gallego y habitual aficionado a los safaris africanos. Ese mismo año, en enero de 1981, viajó a Israel para mostrar su firme respaldo al Gobierno del halcón Menájem Beguin y afear públicamente el acercamiento de España hacia la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). "Yo fui el único dirigente político que se negó a estrechar la mano de Arafat", presumió en Jerusalén.
Los argumentos que usaba Fraga hace cuarenta años para defender al régimen segregacionista sudafricano se parecen mucho a los esgrimidos hoy por un sector de su partido para apoyar sin fisuras a Israel, cuyo sistema cada vez más analistas y organizaciones internacionales comparan con el apartheid sudafricano. Aznar y Ayuso lideran las posiciones más graníticas en defensa del Gobierno de Tel Aviv. El ex presidente popular sostiene desde hace años que Israel es el "baluarte de Occidente" en una "región turbulenta" y, en su claro viraje prosionista, ha llegado a poner en duda la solución de los dos Estados consensuada por la comunidad internacional.
La posición de la derecha española con respecto al conflicto palestino ha sido, sin embargo, oscilante en los últimos años y así lo subrayan algunos analistas. Isaías Barreñada, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense de Madrid, señala un visible corrimiento hacia posiciones proisraelíes desde que Aznar abandonó la presidencia del Gobierno. "Tradicionalmente la derecha española no tenía una posición distinta a los sectores más progresistas en relación al conflicto palestino", argumenta. La orientación proárabe marcada por Franco arrastró la estrategia conservadora bien entrada la Transición democrática.
"El cambio se produjo con el ala neoconservadora del PP" reflexiona el experto en Oriente Medio, "cuando Aznar reorienta la política del partido hacia posiciones más atlantistas". En esa fase Florentino Portero y Rafael Bardají fueron piezas clave en el giro neocón del PP, según Barreñada. El deslizamiento de Aznar se hace evidente. De aquel líder de la derecha que en 1999 se plantó en Gaza para reunirse con Arafat y defender el Estado palestino "como garantía de seguridad de Israel" ya no queda nada. De hecho, nada más abandonar el Gobierno funda la Asociación de Amigos de Israel.
"Rafael Bardají, que fue asesor de Aznar en política exterior, terminará siendo uno de los responsables de Vox", indica el profesor de la Complutense. "Y eso explica por qué hoy en el arco político español los más proisraelíes son los más conservadores", agrega. En opinión de Barreñada, los sectores neoconservadores, incluso los más radicales, no tienen necesariamente que compartir las "posiciones sionistas", pero sí ven a Israel como una parte de Occidente, una potencia militar pronorteamericana y, sobre todo, "antimusulmana". "Y esos son elementos que se identifican con su ideario", señala.
Haizam Amirah Fernández, analista especializado en las relaciones internacionales de Oriente Medio, sostiene que hoy día pocos dudan en equiparar los sistemas segregacionistas de Sudáfrica e Israel. "Hasta hace algunos años plantear la palabra apartheid e Israel en la misma frase era tabú. Pero ya viene refrendado por numerosos informes y la acumulación de pruebas de organismos internacionales e instituciones respetadas de derechos humanos", asegura en conversación telefónica con Público. "Cuando en el mismo territorio se aplican dos sistemas jurídicos a dos pueblos diferentes, uno de ellos con enormes desventajas y falta de derechos y garantías, ahí está una definición del apartheid", explica.
El experto también encuentra paralelismos obvios entre el apoyo que las potencias occidentales prestaron al régimen discriminatorio de Sudáfrica y el que brindan casi cuatro décadas después a Israel. "En los dos casos lo identifican como uno de los nuestros", señala Amirah Fernández. Las potencias occidentales sostuvieron a Sudáfrica durante años por "intereses geopolíticos y económicos", según aduce el analista consultado, y eso se puede plantear también en el caso de Israel. Y agrega: "Un elemento clave en el cálculo de coste-beneficio es la percepción que las opiniones públicas desarrollan en torno a un régimen político y las prácticas que llevan a cabo. En el caso de Sudáfrica fue crucial el cambio en las opiniones públicas".
Tanto un país como otro se presentaban ante la ciudadanía como un "sistema compatible con Occidente, sus valores y sus intereses", razona Amirah Fernández. "Y fue la opinión pública la que ejerció presión y una campaña de aislamiento que, al final, supuso el desmantelamiento formal del régimen del apartheid". Ese cambio decisivo en la percepción social se produce cuando la opinión pública observa la "deshumanización del que es diferente" y en Gaza y Cisjordania se está viendo la "forma más desalmada" desde el 7 de octubre. "Asesinar a niños y matar de hambre a grupos humanos no es un valor compartido con Occidente", asegura.
Para el analista internacional, resulta crucial incidir sobre los "desincentivos" de los dos países para mantener sus regímenes segregacionistas. "¿Por qué en Israel hubo tanta movilización con Eurovisión?", se pregunta. "Porque la sociedad israelí y sus dirigentes quieren verse a sí mismos como un país normal y occidental, que participa en los concursos y los campeonatos deportivos. Y les da pánico perder ese reconocimiento exterior de que son parecidos a los occidentales. El desincentivo para abandonar esas prácticas vendrá por las campañas de presión. Porque es evidente que ni la ocupación, ni el apartheid, ni los castigos colectivos forman parte de la normalidad".
"Porque la sociedad israelí y sus dirigentes quieren verse a sí mismos como un país normal y occidental"
Haizam Amirah Fernández prefiere no entrar a valorar las posiciones de política internacional del PP. Pero recuerda que el Gobierno de Rajoy votó a favor de la incorporación del Estado de Israel como observador de las Naciones Unidas en 2012 y que dos años después llegó a imponer una suspensión de venta de armas a Israel tras un ataque bélico en Gaza. "Yo no creo que en España en el periodo democrático haya habido una división clara entre derecha e izquierda en el tratamiento del tema palestino", reflexiona. Y cita una encuesta realizada por el Instituto Elcano hace escasas semanas que revelaba que el 78% de los españoles y españolas apoyaban el reconocimiento del Estado palestino, mientras que una amplia mayoría de casi el 70% describía como "genocidio" la intervención israelí en Gaza. "Es cierto que desde el 7 de octubre ha habido posiciones dentro del principal partido conservador de España que han chocado con la línea tradicional hacia el conflicto. Y suponen también un choque con la opinión pública mayoritaria del país, incluida la mayoría de sus votantes. Habría que preguntarles cuál es el cálculo político que hacen", concluye el experto.
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