MADRID
El spray pimienta ha irrumpido en la campaña de las elecciones vascas. El candidato del PNV, Imanol Pradales, acabó este martes en el hospital después de que un hombre le rociase la cara con un aerosol en Barakaldo. El jeltzale ha reconocido que "no cree que hubiera un móvil político" en la agresión y el responsable ha sido detenido. La primera plana de la política estatal ha salido en tromba a condenar el ataque. "Para los que creemos en el respeto a los que piensan diferente, agredir a alguien por sus ideas convierte los hechos en doblemente graves", publicó Alberto Núñez Feijóo en su perfil de Twitter. El mensaje del conservador choca de lleno con la estrategia que ha seguido en los últimos meses su partido, normalizando la crispación como arma política.
El incidente podría quedarse en una anécdota si no fuera porque los ataques y las provocaciones son de todo menos anecdóticos. De Barakaldo a Oviedo, pasando por la Feria de Abril. Este fin de semana, María Jesús Montero fue increpada en Sevilla por un grupo de jóvenes. Los agresores la grabaron mientras le llamaban "traidora" en pleno recinto ferial, entre vestidos de flamenca y rebujitos. "Por siete votos tienes el culo roto", le espetó un hombre al presidente del Gobierno durante una visita al Hospital Universitario Central de Asturias. Pedro Sánchez también tuvo que soportar pitos, abucheos y gritos de "traidor" hace dos semanas durante una comparecencia en Dos Hermanas (Sevilla). Los puñetazos que le propinaron en plena calle al secretario general del PSOE de Ponferrada, los insultos de un grupo de universitarios contra María Chivite y los actos vandálicos en 150 sedes socialistas embarran los últimos pasos de la política nacional.
El 88,9% de los españoles considera que hay "mucha o bastante" crispación política en España, según los últimos datos del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). "La crispación salta de los parlamentos a la calle y aumentan los delitos de odio. Hemos pasado de las palabras a la acción. La extrema derecha se vanagloria del matonismo político, los ataques y los insultos. El PP guarda silencio y el silencio en estos casos te hace cómplice", detalla Anna López Ortega, doctora en ciencia política.
"Las cosas no se van a relajar hasta que la derecha gane las elecciones"
Las banderas con simbología franquista, las muñecas hinchables y las luces azules de los antidisturbios se han dado cita durante todo el mes de noviembre en Ferraz. Los manifestantes, convocados por las juventudes de Vox, quedaban para gritar consignas como "España cristiana, nunca musulmana", "Pedro Sánchez, hijo de puta" y "Marlaska, maricón". La tibia condena de los representantes políticos ha decolorado todas las líneas rojas que todavía se mantenían en pie.
"La falta de reprobación anima a los votantes a escalar en esta espiral de violencia e ir más allá, porque se sienten autorizados. Dicho esto, creo que el problema no está tanto en la condena como en el escenario previo. Los políticos no pueden tratar de apagar un incendio que ellos mismos han encendido. Si nos dicen que Pedro Sánchez es un golpista, ¿por qué no vamos a querer pegarle?", se pregunta Javier Lorente, profesor de Ciencia Política en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid.
"Lo de normalizar el llamarle 'hijo de puta' a un presidente del Gobierno es algo que no recuerdo en 50 años de democracia. Las derechas están alimentando un discurso muy polarizado. No pueden venir a frenar lo que primero han calentado", añade el politólogo. Lorente se refiere con estas palabras al polémico "me gusta la fruta" de Isabel Díaz Ayuso. Esta fue la guinda que la presidenta madrileña le puso al pastel, primero como insulto y luego como imagen de marca. El "que te vote Txapote" vino mucho antes, un eslogan al que se agarraron PP y Vox sin tener en cuenta la opinión de las víctimas del terrorismo. La intensidad de los ataques no ha bajado desde el pasado mes de noviembre –coincidiendo con la investidura de Pedro Sánchez– y, entre medias, también han sonado consignas como "puto rojo el que no vote", "no es una sede, es un puticlub" y propuestas para "colgar de los pies" al líder del Ejecutivo.
"Estas reacciones violentas las podemos entender como una respuesta a los avances sociales en términos de derechos, sobre todo para las minorías. La extrema derecha aprovecha para penetrar en contextos donde la pobreza se está expandiendo. Las elites empujan a estos grupos precarizados y los animan a utilizar la violencia contra los enemigos políticos", explica Jule Goikoetxea, filósofa política. Los discursos más extremistas suelen prender en sectores de la población con dificultades económicas. La juventud es uno de esos sectores, motivo por el que Vox ha centrado su estrategia en las redes sociales y las plataformas de streaming.
La polarización llega al terreno emocional
Las fuentes académicas distinguen entre la polarización ideológica y la polarización afectiva, que es la que salta al terreno emocional. Los votantes ven en estos casos al adversario como un auténtico enemigo. "El PP y Vox se jactan de convertir a los rivales en impostores. Este es el caldo de cultivo perfecto para enfrentarse a ellos. Los políticos son un altavoz, un referente, y por eso tienen que replantearse sus discursos", matiza Anna López Ortega. La escalada de la violencia coincide con el ascenso de la extrema derecha a nivel europeo.
"La expansión del fascismo empieza ahora"
"Los hombres jóvenes son los que lideran estas reacciones. La extrema derecha y sus votantes se enfadan contra todo lo que se sale de sus esquemas. El PP y Vox buscan culpables y señalan a los que, según ellos, son los malos. Lo que no tienen en cuenta es que son gente de carne y hueso a la que dejan expuesta a posibles ataques", sostiene Goikoetxea. El PSOE ha publicado este miércoles un recopilatorio con los insultos y agresiones recibidas durante los últimos meses y ha invitado al líder de los populares, Alberto Núñez Feijóo, a reflexionar sobre sus alianzas con los de Santiago Abascal.
Javier Lorente, profesor de Ciencia Política en la Universidad Rey Juan Carlos, recuerda cómo ha cambiado la situación en apenas una década. "En 2015, Pedro Sánchez le dijo en un cara a cara electoral a Mariano Rajoy que no era un político 'decente' [por los escándalos de corrupción que lo salpicaban]. El PP se revolvió, pero ahora son ellos los que le llaman 'hijo de puta' y 'terrorista' al presidente", subraya. El tono de los nuevos líderes de Génova, con Tellado, Ayuso y Mañueco a la cabeza, distancia cualquier posible giro a la moderación.
¿Hasta dónde vamos a llegar?
"Las cosas no se van a relajar hasta que la derecha gane las elecciones y la izquierda decida ponerle freno al asunto desde la oposición. De todos modos, hubo épocas en las que hemos estado mucho peor", vaticina Javier Lorente. La politóloga Anna López Ortega prefiere mantenerse alerta y pone en duda este pronóstico. "La derecha y la extrema derecha han llegado a muchos gobiernos autonómicos y no se han relajado, más bien todo lo contrario. El PP se ha puesto el traje de Vox. Todo dependerá de la hoja de ruta que adopten los populares", señala. En lo que Feijóo se decide, los insultos, puñetazos y acusaciones de "traición" siguen embadurnando las calles y los parlamentos de todo el país. "La política es difícil de predecir, pero la expansión del fascismo empieza ahora. Lo que no sabemos es si habrá una respuesta desde ciertas posiciones de izquierda o si continuarán hasta controlar todas la instituciones", sentencia Goikoetxea.
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