MADRID
Actualizado:Los hitos que han cimentado la democracia corren el riesgo de desaparecer bajo el polvo de los archivos y hemerotecas. Lejos queda aquel 3 de marzo de 1976, cuando Vitoria se convirtió en el escenario de la mayor matanza de la Transición. La policía armada gaseó la iglesia de San Francisco y provocó la estampida de miles de personas que se refugiaban en su interior. Era día de huelga general y el Gobierno predemocrático no podía permitirse un molesto movimiento asambleario que reclamaba un aumento de los salarios. A su salida del templo, los agentes dispararon contra los trabajadores: hubo cinco muertos y 150 heridos. Aquella noche, henchido de rabia, Lluís Llach compuso Campanades a morts y, de paso, le echó una maldición a los autores intelectuales de la masacre: que la memoria de los muertos les persiga hasta su propia muerte.
Madrid ha recordado hoy aquella tarde con la proyección de Llach, la revolta permanent, un documental dirigido por Lluís Danés que zarandea el fantasma de aquel franquismo sin Franco. Una película necesaria que encumbra la figura del cantautor —un año antes de su despedida de los palcos— con la excusa de Vitoria. O, según se mire, que recupera los asesinatos en la capital vasca de la mano del artista, cuya tuneladora lírica horadó el macizo del régimen al son de L'Estaca y otros himnos revolucionarios. “Pido perdón por el ejercicio egocéntrico, pero es una buena excusa”, dijo Lluís Llach tras los aplausos recibidos en el Auditorio Marcelino Camacho, escenario del acto de apoyo que le brindó la Red de Ciudades por la Justicia y la Memoria al Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz en su querella contra aquellos crímenes. “Aún nadie ha reconocido nada”, se lamentó el cantautor, quien ha colmado de palabras cuarenta años de silencio, el mismo que protagonizó el primer minuto del encuentro, en homenaje a las víctimas de la violencia machista.
Junto a él, el alcalde de la ciudad, Gorka Urtaran (PNV), y el productor del filme, Jaume Roures, quien consideró que “no es aceptable socialmente que se dé la callada por respuesta”. Al contrario que los muertos del terrorismo, insistió, “estos no han sido reconocidos”, por lo que denunció el “incumplimiento sistemático de las leyes que no convienen”. El último ejemplo ha sido el reciente sobreseimiento de dos querellas presentadas el pasado octubre en un juzgado de la capital vasca porque su titular consideró que los delitos habían prescrito, una decisión que será recurrida por las instituciones locales. “No se ha hecho justicia, pero tampoco se ha pedido perdón”, denunció Urtaran, quien recordó que un tribunal militar reconoció en su día el delito de homicidio, aunque la denuncia cayó en saco roto porque no se pudo demostrar quiénes habían sido los autores de los disparos efectuados tras la asamblea de trabajadores celebrada en la parroquia del barrio de Zaramaga.
“Cualquier alcalde que se precie tiene que estar al lado de las víctimas, tanto del terrorismo como de la vulneración de la justicia”, añadió. “Ésta no ha funcionado, algo absolutamente inaceptable, porque sigue actuando igual que entonces”, se quejó Urtaran, quien abogó por “romper el muro de impunidad”. Para ello, ha solicitado una audiencia al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, para que pida perdón por “unos asesinatos cometidos por los representantes del Estado”, al igual que hizo el expremier James Cameron con los acribillados en el Domingo Sangriento de Derry, donde catorce manifestantes norirlandeses por los derechos civiles sucumbieron ante las balas de un regimiento de militares británicos. “Salvando las distancias, ese caso es muy similar al nuestro. El Gobierno es el último responsable, por lo que seguiremos defendiendo a los trabajadores asesinados en Vitoria y a las víctimas del franquismo, porque se merecen nuestro apoyo”.
El documental sobre Llach —quien tuvo el “placer” de presentar a Urtaran como “casi la única institución que ha cumplido con su deber” en medio del “desierto” administrativo— pudo ser otro. Aunque el cantautor pidió disculpas por “la pedantería de estar ahí todo el rato”, en realidad cedió el protagonismo a las víctimas de la matanza. Jaume Roures explicó cómo se gestó la cinta, que en origen pretendía envolver el regalo que ha supuesto Llach tanto para la canción como para la lucha antifranquista: “Lluís tenía que jubilarse y queríamos recoger su vida y mostrar el papel que había jugado. Como faltaba poco para el trigésimo aniversario de Vitoria, pensamos que podía ser el gran hilo conductor, y la idea nos salió redonda”. El productor valoró la película como un legado para los más jóvenes, pues entiende que contribuye al “trasvase generacional” entre los que sufrieron la represión y los que apenas han conocido el 15-M como ejemplo de movilización.
“Para mucha gente es un tema marginal y olvidado, cuando en Euskadi se vive muy profundamente”, añadió Roures, quien comparó ese “ambiente” y esa “vivencia” a lo que los catalanes sienten por el asesinato de Puig Antich, objeto del documental Salvador. “Hemos hecho un trabajo importante con la cinta, que ya ha sido proyectada ante 18.000 estudiantes”, explicó el productor, quien también produjo la película sobre el anarquista. Su dureza —el militante del Movimiento Ibérico de Liberación fue condenado a muerte y ejecutado por garrote vil en 1974— forzó a los responsables de la cinta a dejar claro en los rótulos que su contenido era real. “Lo decidimos así para recordar que algo tan bestia había ocurrido realmente”, concluyó Roures, quien valoró la reciente decisión del Ayuntamiento de Barcelona de llevar su caso ante los tribunales. Todavía queda camino por delante, añadió Llach, agradecido por la “ayuda” de países como Argentina y Chile para “poner en evidencia los desastres cometidos” y todavía pendientes de resarcimiento. “El Estado aún no se ha dignado a pedir perdón, estuviese quien estuviese en el Gobierno: ni la derecha ni la pseudoizquierda”, concluyó el icono del antifranquismo. “Tenemos que seguir peleando, porque aún queda mucho por limpiar”.
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