madrid
El Mundial de Catar se ha convertido en el más señalado de los últimos 44 años. En 4 décadas ningún torneo ha tenido tanta polémica como este. ¿Servirá de algo? El tiempo lo dirá.
Pero el que fue igual o más cuestionado que este siguió adelante, pese a todo. Hablo del Mundial de Argentina de 1978, celebrado durante la dictadura militar de Jorge Rafael Videla. Al igual que hoy, en aquel entonces también hubo llamamientos al boicot. Al igual que hoy, también fueron residuales. Terminaron en nada. Al igual que el emirato, la dictadura militar argentina gastó millones en una campaña de lavado de imagen. Pero vamos pasito a pasito.
Ese Mundial Argentina lo empezó a buscar muchísimo antes del golpe militar. Finalmente en los años sesenta la FIFA se lo concedió y su organización fue ratificada por militares el propio 24 de marzo, tan solo unas horas después de que se consumara el golpe de Estado.
En el hecho de que decidieran seguir adelante con Argentina como sede, muchos destacan el papel del entonces presidente de la FIFA brasileño Joao Havelange. Durante años han existido sospechas acerca de un posible soborno a Havelange por parte de Videla a cambio del apoyo para la organización del Mundial. Se llegó a especular que Videla le regaló un campo al presidente de la FIFA, una acusación por la que Havelange incluso fue interpelado por el parlamento brasileño. Él lo negó todo, desde luego.
Aparte de los genocidas argentinos, el tipo se codeaba con Augusto Pinochet, a quién le concedió el Mundial Sub 20 de 1987. Un detalle nada menor: se ve que Havelange estaba bastante conforme con la Operación Cóndor y no le importaba echarles una manita a sus impulsores. Así que fuese como fuese, a cambio de campos o desinteresadamente, habría sido con gusto.
El Emirato catarí se ha gastado 229.000 millones de dólares en infraestructuras, una cifra descomunal equivalente prácticamente al PIB del país. Y decenas de estos millones se han dedicado a campañas comunicativas para recuperar la imagen de Catar.
Los genocidas argentinos también vieron en el evento deportivo una oportunidad para lavarse ante el mundo. Las preparaciones implicaron un gasto diez veces superior al planeado. Contrataron una agencia de comunicación para asegurarse de que no se escapara nada de lo que estaban haciendo.
Hace unos años se desclasificaron los documentos de aquella época, y han salido a la luz muchos detalles sobre la preparación del mundial. Lo que trasciende de esos documentos es que la cúpula de Videla estaba bastante emparanoiada y veía conspiraciones por todos lados. Mientras desaparecían a personas y robaban bebés nacidos en cautiverio, se empeñaron en armar toda una 'maquinaria' para contrarrestar lo que llamaron la "acción psicológica emprendida por intereses y grupos extranacionales dirigida contra el prestigio de la Nación Argentina en el exterior". Para ello, empezaron a enviar órdenes a sus embajadas por el mundo exigiendo que se aprovecharan todos los eventos en los que participaban argentinos (congresos, competiciones, actos culturales) para mostrar una imagen favorable del país.
Esas ordenes salían de la Cancillería y fueron firmadas por el capitán de fragata Roberto Perez Froio. Fue director general de Prensa y Difusión del Ministerio de Relaciones Exteriores y usó como mano de obra gratuita a detenidos desaparecidos y torturados en la Escuela de Mecánica de la Armada, la ESMA.
Pero el problema fue la campaña de desprestigio de las autoridades argentinas. Y para resolver ese problema, esas "autoridades argentinas" también buscaron vínculos con agencias de noticias para que publicaran informaciones favorables. Se aliaron con la editorial Atlántida que les sirvió de lavandería. La revista deportiva El Gráfico, Gente y Somos se convirtieron en portavoces del régimen.
Entre los documentos desclasificados también están denuncias que enviaban embajadores argentinos a la Cancillería sobre "presencias molestas de argentinos" en Europa. El embajador en Alemania, por ejemplo, se quejó en una comunicación de un grupo de manifestantes que dejó en el consulado en Dusseldorf una pintada que decía: "Fútbol sí, torturas no". En otro documento secreto se informó al Ministerio de Exteriores que durante una Conferencia de prensa en Ginebra, un periodista de origen judío criticó a la junta militar por su antisemitismo y abogó por el traslado de la sede del Mundial a Brasil o a los países del Benelux.
Aquella vez Argentina logró su primer título de campeón, de hecho. El 21 de junio de 1978 le metió seis goles a Perú y pasó a la final. Necesitaba meter cuatro goles para desplazar a Brasil en la clasificación. Esos seis goles a Perú dieron para unas cuantas polémicas: se sospechó, sin pruebas, que la junta militar habría acordado el resultado con los poderes peruanos.
Videla, según testimonios de futbolistas, entró en el vestuario a saludarlos poco antes del inicio de aquel partido. Lo acompañaba el exsecretario de Estado de EEUU, Henry Kissinger, uno de los autores del concepto 'realpolitik', que fue invitado en el marco de ese esfuerzo por vender una buena imagen al exterior.
¿Alguna vez la FIFA rectificó su decisión a raíz de numerosas denuncias? Que sepamos, no. El Mundial de 1994 de EEUU se celebró poco después de la Primera Guerra del Golfo en la que en algo más de un mes EEUU le lanzó centenares de miles de bombas al pueblo iraquí, bombas de racimo incluidas. De hecho, cuando la FIFA intervino, fue en contra de los que denunciaban torturas y a favor de torturadores. No es una exageración. En 1974 la Unión Soviética se negó a jugar frente a Chile en el Estadio Nacional de Santiago que la dictadura de Pinochet utilizaba como centro de detención y tortura de opositores.
Así que, como ven, el oscurantismo de la FIFA en la elección de la sede del torneo, la utilización de un evento de semejante talla para maquillar tiranías serviles a los intereses de EEUU, no empezó en Catar. Ni parece que se vaya a acabar allí.
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