El Polígono Sur de Sevilla quiere 'el 30', 'el 31', y 'el 32' de vuelta: "¿Y ahora cómo voy a la compra?"
Los mayores del barrio son los más afectados por la supresión de las paradas. Caminar 400 metros hasta la siguiente parada, para una persona con la cadera mal, para quien tenga 90 años, puede ser un suplicio.

Sevilla--Actualizado a
"Aquí hay más gente buena que mala"; "no hay derecho"; "aquí no tienen que pagar las personas mayores por pecadores"; "matan moscas a cañonazos"; "que le metan una multa a los padres si son niños quienes lo hacen"; "nosotras no tenemos culpa de nada"; la inmensa mayoría de la gente no generamos los problemas, los padecemos"; "estamos aquí personas encerradas"; "se van los servicios públicos y todo es una cadena... y la salud empeora"; "algún autobús tienen que poner: hay personas mayores"...
Ana, Isabel, Mar, Reme, Rebeca, Pepita, Luisa, Manuel, Juan... Las vecinas y los vecinos del Polígono Sur de Sevilla reclaman con esa contundencia reseñada en el párrafo anterior la vuelta de las líneas de autobús 30, 31 y 32 que el Ayuntamiento de Sevilla, gobernado por el PP, retiró de varias calles de la barriada, sin previo aviso al vecindario, según lamentan.
Fue una decisión política —tomada con el argumento de la inseguridad y de un supuesto incremento de los incidentes: los conductores han planteado denuncia ante la inspección— que no tiene precedentes desde la llegada del comisionado (en 2017 fue la Inspección de Trabajo quien obligó a paralizar el servicio del 31 y el 32, pero la situación se resolvió con agilidad y se pudo restablecer el recorrido).
Una breve pegatina en letra menuda, la que da problemas a quien padece de presbicia, colocada en la parada hasta ahora numerada como 150, de la línea 31, anuncia su supresión sin más explicaciones. "Las paradas más cercanas se encuentran en Padre José Sebastián Bandarán", se puede leer. Según la herramienta de mapas de la empresa Google son 400 metros de distancia, que son 800 en realidad: ida y vuelta.
"Aquí no hay que contar metros. Lo que está mal, está mal. Soluciones hay, toda la vida llevamos con el autobús. Incluso cuando el barrio estaba mal del todo, ha pasado el autobús. Nunca hemos estado sin autobús", dice Ana.
Este asunto, pues, va de cómo se hacen esos metros y del estado de ánimo en el que se caminan: en el Polígono Sur, esos 400 metros se hacen estos días con indignación, desconcierto y, de nuevo, con una profunda sensación de abandono. La distancia es siempre relativa. Depende así de la edad, de si llevas andador o una pesada compra, de si hace calor, si llueve o si el viento invernal te hiela los huesos.
Si tienes 90 años, por ejemplo, esos metros, 400, pueden ser una distancia abismal. Y más si no te han avisado de que la parada se suprimía: "Había una señora de 90 años. No sabía que no pasaba el autobús. Así que la acompañé [a la siguiente]. Quince minutos caminando. Llegó asfixiada", asegura a Público una de las vecinas del barrio de toda la vida, una de las que tenía una parada de autobús enfrente de casa y, zas, de la noche a la mañana, ha dejado de tenerla. Lo mismo le sucedió a la hija de otra vecina, que trabaja en una guardería en otro barrio, y que contó a Público que llegó una hora tarde a finales de la semana pasada a trabajar. Se fue pronto por la mañana, como siempre, a la parada del autobús, pero el autobús ya no pasaba. Un servicio público, otro más, que se pierde, de momento, sin fecha de retorno.
"Aquí viene el amazon, los mandaos los trae el supermercado. Esto sale por prensa, ahora las empresas dirán que ya no entran", añade, con temor a que suceda lo que ya está pasando. "Con una empresa de venta de muebles ya me pasó el otro día", tercia Maribel. "Me dijeron: 'uy, ahí no vamos'. Pues quédate con el sofá", dice que dijo. "El conductor no quiere venir. Luego será el cartero, ahora al barrendero....", lamenta Ana.
"Y ahora vuélvete [a casa] cargá", cierra Maribel. "Yo ya no puedo más. ¿Y ahora cómo voy a la compra?", se plantea otra vecina. En el Polígono, están los comerciales, donde se venden frutas y productos básicos, pero la compra del mes y algunas otras compras se hacen fuera, en los supermercados cercanos —dentro no hay ninguno—. "Yo no puedo ya hacer la compra con el carro tirando. Voy por el pan, me organizo y lo puntual o algo que necesito", dice otra vecina. Para el resto, la compra de la semana o la del mes, hace falta ir a los supermercados, que están fuera del barrio.
Trasiego interior
Problemas similares afrontan estos días quienes tienen problemas de cadera, quienes caminan con andador, quienes tienen que ir al centro de salud, al psicólogo, donde sea. Los autobuses no solo dan un servicio hacia afuera, hacia el centro y conectan el Polígono con la ciudad. También ayudan al trasiego interno. De una parada a otra, dos paradas, 400 metros, 800, los que sean: los mayores hacen mucho uso del autobús dentro del propio Polígono.
Por ejemplo, también para acudir al Centro de Participación Activa para Personas Mayores del Distrito Sur, donde se imparten multitud de talleres y a donde acuden mujeres y hombres, en menor medida, a compartir, a saludarse y a reir. Es un centro en el que entra el sol, en el que hay luz y en el que la gente, con todos los problemas, hace cosas que los divierten.
¿Cómo estás? pregunta Público a una usuaria de ese centro para mayores. "Indignada", responde. "A esto no hay derecho, venteando y luego con la calor. A esto no hay derecho. No tenemos culpa de nada. No es solución quitarlo. No puedes quitar el servicio. Ahora esto y mañana me quitas el barrendero", agrega otra. "Estoy destrozaíta. Al final vine andando". ¿Ha tardado mucho tiempo? "Media hora, pero tela. Las piernas no las tengo yo muy buenas", añade otra.
Zonas que dan "calambre"
El barrio, cierto es, nadie lo sabe como quién vive allí, tiene zonas que dan "calambre", marihuana, tráfico de drogas... La supresión obliga a algunas personas a transitarlas para llegar a la nueva parada. Una de ellas, de 13 años, hija de Rebeca, tuvo un "susto" el otro día: "La estaba persiguiendo un hombre", dice la madre. Desde entonces, la acompaña o bien el padre o bien la madre. 400 metros pueden ser también eternos.
"Nos repercute a todos que haya esta discriminación. El autobús debe de venir. Que pongan un policía dentro. Hay derecho a un autobús, por supuesto. No se debe de aislar [el barrio]. Sí hace falta seguridad. [Los conductores] van con miedo. Al del autobús no le pueden dar [pero] el servicio total no lo pueden quitar", afirma otra usuaria del centro de mayores. A ella no le afecta directamente la supresión de las paradas, pero afirma: "Comprendo que hay muchas personas que están afectadas. Si a mí me afectara, no me callaba".
Se habrán dado cuenta, si han llegado, hasta aquí, de que en esta crónica se identifica a las personas por su nombre de pila y se dan pocos datos más. Así lo han solicitado a Público ¿La razón? La mirada del resto de la ciudad —clasista y racista en numerosos casos, lamentan las vecinas— sobre quien vive y lucha y camina en el Polígono Sur, ahora mínimo 800 metros más —400 de ida y otros 400 de vuelta— produce este efecto: la gente prefiere el anonimato por miedo a ser señaladas por los otros.
Esto es, pues, lo que dicen, Ana, Isabel, Mar, Reme, Rebeca, Pepita, Luisa, Manuel, Juan, esta es su voz: "Pago mis impuestos, como cualquier persona"; "no son empresas privadas, son públicas"; "que me lleven a donde haya servicios públicos"; "al del autobús no le pueden golpear"; "hay muy buenos arreglos para que al conductor no le pase nada"; "no es justo, aquí hay mucha gente trabajadora que se gana el pan"; "Pepita, pobrecita, está fatal de las piernas, le cuesta un cuarto de hora"; "todo el mundo quiere el autobús"; "es el problema que tenemos los que somos trabajadores: el agua, la lluvia y todo"; "no es lo mismo cruzar la carretera hasta la parada que caminar los metros hasta la otra"; "que tengan que pagar justos por pecadores por todo... este es un barrio trabajador de toda la vida"; "no tenemos protección ninguna"...
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