málaga
En menos de una semana, el genetista chino He Jiankui ha convulsionado a la comunidad científica mundial, que se mueve entre el escepticismo y la indignación. Si a principios de semana anunciaba la utilización de la técnica CRISPR/Cas9 en dos gemelas para hacerlas resistentes a enfermedades como el VIH, apenas cuatro días después y bajo un aluvión de amenazas de acciones legales, revelaba la existencia de un tercer embarazo empleando la misma técnica de ingeniería genética.
De su primer experimento nacieron las gemelas Lulu y Nana, llamadas a protagonizar otro hito de la genética, aunque más comparado con el de la oveja Dolly, el primer animal clonado genéticamente, que con el de Louise Brown, la primera ‘bebé probeta’, pues se han transgredido las líneas rojas de la investigación con seres humanos, según coincide el grueso de la comunidad científica. En este sentido, sus colegas exigen que el trabajo sea verificado de manera independiente.
Sin embargo, éste no fue su único ensayo: He aseguró que su trabajo se ha desarrollado con hasta siete parejas, entre las que se encontraría el segundo embarazo anunciado y cabría la posibilidad de alguno más. Su revelación tenía lugar durante un simposio sobre la Edición del Genoma Humano en la Universidad de Hong Kong, en la que justificó de nuevo su trabajo aunque admitió no estar avalado por ninguna institución oficial. Asimismo y aunque posteriormente las propias autoridades china se lo han prohibido, avanzaba que interrumpirá por un tiempo sus experimentos dada la controversia surgida.
Opacidad en la investigación
Los experimentos, según explicó el propio genetista, se desarrollaron con el hombre como portador del VIH y once embriones, utilizados en seis intentos de implantación. El proceso consiste en la eliminación de las copias del gen CCR5, un receptor del VIH, en una de las gemelas, si bien en la otra se dejó, siendo susceptible a la infección –otro de los puntos que no han terminado de entender buena parte de la comunidad científica.
Entre los reproches de la comunidad científica destaca, sobre todo, la falta de transparencia en toda la investigación. Esta opacidad despierta el recelo de sus colegas, a los que hasta la fecha no ha revelado ni cómo obtuvo realmente la financiación para los experimentos ni mucho menos los nombres de los científicos de China, EEUU y Reino Unido con los que dice que compartió sus resultados. El periódico South China Morning Post sí ha desvelado que algunas de las empresas nuevas de biotecnología participadas por He (Shenzhen Direct Genomics Biotechnology y Shenzhen Vienomics Biotech) habrían recibido al menos 298 millones de yuanes (43 millones de dólares) de empresas chinas e internacionales de capital de riesgo.
Todo alrededor de su trabajo rebosa irregularidades por los cuatro costados, desde el hecho de que el hospital HarMoniCare, con el que dice haber colaborado, desconociera estos experimentos –y, de hecho, lo ha demandado por fraude al supuestamente haber falsificado documentos del comité ético- hasta la propia Universidad del Sur de Ciencia y Tecnología de China (SUST) en la que trabajaba, que no sólo no tenía conocimiento del asunto sino que asegura, además, que He solicitó una excedencia el pasado mes de febrero hasta 2021.
He no ha aclarado cuestiones tan esenciales como por qué seleccionó el gen CCR5, cuando hay otras maneras de prevenir el VIH, o por qué optó por padres infectados en lugar de madres, si son éstas las que presentan una mayor probabilidad de transmitir el virus a sus hijos e hijas.
Según Nature, expertos asistentes al simposio como Robin Lovell-Badge, biólogo en el Instituto Francis Crick en Londres, creen que “no hay razón para no creerle”, aunque matiza que “simplemente, no estoy convencido”. A pesar de la opacidad que envuelve al trabajo de He, la escasa información revelada ha servido para horrorizar a otras expertas como Jennifer Doudna, bioquímica de la Universidad de California en Berkeley y una referencia a nivel mundial en la técnica genética CRISPR/Cas9. Doudna asegura que el proceso seguido por el genetista chino "fue inapropiado en muchos niveles".
Demasiada incertidumbre
José Alberto García Sanz, científico titular del CSIC y jefe del laboratorio de Genética del Cáncer, indica que “desde el punto de vista técnico, era previsible que funcionaría, porque ya se han realizado experimentos similares en animales”. Sin embargo, matiza, “es muy grave que se hayan evitado toda la serie de filtros necesarios para algo así y que, incluso en China, de haberlos pasado no se habría permitido tal trabajo”.
García Sanz explica que “la elección del gen CCR5 es acertada porque es un receptor del VIH, el problema es la técnica CRISPR/Cas9, que todavía no se conoce lo suficiente”. Por un lado, el científico del CSIC señala “que no sabemos qué más podía hacer ese gen” y, por otro, advierte que "con esa técnica puedes estar provocando otras mutaciones sin querer o al azar en el genoma cuyas consecuencias pueden verse dentro de 40 o 50 años".
Fernando Abellán, asesor jurídico de la Sociedad Española de Fertilidad (SEF), también se muestra muy crítico con el trabajo de He, “que ha empleado técnicas experimentales y ni siquiera ha ponderado los potenciales beneficios y daños, modificando genéticamente a personas sanas”. Abellán incide en que “hasta hace muy poco se hablaba de ‘genoma basura’ por considerar que no portaba información alguna cuando, en realidad, era que no sabíamos interpretarla”.
Tras conocerse el trabajo de He, el doctor en Biología Molecular y Bioquímica y fundador de Sinae (asesoría científica especializada en Medicina Reproductiva y Genética), José Antonio Horcajadas, apunta uno de los grandes temores, compartido por el resto de la comunidad científica: la eugenesia, es decir, la selección artificial de seres humanos.
Precisamente para evitar este punto, Íñigo de Miguel Beriain, investigador de Derecho y Genoma Humano en la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) y profesor investigador de Ikerbasque (Fundación Vasca para la Ciencia) sostiene que es preciso desarrollar un marco normativo claro y actualizado, porque de lo que no le cabe duda, es de que "en algún momento se llegará a la edición genética en investigación clínica; hay que definir el cuándo y el cómo".
Un Convenio de hace 20 años
Desde un punto de vista legal, las prácticas de He inquietan a su propio gobierno, tal y como ha evidenciado el viceministro de Ciencia y Tecnología chino, Xu Nanping, al recordar que desde 2003 está prohibida la investigación in vitro de células madre embrionarias humanas más allá de 14 días. Con todo, en China la legislación es más laxa en esta materia y, si es autorizado por un comité de ética, incluso, podría implantarse en un útero un embrión modificado genéticamente. El de Lulu y Nana no ha sido el caso y la Comisión Nacional de Salud de China ya ha encargado una exhaustiva investigación a la Comisión de Salud de Guangdong, la provincia en la que se ubica la universidad de He.
Aunque hace tres años, un equipo de investigación de la Universidad Sun Yat-sen de Guangzhou modificó los genes de unos embriones humanos para mejorar su resistencia a la infección por el VIH, éstos no fueron implantados. De este modo, tras el experimento de He, las críticas en China también han llegado desde entidades como la Academia de Ciencias, la Sociedad de Genética o la Sociedad China para la Investigación de Células Madre.
De Miguel explica que el trabajo realizado por He está prohibido por el conocido como Convenio de Oviedo de Bioética de 1997, esto es, el convenio europeo para la protección de los derechos humanos y la dignidad del ser humano con respecto a las aplicaciones de la biología y la medicina. Concretamente, en su artículo 13, especifica que “únicamente podrá efectuarse una intervención que tenga por objeto modificar el genoma humano por razones preventivas, diagnósticas o terapéuticas y sólo cuando no tenga por finalidad la introducción de una modificación en el genoma de la descendencia”.
Desde su punto de vista, "una normativa que data de hace veinte años, en el contexto de la ciencia y lo rápido que ésta evoluciona, es como si habláramos de la prehistoria". De Miguel considera que las normativas actuales deben ajustarse a la nueva realidad, pues su redacción original “abre la puerta a diferentes interpretaciones sobre lo que realmente se quería prohibir, cayendo en ambigüedades” que podrían dar cabida a cierto tipo de experimentos.
En todo caso, el investigador de la UPV/EHU apunta que atendiendo tanto a la Ley de Investigación Biomédica como al propio Código Penal y, “especialmente, cuando nos referimos a descendientes, la modificación genética es hoy por hoy impensable”. En este sentido, Horcajadas subraya que "no podemos aprobar el trabajo de He, sobre todo porque porque ya existen métodos como la selección embrionaria, que evitan tener que recurrir a la manipulación genética para eludir enfermedades".
En cuanto a los temores de que He haya abierto la caja de Pandora y a partir de ahora se produzca un exceso de celo que derive en un endurecimiento legislativo que suponga un grave freno para los avances conseguidos en genética hasta la fecha, el asesor jurídico de la SEF, Fernando Abellán, se muestra optimista, descartando esa posibilidad. Sin embargo, se muestra más preocupado por “el posible desprestigio de la comunidad científica si no se ataja de inmediato”. En su opinión, “el rechazo masivo que se ha producido dignifica a los científicos y les deja fuera de ese saco”, en el que, afirma, "se ha tratado a los seres humanos como cobayas”.
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