Madrid
Si leemos las columnas de opinión de cualquier medio al azar, probablemente nos toparemos con alguna crítica más o menos velada sobre la juventud actual. “Menos respetuosos”, “menos inteligentes”, “menos emprendedores” o incluso “más vagos” son ideas que subyacen en determinados artículos y que también están presentes en el imaginario colectivo de parte de la sociedad. Pero no es algo raro, es un pensamiento que se lleva repitiendo durante siglos.
“Los adultos se han quejado de la juventud desde, al menos, el siglo IV a. C.”, explica a Sinc John Protzko, investigador del departamento de Psicología y Ciencias del Cerebro de la Universidad de California en Santa Bárbara (Estados Unidos). En un estudio publicado en la revista Science Advances, el autor y su compañero Jonathan Schooler han analizado por qué los adultos se suelen quejar de los jóvenes y qué mecanismos psicológicos están detrás de estas críticas. En concreto, se refieren a los millennials (nacidos desde principios de los 80 hasta mediados de los 90) y a la generación Z (nacidos desde mediados de los 90 hasta mediados de los 2000).
La primera conclusión a la que han llegado es que las personas más autoritarias son las más proclives a pensar que los jóvenes respetan menos a sus mayores. Para ello, midieron el nivel de autoritarismo de 1.824 adultos de Estados Unidos de entre 33 y 51 años y les preguntaron cuánto creían que los chavales de hoy en día respetaban a los adultos en comparación con cuando ellos eran jóvenes.
En una segunda prueba, en la que los científicos midieron la inteligencia de 134 participantes con diferentes cuestionarios de vocabulario, descubrieron que las personas más inteligentes pensaban que los jóvenes de hoy en día eran menos listos, algo que es completamente falso.
En cuanto a la lectura, los investigadores volvieron a encontrar una pauta similar: cuanto más leía el adulto, más creía que los chavales ya no disfrutaban con ese hábito. En este caso, los científicos encuestaron a 1.500 personas a los que se les evaluó su nivel de lectura con un test sobre una lista de autores. En ninguna de las tres pruebas los autores encontraron diferencias significativas entre hombres y mujeres.
Una ilusión creada por la memoria
¿Por qué las personas que sobresalen en determinados ámbitos tienden a infravalorar a los jóvenes? La culpa es de la memoria, que es caprichosa. “Objetivamente, no tenemos una memoria precisa de los rasgos, cualidades y tendencias de los niños cuando nosotros también lo éramos”, aclara Protzko. “Pensamos como niños y nuestra memoria es imperfecta”, añade.
Para nivelar estas imperfecciones, según el investigador, imponemos nuestro yo actual en los recuerdos y si actualmente somos autoritarios, tendremos un recuerdo sesgado de niños que también respetaban la autoridad cuando éramos pequeños (aunque realmente no fuera así).
Al observar a la juventud actual “estamos comparando el presente con una visión del pasado inflada artificialmente”, subraya el científico, quien atribuye este mismo patrón a las quejas que los mayores llevan haciendo de los jóvenes desde hace más de 2.500 años. De esta forma, hemos mantenido este sesgo en la percepción sobre nosotros mismos siglo tras siglo.
Además, los autores achacan a esta visión sesgada otro responsable: tendemos a apreciar las limitaciones de los demás cuando sobresalimos en algún aspecto de la vida, como serían en este caso la inteligencia, la autoridad o el disfrute con la lectura.
Los sesgos marcan cómo valoramos a los demás
Helena Matute, catedrática de Psicología Experimental en la Universidad de Deusto (Bilbao) y autora del libro Nuestra mente nos engaña (2019), es experta en sesgos. La investigadora califica este estudio –en el que no ha participado– como “muy bien pensado y creativo”. “El resultado puede sorprender inicialmente, pero siguiendo la argumentación de los autores tiene todo el sentido del mundo”, destaca a Sinc.
En cuanto al papel que tienen los prejuicios a la hora de juzgar a otras personas (los jóvenes en este caso) es “enorme”, en palabras de Matute. “Dependiendo de nuestros sesgos veremos a los demás de una forma o de otra”, afirma.
Matute echa mano de un refrán para explicar por qué cuando destacamos en algún aspecto de la vida tendemos a menospreciar al resto en ese ámbito: es relativamente fácil ver los sesgos en el ojo ajeno y muy difícil verlos en nosotros mismos. Para poder preservar los recuerdos como realmente fueron, Matute aconseja utilizar métodos externos como diarios, cuadernos de notas, vídeos, fotografías o audios.
Concluida esta investigación, lo que se han propuesto los autores es analizar por qué solemos tener visiones idealizadas el pasado. “Es una tradición que se remonta a milenios, tender a pensar que la sociedad ideal ocurrió antes que la nuestra”, avanza Protzko. En definitiva, averiguar si es verdad que cualquier tiempo pasado fue mejor o también es una ilusión.
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