madrid
Quizás el lienzo de Banksy subastado el pasado viernes en Londres no fuese una obra de arte, sino que la obra de arte fuese, precisamente, la propia destrucción del cuadro. Tal vez hablemos de una obra maestra.
Su autodestrucción dejó pasmados a los presentes en la puja celebrada en Sotheby's: alguien pagaba un millón de libras por Girl With Balloon y, acto seguido, la pieza se deslizaba hacia abajo y quedaba hecha añicos.
Tal vez el nombre de Banksy, cuya identidad se desconoce, cobre más sentido tras esta (por llamarla de algún modo) performance artística: ¿aumentará su cotización tras el estropicio y, de paso, su cuenta bankaria?
Niña con globo data de 2006, aunque se trata de la traducción al lienzo de una pintada en el moderno barrio londinense de Shoreditch (ahora dicen cool, trendy, hipster, etcétera). El artista de Bristol también se ha prodigado en otras ciudades, mientras algunas se atribuían grafitis y plantillas supuestamente suyos.
Durante este fin de semana, no se ha dejado de hablar en los círculos artísticos (o entre inversores) sobre la destrucción automática de la obra, aunque en realidad sería más apropiado considerarla premeditada que automática.
Era lo que pretendía Banksy: si algún día se subasta la obra y alguien la compra, ¡sorpresa!
Así fue: primero difundió una fotografía en Instagram del momento en el que el lienzo pasa por una trituradora de papel y documentos, acompañada de la frase "Se va, se va, se ha ido", que imita la clásica frase de los subastadores cuando adjudican una obra a golpe de martillo.
Posteriormente, Banksy colgó en la misma red social un vídeo en el que dejaba claro que todo estaba pensado de antemano. Las imágenes muestran cómo el artista construye una trituradora de papel (según él, hace años) y la oculta en la parte inferior del marco. En este caso, añade en el post una cita de Picasso: "El impulso de destruir también es un impulso creativo".
Si nadie sabe (más allá de las especulaciones) quién es Banksy, tampoco se conoce la identidad del comprador de los pequeños hilitos de papel con aspecto de obra de arte en estiramiento vertical.
También se ignora si el coleccionista se ha quedado sin un millón de libras, un pelín más en euros, lo que supuso un récord para una pieza del autor británico.
Según una encuesta realizada en 2017 por una televisión, es la obra favorita de los británicos, por delante de otras de Constable, Vettriano, Turner, Everett o Hockney.
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