madrid
El gestor no siempre puede contener al divulgador. Miguel Falomir (Valencia, 1966), director del Museo Nacional del Prado y máximo responsable tanto de los fastos por el bicentenario como de la ampliación del museo, se olvida por momentos de los desvelos pecuniarios propios de su cargo para mostrar el lugar exacto donde recaló el Guernica a su llegada España. "Toda esa pared que ves la ocupaba el Guernica, y esa esquina lo escoltaba el Guardia Civil... Arriba, en la boveda, verás un Luca Giordano del siglo XVII...". Estamos en el Casón del Buen Retiro, anejo del Prado donde Falomir despacha a medio camino entre la contención propia del académico y la determinación del gestor.
¿Qué balance hace de los primeros compases del Bicentenario?
Creo que hemos conseguido que cale la idea de que el Museo del Pardo es un museo de todos. Para ello hemos puesto en marcha una serie de iniciativas como la campaña de micromecenazgo, las jornadas de puertas abiertas o el espectáculo de videomapping en las calles. Otro de los objetivos consistía en recordar que se trata de un museo nacional, no sólo porque lo lleva en el nombre, sino porque tiene una vocación clara. Evidentemente un museo ha de tener una ubicación física concreta, pero intentamos llegar a todas partes a través de la exposición De gira por España, consistente en el préstamo de una pintura de especial relevancia por un período de un mes, a diferentes museos elegidos entre los mejores del país.
El ministro de Cultura, José Guirao, afirmaba hace apenas unos días que El Prado podrá empezar las obras de rehabilitación del Salón de Reinos aún sin aprobarse el proyecto de ley de los presupuestos...
Me quedo con el compromiso por parte del Gobierno de asumir tres cuartas partes de la financiación de la obra, de modo que el 25% lo asumiría el museo. También con el hecho de que estemos ante los primeros presupuestos expansivos de los últimos años. Evidentemente ignoro por completo lo que pasará con estos presupuestos, pero mientras exista ese compromiso de que la obra va a ir hacia adelante si no este año el siguiente, y de que no va a depender de colores políticos, pues no veo inconveniente en avanzar nosotros ese 25%. Creo que sería importante que uno de los legados del Bicentenario sea la puesta en marcha de dichas obras.
¿Considera que está infradotado el Museo del Prado?
Sí lo creo. Por ejemplo, nosotros ahora estamos encontrando unas tremendas dificultades a la hora de financia una obra de ampliación como la del Salón de Reinos, que supone un coste estimado de 40 millones de euros. La National Gallery, que es un museo de pareja condición, prevé realizar un plan de ampliación y cuenta con un presupuesto de 330 millones de libras. Jugamos en realidades muy distintas, en términos futbolísticos nos hemos autoimpuesto llegar a las semifinales de Champions con un presupuesto de segunda división comparado con nuestros homólogos internacionales...
Por seguir con el símil, ¿con lo que costó el fichaje de Neymar se podrían acometer muchas ampliaciones?
Son cantidades que para nosotros resultan absolutamente extraordinarias. Yo puedo entender que hay cosas que tienen mayor demanda que otras, pero no cabe duda de que son cifras sorprendentes. Aunque seguramente muchos colegas míos dirán que soy un llorón y que ya quisieran ellos estar en mi situación, y con toda la razón...
¿Cómo lleva esa lucha con lo pecuniario un investigador?
Lo llevo muy mal aunque por otro lado era muy consciente cuando asumí la dirección de que parte de mi tarea era esta. Del mismo modo que la inestabilidad política no afecta al museo, la inestabilidad presupuestaria nos está destrozando. Es muy probable que en cuatro años tengamos dos presupuestos, algo que en condiciones normales ya es difícil, pero que lo es más aún cuando concurren circunstancias excepcionales como las que ahora afronta El Prado con un bicentenario y una ampliación. Es demoledor.
¿Le preocupa la paulatina masificación de los grandes museos?
Sí, me preocupa, pero parece que cuando hablamos de masificación nos olvidamos que son solamente unos pocos los que han adquirido ese estatus de destino turístico prioritario, mientras que otros muchos se encuentran vacíos. Por otra parte, es evidente que El Prado ha entrado dentro de esa categoría, algo que como gestor de una institución cultural no puedo más que agradecer. Es un problema que no tiene una solución fácil porque el visitante de museos es muy selectivo, es decir, cuando uno va al Louvre, que es el museo con más afluencia, hay espacios donde no puede entrar nadie más y otros que, en cambio, están vacíos. A nosotros la saturación nos viene con El Bosco, mientras que hay espacios que apenas cuentan con público. No es fácil, por el momento no se ha encontrado una solución.
¿Es elitista El Prado? Tengo entendido que los visitantes que vienen de Madrid tienden a localizarse en distritos postales de clase alta.
No, no lo creo. Es un museo que por cuestiones económicas nadie deja de visitarlo. Otra cosa es la autolimitación que uno se ponga. He conocido a mucha gente, particularmente de sustratos sociales menos favorecidos, que me ha dicho que cuando pasa por delante y ve las columnas piensa que ese lugar no es para ellos. Por eso creo que uno de los principales esfuerzos que debemos hacer es el de ampliar la base social, el otro día leí en un periódico que la relación del madrileño con El Prado es como la del musulmán con La Meca, que va una vez en su vida.
¿Cómo romper esa barrera?
Tenemos que intentar atraerlo. El Prado se beneficia de un extraordinario respeto por parte de la sociedad, pero también es verdad que ese respeto a veces se traduce en una cierta distancia. Tenemos que romper con eso y demostrar a la gente que aquí a nadie le hacen un examen por la visita. También tenemos que ser capaces de hacerles ver que pueden disfrutarlo sabiendo mucho o nada de arte, porque es algo que entra por los ojos y que lo que tienen que hacer es relajarse entrar y disfrutar.
¿Con qué hitos se queda de estos 200 años de El Prado?
Yo creo que los grandes hitos del museo han sido también los grandes hitos del país. Creo que su historia y la de España están entremezcladas de una forma absolutamente indisoluble. Desde el Antiguo Régimen, que crea el museo, hasta la llegada de la democracia, pasando por la revolución liberal, la República o la Guerra Civil, los avatares de esta nación han tenido su correlato en la pinacoteca.
¿Y qué hay de su influencia en la historia del arte?
Yo creo que es otro de los elementos distintivos del Museo del Prado con respecto a lo que pueden ser sus homólogos europeos. Resulta muy difícil pensar en la evolución del arte contemporáneo desde 1819 hasta nuestros días sin esos hitos que han sido el descubrimiento sucesivo de genios como Velázquez, Goya o El Greco. En ese sentido, diría que El Prado ha jugado un papel mucho más protagonista que otros museos en el desarrollo de la pintura occidental.
¿Pasó el tiempo de las grandes exposiciones-espectáculo?
Creo que han tocado techo. Creo además que son impagables, en el sentido de que implican unos presupuestos absolutamente delirantes. Por otro lado, los museos son cada vez más conscientes de la importancia de exhibir sus obras al público y por tanto más reacios a prestar sus fondos. En su día estas exposiciones tuvieron su papel y fueron capaces de llamar la atención de la sociedad sobre los museos, sirvieron de banderín de enganche para mucha gente que no había pisado nunca un museo. Tuvieron su importancia pero es muy poco ya lo que añaden. Creo que conviene redimensionar el fenómeno de las exposiciones e incluso recordar que no pasa nada porque no haya exposiciones en el museo.
¿Cómo imagina el museo dentro de 100 años?
Sinceramente no lo sé. No sé cómo el desarrollo tecnológico va a afectar a la contemplación de un arte bidimensional como es la pintura. O hasta qué punto la realidad virtual va a poder suplir lo que es la realidad. Tengo hijos y percibo en ellos un cierto aburrimiento hacia la imagen estática acostumbrados como están a las imágenes en constante movimiento. Creo que estamos en el inicio de una revolución técnico-científica de tal envergadura que evidentemente va a modificar nuestras pautas de comportamiento y de consumo de cultura.
¿Es machista El Prado?
Yo creo que para bien o para mal es parte de la sociedad y se ha comportado en las mismas pautas de la sociedad en la que vivimos. En una sociedad evidentemente machista, el Prado también lo ha sido. Pero yo creo que lo importante es hacer examen de conciencia y propósito de enmienda. En ese sentido, el Prado está intentado paliar esta situación, no sólo con la exposición de Clara Peeters que se pudo ver hace dos años, sino también con la exposición Historia de dos pintoras: Sofonisba Anguissola y Lavinia Fontana. Nuestro objetivo ha de ser plantear exposiciones dedicadas, por ejemplo, a mujeres que hayan sido promotoras de las artes o que se hayan dedicado al coleccionismo, así como invitar a una reflexión que aborde los estereotipos que la pintura ha ido fijando en torno a la mujer. Dicho de otro modo; una aproximación de género que no se limite únicamente a las mujeres artífices porque por desgracia las colecciones del museo son las que son.
Sorprende Giacometti entre las apuestas para el Bicentenario...
Ha sido un guiño, queríamos volver a esa idea de los grandes artistas que han pasado por el museo. Había uno, uno que además ha sido de los más grandes de la historia, que nunca ha tenido un espacio y queríamos paliar esa ausencia. Se trata de Giacometti y hemos pensado en una intervención con sus obras desplegadas en espacios clave del museo...
¿Como un diálogo con otros autores?
No, yo soy muy escéptico con los diálogos que se hacen entre artistas del pasado y el presente. Normalmente y por desgracias suelen deparar sonoros conjuntos vacíos. Esto se trata simplemente de una intervención de un artistas absolutamente genial visitando un museo maravilloso... Será más bien una exposición, si se quiere diletantista, en el sentido de que permitirá disfrutar de un genio del siglo XX junto con algunas de las más grandes obras de la historia del arte.
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