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Con Orphan Black finiquitada hace un par de años, Los 100 se ha convertido en la serie de ciencia ficción a reivindicar. La que empezase siendo la historia de un grupo de adolescentes perfectamente peinados en su primer episodio, emitido en 2014, hace mucho que se convirtió en uno de los mejores títulos del género capaz de reinventarse cada temporada hasta el punto de que con la sexta en emisión y la séptima ya confirmada el interés no solo no ha decaído, sino que sigue creciendo. ¿Qué será lo próximo que se le ocurrirá a Jason Rothenberg, su creador, para mantener viva la llama? Un concepto, el de ‘la llama’, que aquí va más allá de su sentido literal y figurado habitual.
A su paso por Madrid, dos de sus protagonistas más carismáticos, Richard Harmon y Tasya Teles, que dan vida a John Murphy y Echo, han hablado con Público sobre la evolución de la serie, su proyección y ese giro vertiginoso que dio la trama al final de la quinta temporada y que se está desarrollando en la sexta, emitida por Syfy en España los martes después de The Twilight Zone. Explicarle a alguien novel el universo de Los 100 y su mitología de qué trata resulta una tarea un tanto compleja. Teles, que reconoce que no se le da bien “resumir”, lo intenta recuperando la definición que le dieron hace tiempo desde arriba. “Es como El señor de las moscas mezclado con Perdidos mezclado a su vez con Battlestar Galáctica”, cita mientras su compañero de rodaje asiente en la silla de al lado. Una especie de collage de aquí y de allí que funciona de manera genuina.
Aviso: A partir de aquí este texto puedo contener spoilers si no se han visto todas las temporadas.
Ahondando un poco más en esa explicación, el punto de partida de Los 100 —que toma como base las novelas de Kass Morgan por las que Rotthenberg se interesó antes incluso de su publicación— es el de un grupo de adolescentes condenados por infringir alguna norma del Arca (la estación espacial donde el ser humano se refugió tras un Apocalipsis nuclear) al que un día sus adultos envían a la Tierra como si fueran cobayas. Su misión es comprobar en primera persona si el planeta que sus ancestros abandonaron hace 97 años es habitable de nuevo o, por el contrario, el aire continúa siendo irrespirable.
El experimento funciona, aunque no sale como estaba previsto. Una facción de estos delincuentes juveniles decide que no le debe nada a quienes les condenaron primero al encierro y después a una posible muerte. Así que apuestan por crear una nueva sociedad, un nuevo régimen basado en sus propias reglas. Después viene lo de descubrir que no están solos sobre la faz de la Tierra, que sobre ella pasan cosas extrañas y que, como en Perdidos, hay un los ‘Otros’. Una idea que ha sido explorada por Los 100 en todas y cada una de sus temporadas. En la actual, también. Siempre hay uno los ‘Otros’ y un ‘mi pueblo’ del que algunos se erigen defensores y por el que son capaces de llevar a cabo atrocidades inimaginables, incluso genocidios. En ocasiones quien toma el mando lo hace porque ansía el poder, porque le gusta. En otras, la mayoría, porque alguien tiene que hacerlo.
Para Teles todo lo que se aborda en Los 100 tiene que ver con “el liderazgo, la supervivencia, los conflictos… Temas muy de actualidad. En la historia, la política….”. De eso y de aprender a vivir con las decisiones que se toman y que tanto daño causan. Sea darle a un botón aniquilando a los ‘enemigos’ para salvar a ‘su pueblo’ o traicionar a un amigo para salvar a otro. No hay decisión sencilla en Los 100. Ahí está el dilema.
El concepto de perpetrar una acción violenta o de dudosa moralidad el aras del bien común se muestra omnipresente en casi cada una de las elecciones que han de tomar sus protagonistas, especialmente Clarke (Eliza Taylor) y Bellamy (Bob Morley), dos de los grandes personajes de la serie y que mejor proyección, junto con Murphy y Raven (Lindsey Morgan), han tenido a lo largo de los años. “¿El fin justifica los medios?”, se pregunta Harmon, “creo que eso depende de cada uno de los personajes y de lo que han vivido. Murphy suele encontrar una forma de estar a gusto con las decisiones que toma. Aunque se autocastiga mucho. Creo que sobrevive simplemente para ponerse las cosas difíciles”.
En defensa de Murphy hay que decir que, mientras otros daban bandazos de un lado a otro y cambiaban de bando —la mayoría de ellos respondiendo a la evolución marcada por los guiones y a su arco evolutivo, todo sea dicho—, Murphy (casi) siempre se ha mantenido fiel a sí mismo. Es un superviviente nato y todo lo que hace lo hace para seguir vivo un día más. Pese a su marcado egoísmo, su carisma lo ha convertido en uno de los personajes más queridos de un elenco en el que no es fácil destacar tras la alargada sombra de los protagonistas principales. Más aún en una serie que, como explica Harmon, “se mete en esa zona gris en la que la supervivencia se enfrenta a la moralidad. Siempre hemos planteado eso en todas las temporadas y sigue siendo vigente hoy”. De ahí que se juegue continuamente con el balance entre actuar lo que se entiende moralmente por mal y aún así continuar en el que se considera el lado de los buenos gozando del favor del público.
La “reinvención más grande” se da en la sexta temporada
Todo esto aderezado con una mitología propia profusa en elementos, lecturas y paralelismos con la realidad que ha ido creciendo hasta llegar una sexta temporada en la que se ha abierto un nuevo libro en muchos sentidos. La llegada a Santuario supone una oportunidad para los que fueran habitantes del Arca y de la Tierra de hacer borrón y cuenta nueva y, esta vez sí, hacer las cosas bien, de manera pacífica. Que lo consigan o no puede que no dependa solo de ellos y que tengan mucho que decir al respecto los habitantes del pueblo que encuentran a su llegada. Allí, entre casas de encalados pastel, con un castillo donde viven los que gobiernan y un pueblo aparentemente feliz, un pequeño grupo de quienes sobrevivieron al borrado definitivo de la Tierra es despertado de su sueño criogénico en busca de un nuevo hogar.
Además de dejar atrás el que fuera el planeta de la raza humana y de haber saltado en el tiempo 125 años, la sexta temporada ha supuesto la que para Harmon “es la reinvención más grande por la que hemos pasado. Casi que empieza de cero”. Y eso es decir mucho en una serie como Los 100, que goza de una agilidad asombrosa para dar una vuelta sobre sí misma. Poco queda de aquella temporada emitida en 2014 en la nueva tanda de capítulos. “Diría que algunos personajes, no muchos, y desde luego el caos reinante, eso sigue siendo una de las constantes”, comenta el actor que da vida a Murphy. Por no mantener no mantiene ni la paleta cromática que, para sorpresa y agrado de muchos de sus seguidores, ha cambiado los grises, azulones y tonos apagados en general por otros muchos más llamativos y variados. Es una forma de mostrar esa intención de hacer las cosas de una manera diferente.
“Para mí lo más importante es que hay una teología totalmente nueva, una historia y unas temáticas nuevas, pero han encontrado una manera genial de unirlo todo, hay un hilo conductor que lo une todo”, continúa Harmon en su análisis de la nueva temporada, en la que dice no saber “si Murphy conseguirá hacer cosas buenas, pero está bien que le den otra oportunidad, la quinta, pero… vamos a ver cómo se lo carga esta vez. Seguramente se la cargue, pero en tonos pastel”, bromea. En cuanto a Echo, Teles la califica como “una superviviente. En esta temporada es mucho más interesante. Tiene que enfrentarse a muchas cosas. Han pasado dos o tres años desde que conocimos a Echo, y hasta ahora solo ha tenido a la familia de spacecrew. Pero ahora que han saltado 125 años igual vemos otras cosas. Todavía está encontrándose, está viendo cómo reacciona al conocer a gente nueva, esta nueva sociedad. Creo está todavía aprendiendo mucho sobre sí misma, conociéndose”.
Sin duda, el de Echo es uno de los personajes que se muestra más perdido en esa nueva sociedad regida por los Primeros y en la que todo parece color de rosa. Aquí, en esa nueva teología que comenta Harmon, la mencionada llama del principio cobra tanta importancia. Sin intención de revelar más de lo necesario, este ha sido un elemento clave de la mitología de la serie. Un implante que se desveló como el contenedor de la consciencia y los recuerdos de quienes fueron elegidos comandantes de su pueblo. En Santuario se recupera, pero con un fin y un funcionamiento diferentes. Porque si algo ha demostrado Los 100 es que es imprevisible.
La importancia de arriesgar para ser imprevisible
Se habla mucho de las muertes de Juego de tronos, pero aquí también ha habido unas cuantas que han sacudido a unos fans que se caracterizan por su intensidad para lo bueno y para lo malo. Esta no es una serie complaciente. No le tiembla el pulso a la hora de tomar decisiones si cree que beneficiarán a la trama o al clima de rodaje. No en vano, en la segunda temporada eliminó de la ecuación a uno de sus protagonistas principales, Finn (Thomas McDonell), de una manera bastante traumática e inesperada. Aunque es cierto que no se le ha echado mucho de menos desde entonces. Quizá dos de las muertes más comentadas hayan sido las de Lincoln (Ricky Whittle) y Lexa (Alycia Debnam-Carey), cada una por razones muy distintas. Ambas hicieron dar un salto hacia su propia evolución a sus parejas en la ficción, Octavia y Clarke.
A Los 100 hay que reconocerle muchas cosas: su habilidad para mantener el nivel e incluso subirlo cada tanda de episodios; su valentía a la hora de arriesgar y su naturalidad para dar entrada a la diversidad sin explicaciones innecesarias. En este sentido el mejor ejemplo es Clarke. Estuvo enamorada de Finn, lo estuvo de Lexa, ha tenido relaciones con personas de distinto sexo y todo sin necesidad, porque no la hay, de definir su sexualidad con un diálogo explicativo como se habría hecho en muchas otras series.
Pero sobre todo, lo que ha demostrado en estos cinco años Jason Rothenberg junto con su equipo de guionistas es su capacidad para convertir una de adolescentes de The CW en una de las mejores series de ciencia ficción en emisión y seguir siéndolo seis temporadas después de su estreno. Cuando echó a andar, una de las puertas más interesantes para entrar en Los 100 era lo que ocurría allá arriba, en el Arca, en ese mundo de los adultos en el que Abigail Griffin (Paige Turco), Marcus Kane (Henry Ian Cusick) y Thelonious Jaha (Isaiah Washington) batallaban por ver quién tenía razón. Sin embargo, sus dilemas y conflictos de pronto comenzaron a rivalizar con los de los de abajo, los de los chavales y su qué debemos hacer y qué estamos dispuestos a hacer para sobrevivir. Al final la balanza se inclinó del lado de los 100 delincuentes juveniles. Algo que continúa siendo así, aunque muchos se hayan quedado en el camino y ya no sean tan adolescentes.
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