madrid
Coral (Verónica Sánchez), Wendy (Lali Espósito) y Gina (Yany Prado) trabajan como prostitutas en el club Las Novias. Romeo (Asier Etxeandia) es su propietario. Moises (Miguel Ángel Silvestre) y Christian (Enric Auquer) son sus sicarios/secuaces y los encargados de perseguir a las tres chicas que, en una sucesión de escenas violentas y decisiones atropelladas, emprenden una huida desesperada. En juego no está solo su libertad. También su vida. Ese es el argumento y punto de partida de Sky Rojo, nueva serie para Netflix de Álex Pina y Esther Martínez Lobato (La casa de papel) en la que el tono lo es todo. Si se compra, será más sencillo dejarse llevar por su ritmo vertiginoso sin casi tiempo para pensar, aunque esconda debajo un drama social.
"La prostitución es un tema que está aquí al lado. Está en las carreteras, lo vemos todos, dejan publicidad en el parabrisas del coche y, sin embargo, hay una cortina que no te deja ver esa trastienda. Tenemos que ser capaces de contar la verdadera trastienda sin generar un drama excesivo que genere un rechazo. Porque al final el espectador se pone en guardia y cuando lo bombardeas con drama, apaga la tele", comenta Álex Pina en una conversación con Público para explicar por qué Sky Rojo es como es.
Para lograr captar esa atención del espectador lo que han hecho es no jugárselo todo al drama que siempre "se ha utilizado para tratar esto" (o el género documental) y que "es lo lógico hasta ahora". Su apuesta ha sido arriesgar y "usar el género de acción y la comedia negra para meter debajo una capa de profundidad que es el drama emocional", resume uno de los creadores de este "híbrido que a priori parecía un Frankenstein".
Con esto lo que buscan es "llegar al mayor número de gente posible" mezclando los mencionados elementos para dar con "un tono muy particular que arriba es un pulp vertiginoso, acción vertiginosa, y debajo tiene un drama emocional, una sensibilidad con una carga de profundidad, un caballo de Troya capaz de emocionarte muchísimo mientras estás viajando a una velocidad de vértigo". Y eso con capítulos (ocho) de menos de media hora.
En encontrar el equilibrio estaba la verdadera dificultad de la serie. Que no se fuese al lado de la frivolidad, ni al de la intensidad. Sobre todo, porque el material de partida, como indica Esther Martínez Lobato, era "sensible". Recuerda que muchas de las historias que les llegaban y a las que tuvieron acceso de "víctimas de trata eran tan tremendas que se asemejaban más a una historia de terror que a cualquier tipo de ficción que podíamos tener en mente tratar". Comenta también que es "fascinante la psicología de los proxenetas hombres, que tienen amueblado el cerebro de una manera para no sentirse basura, para permitirse vivir de esta manera (…) O esos hombres que pagan y se van contentos a su casa. Nadie pregunta si están secuestradas o no…".
Todo eso está recogido en Sky Rojo y se plantea buscando "pillar al espectador con la guardia baja, porque creemos que al final la ficción te da una capacidad brutal de penetrar en lugares donde no penetran otro tipo de historias, donde no calan los avisos sociales, el cine de denuncia, los mítines políticos…". Esa es la intención de los creadores de Sky Rojo, quienes, añade Martínez Lobato, han "limado mucha comedia" en el proceso para acertar con el resultado. Ahora a quien le toca juzgar si acepta el contrato y se sumerge en la propuesta es a quien está al otro lado de la pantalla. De momento, confirma Pina, hay dos temporadas "y tiene un final abierto".
"La historia de tres superheroínas"
Cuenta Miguel Ángel Silvestre que "una de las virtudes de la serie es que no pretende tener ningún discurso moral. Es pura adrenalina, es una serie de acción donde los personajes te tocan el corazón y empatizas con ellos. (…) Es como la historia de tres superheroínas. Pero, cuando terminas, de repente hay algo que se te ha calado dentro". Gran parte del peso recae en la actuación del trío femenino de protagonistas. Las tres coinciden en señalar la dificultad de cogerle el punto al tono de la serie por lo arriesgado del mismo. Aunque, una vez encontrado, solo hubo que dejarse llevar.
"Nos sorprendió bastante el tono para abordar un tema así y al mismo tiempo nos pareció muy valiente, muy arriesgado. Entendimos por qué y a partir de ahí lo que había que hacer era conquistarlo, ser capaces de interpretar lo que teníamos que interpretar en este tono extraño y en esta narrativa que requería la serie, que también requiere de una interpretación distinta", resume Verónica Sánchez, para quien las escenas más complicadas de rodar fueron las del club. Usando el flashback se explica "el infierno que estaban viviendo estas chicas". Fue lo más difícil porque era la parte de la trama que más las exponía "a todos los niveles, no solo físico, también a nivel emocional".
Para Lali Espósito lo arriesgado de la propuesta de Sky Rojo puede ayudar a visibilizar la situación de estas mujeres por la ventana que supone Netflix. Además, que "mucha gente que haría oídos sordos a priori de pronto vea y escuche esto de esta manera nos pareció que era lo mejor que nos podía pasar a todos los involucrados, jugárnosla por este tono". Para la actriz, que promete ser toda una revelación en el panorama español, esta serie supone un cambio de paradigma que rompe con ese "miedo latente de abordar temas jodidos, que si no lo haces de manera dramática parece que no estás siendo respetuoso ante esa problemática".
Y en esta recreación de los personajes y de ese universo pulp que se crea en la producción, ambientada en Tenerife, tienen mucho que ver tanto los escenarios elegidos como el maquillaje, la peluquería y, sobre todo, el vestuario. Sobre este último, Espósito menciona a Carlos Díez como responsable y define su trabajo como "superatrevido, entendiendo el pulp latino que define esta serie". Porque al final todos esos aspectos, argumenta, trabajan "en pos de la fantasía, de la ficción y de llevar esto a un terreno visual muy particular".
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