zaragoza
Actualizado:La tormenta de precios de la energía, en la que la bombona de butano se ha sumado con la tasación más elevada en seis años a los récords de la electricidad y los notables encarecimientos del gas natural y de los combustibles de automoción, ha disparado la presión económica sobre unos hogares zarandeados por una crisis pandémica con la que se han desbocado fenómenos como la pobreza energética.
Según las estimaciones de la OCU, el aumento del precio de la energía va a suponer un aumento medio de la factura energética anual de los hogares de hasta 505 euros: 311 por la gasolina de los automóviles (250 si usan diésel), 55 por el gas y 139 por la electricidad, cuyo componente energético alcanzaba su máximo histórico con 10,6 céntimos por kilowatio (106 euros el megawatio sin incluir los gravámenes vinculados a la potencia y los impuestos) este miércoles, el mismo día que el Congreso convalidaba la nueva modulación de impuestos que pretende abaratarla y cuyos efectos para el bolsillo de los consumidores ya ha sido neutralizada por la subida, según las organizaciones de consumidores.
Esos cálculos no incluyen, por su complejidad estadística, el esfuerzo económico que van a soportar los consumidores de butano, cuya bombona regulada, la de 12,5 kilos, alcanzó este martes una tasación de 15,37 euros que consuma su quinta subida bimestral consecutiva para acumular un 27,12% en diez meses y alcanzar su precio más elevado desde marzo de 2015 (15,40).
Ese precio, que sigue siendo inferior al del mercado libre, en el que un envase similar de Cepsa alcanza los 19,40 y en el que Repsol cobra 16,55 por una botella de seis kilos, resulta significativo por dos motivos: rompe la tendencia histórica al abaratamiento de este combustible en verano y tiene un impacto especial en familias de bajo poder adquisitivo y en las áreas rurales a las que sigue sin llegar el gas natural.
Cuando asar cuesta más dinero que lo que se asa
La tormenta está afectando a los precios de todos los tipos de energía que se consumen en los hogares, algo que en el caso de la electricidad ha supuesto, según las estimaciones de Facua, un aumento medio de la factura mensual de los hogares de 22 euros (36,7%) entre febrero (62,08) y los 21 primeros días de julio (84,87). Eso, en un país con 18,75 millones de hogares supone un sobrecoste de 412,5 millones de euros mensuales cuya cadencia supera los 570.000 euros por hora que se reparten las compañías que la venden y, vía impuestos, el Estado.
El encarecimiento de la luz es generalizado en toda Europa aunque más acusado en España que en los países de su entorno
El encarecimiento de la luz, generalizado en toda Europa aunque más acusado en España que en los países de su entorno, llegó a suponer entre las 20.00 y las 21.00 horas de este miércoles un precio final de 26,793 céntimos por kilowatio para los hogares españoles según los cálculos del comparador Selectra, que concluyen que "la hora más cara de hace un año fue inferior a la hora más barata de este miércoles" al quedarse en unos inusuales 11,885 céntimos por kilowatio.
La hora punta de horno a 51 céntimos lleva a situaciones disparatadas como que el coste energético de asar una ración (200 gramos) de vegetales, ya sean patatas u hortalizas como pimientos, berenjenas, zanahorias o calabacines, pueda resultar superior al de la propia comida.
La tormenta energética se cierra con los combustibles fósiles. Según indica el Boletín Petrolero de la UE, el litro de gasolina a 1,40 euros y el diésel a 1,26 se encuentran por debajo de las medias de los países comunitarios, que se sitúan en 1,53 y 1,36. Aunque eso no oculta sendas subidas de algo más del 16% en lo que va de año que han encarecido en más de diez euros el depósito de gasolina (50 litros) y en 8,86 el de gasóleo.
Completa el círculo el gas natural, cuyas tarifas entre el mercado libre y el regulado llegan a alcanzar diferencias de hasta un 30% según un estudio de Facua y cuyo encarecimiento supera el 6% en lo que va de año.
La pobreza energética se intensifica más que nunca
"Reclamamos medidas efectivas que reduzcan el precio de la energía" que soportan los consumidores, coinciden los portavoces de OCU y de Facua, Enrique García y Rubén Sánchez.
Esos desmesurados encarecimientos de todos los componentes del ‘mix energético’ de los hogares llegan cuando la crisis pandémica ha disparado la intensidad de la pobreza energética hasta niveles que no se habían alcanzado en los quince años que observa la Encuesta de Condiciones de Vida del INE (Instituto Nacional de Estadística).
Según este estudio, uno de cada nueve hogares españoles ya no podían mantener el año pasado, antes de la escalada, su casa a una temperatura adecuada, ya fuera calentarla en los meses fríos o refrigerarla en los cálidos, un registro que iguala al de 2014 aunque con un matiz: del aumento de 3,4 puntos de 2020 supera tanto al de ese año (3,1), en los incipientes ‘brotes verdes’ que nunca cuajaron, como al de 2012 (2,6), en el peor tramo de la anterior crisis.
Esas situaciones de pobreza energética se dan con especial intensidad en los hogares monoparentales, entre los que alcanza una tasa de incidencia del 17% (uno de cada seis), y en los unipersonales, donde llega al 13,8% (casi uno de cada siete).
A estos registros se le añaden otros dos que auguran una intensificación de esa problemática: en 2020, y tras cinco años de mejora, repuntó de nuevo (35,4%) el porcentaje de familias que carece de capacidad para hacer frente a gastos imprevistos (56,2% entre los monoparentales) y se disparó hasta el 10,7% (18,9% en los de un adulto con niños), casi una de cada nueve, el de las que habían tenido retrasos en los pagos relacionados con la vivienda principal, lo que incluye las facturas de la luz y el gas.
Las causas de la subida
Este aumento generalizado de los precios de la energía doméstica está relacionado con la evolución del mercado de los derivados del petróleo, más que con el precio de ese líquido en sí mismo.
"La subida que se había dado en los últimos meses, y que ahora se ha frenado con el anuncio del aumento de la producción por parte de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo), tenía entre un 20% y un 50% de carácter especulativo, aunque también incluía una parte estructural", explica Antonio Turiel, investigador del CSIC (Centro Superior de Investigaciones Científicas), que matiza que "el problema no es el precio del barril de Brent, sino cuánto diésel hay disponible, y ahí la situación es muy tensa por el aumento de la demanda con el inicio de la recuperación y medidas como la reducción del azufre en el combustible marítimo".
El aumento generalizado de los precios está relacionado con la evolución del mercado de los derivados del petróleo
Eso, que tira al alza de los precios de sus derivados, ya se trate de refinados como la gasolina o el gasóleo o de subproductos como el butano (también lo es de la extracción de gas natural), tiene un efecto secundario inflacionista sobre la electricidad en países como España por su peculiar sistema de subastas horarias de precios, donde, además, la situación anticiclónica reduce la aportación de energías renovables como la eólica al tiempo que las etapas de canícula disparan la demanda para refrigerar.
"Estamos necesitando a las centrales de ciclo combinado para producir la energía necesaria porque no es suficiente con otras tecnologías más baratas", explican fuentes de Selectra. Y esa entrada en escena de la fuente más cara, que este miércoles rondaba el 20% de la aportación según datos de Red Eléctrica, ligeramente por encima del 18,1% del año pasado pero por debajo del 22,5% del anterior, y que se ve gravada por los bonos de CO2 por funcionar con combustibles fósiles, dispara el precio de todo el mix.
Los factores que encarecen el gas y el butano
En el caso del gas natural y sus derivados, como el butano, influyen otros factores entre los que destacan tres, explica el investigador. Uno es el hecho de que España redujera a partir de la primavera del año pasado las compras a Argelia, que pasaron de cubrir entre el 50% y el 60% de la demanda al 35%, para aumentar el suministro desde EEUU, cuyo encarecimiento está siendo superior al afectarle el del transporte marítimo.
El segundo es el aumento de la demanda de gas argelino por parte de Francia ante el desplome de la producción de sus centrales nucleares por la escasez del uranio que utilizan como combustible, al que se le suma el hecho de que la producción del país magrebí parezca haber tocado techo desde hace unos meses.
¿Y el butano? "Se extrae en las prospecciones de petróleo y de gas, en las que la mayor dificultad es separarlo del propano, y del refinado petrolífero. Y estar asociado a esas tres fuentes supone algo problemático ahora mismo", anota Turiel.
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