mADRID
"Somos la lengua y los oídos de los migrantes", responde Darío (nombre ficticio para proteger su identidad) cuando se le pregunta por su labor en las últimas semanas. Él llegó a España como refugiado hace 11 años y ahora es uno de los intérpretes que trabaja en la Comisión Española de Ayuda a los Refugiados (CEAR). Para algunas de las 2.206 personas que han llegado a Torrejón de Ardoz (Madrid) huyendo del terror que se extiende en Afganistán, Darío ha sido la primera voz amiga en un país ajeno en el que aterrizan para empezar de cero. Por mucho que reciban buena atención de los técnicos, la barrera del idioma impide esa confianza, pero cuando ven a alguien que habla su idioma y conoce su cultura se abren, asegura Darío. Este interprete explica con claridad cómo se sienten los refugiados afganos que han llegado a España: sus miedos, sus incógnitas, sus necesidades y sus esperanzas.
¿Cuál es la pregunta que más se repite entre la población afgana que ha llegado a España?
Si en España hay posibilidad de trabajar. Quieren saber qué va pasar aquí y si es un buen país para vivir, si hay posibilidades de trabajo. Han salido de su país de origen y al principio estaban contentos. Se veía sobre todo en la cara de los niños porque han llegado a un país seguro y se sienten a salvo. Pero luego empiezan a hablar entre ellos, con familiares o contactos que tienen aquí, y empiezan a preocuparse porque las ayudas son pocas, son cortas y limitadas. Les preocupa sobre todo el trabajo y la barrera del idioma.
"Tenemos que saber manejar la situación y transmitir ese mensaje de confianza que necesitan"
¿Cómo va a ser el proceso a partir de ahora?
Esta es la misma pregunta que hacen ellos. Ellos pensaban que por su situación iban a tener un trato diferente, sobre todo los que habían colaborado con España y la realidad es que no. Ahora la primera fase de ayudas es para todos igual. Son seis meses, dependiendo de la respuesta que tenga su caso, claro. Si reciben una respuesta negativa para su solicitud de asilo pierden las ayudas directamente. Pero normalmente hay una fase de seis meses en un centro o en un piso compartido y reciben apoyo psicológico, médico y jurídico, y también clases de español. Luego lo normal es que salgan y reciban una ayuda para poder pagarse un piso durante 12 meses hasta un máximo de 18.
¿Qué obstáculos les esperan? ¿Tienen miedo a este proceso?
Lo primero es que aquí no hay posibilidades para atender a las personas como vivían en sus países de origen porque no hay esa infraestructura. Para ellos es muy chocante tener que ir ahora a un centro de acogida donde tienen que compartir zonas comunes. Familias numerosas o mujeres embarazadas que se sienten muy mal cuando se lo explicamos. Recuerdo una mujer embarazada que se puso a llorar cuando le contamos esta posibilidad. Todos repiten que ellos tenían casa, coche, trabajo, una vida. "¿Y ahora tenemos que venir a compartir todo con otras personas? Es difícil", nos dicen. Luego ya nos preguntan por la cuantía y la duración de las ayudas, que les parece poco, y teniendo en cuenta la barrera del idioma, creen que necesitan más tiempo.
Aproximadamente, ¿qué porcentaje de las personas que han llegado de Afganistán necesita intérprete?
Por encima del 90%. Aunque hay algunos que son traductores y hablan español pero también prefirieron tener un intérprete aquí para no perderse ningún detalle de las explicaciones.
¿En qué consiste exactamente el trabajo de los intérpretes?
"Viene gente de todas las clases sociales, desde militares de alto rango a gente de clase obrera"
Lo que hacemos esencialmente es explicarles el plan de acogida. Somos el primer contacto para ponerles en contexto de cómo van a ser las ayudas aquí. Nosotros no tenemos que dar información, tenemos que transmitirla.
Ha habido algunos que estaban muy desesperados y cuando ven a alguien que habla su idioma es como si están en medio de un océano y tú fueras un salvavidas. Empiezan a plantearte dudas, a preguntarte, a pedir consejo, a contarte sus problemas. Esto es muy importante porque somos su principal persona de confianza. Por mucho que reciban buena atención de los técnicos, la barrera del idioma impide esa confianza. Somos la lengua y los oídos de los migrantes.
¿Son también intérpretes de emociones?
Efectivamente. Nuestro trabajo con los migrantes no es como trabajar en una conferencia o rueda de prensa. Tenemos que saber cómo manejar la situación y como transmitir ese mensaje de confianza que necesitan, están en un ambiente completamente desconocido.
¿Cuántos traductores realizan esta labor?
En Torrejón, trabajábamos por turnos, siempre veía al menos seis intérpretes más. Somos muchos voluntarios porque había mucha gente.
Lleva varios años trabajando como intérprete con personas refugiadas, ¿hay algo que le esté llamando la atención de la población afgana que ha llegado a España?
Sí, en su caso lo que veo es que vienen familias muy numerosas con hasta siete niños, esto no lo había visto antes. Y me llama también mucho la atención que viene gente de todas las clases sociales. Hay militares de alto rango y gente de clase obrera, de todo... Solo lo vi una situación igual con los refugiados sirios.
¿En qué situación llegan las mujeres? ¿Hay diferencias notables entre ellas y ellos?
Las mujeres hablan menos, los hombres hablan más y ellas tienen menos voz. Hay muchas mujeres que ni siquiera sabían firmar y cuando les decíamos que firmasen algún papel les teníamos que explicar cómo. Pero también es cierto que hay mujeres preparadísimas como una consejera cultural del presidente del parlamento que era activista, otra que era matrona, una abogada, ingenieras…
¿Alguna historia le marcó especialmente?
"Muchos de los que llegaron tenían que ir a EE UU pero no querían ir allí porque ven a ese país como el culpable de lo que ha pasado"
La historia de todos es una única historia: el miedo a los talibanes. Todas son historias dolorosas y duras pero me llegó especialmente la de dos hermanas que consiguieron entrar en el aeropuerto. Estaban allí con toda su familia, pero se quedaron fuera. Una era menor y la otra tenía 26 años y llegaron aquí solas, sin nadie y sin nada, sabiendo que su familia se había quedado allí a las puertas. Tenían mucho miedo. La mayor estaba estudiando derecho, en el tercer año, y me preguntaba cómo podía hacer para continuar con sus estudios. Y ya sabemos que esto es muy difícil.
¿Tiene alguna posibilidad real de hacerlo?
Va a ser muy difícil, un camino largo. Tiene que traer la documentación, las notas, las horas que han estudiado allí y el material que les han impartido para poder hacer una convalidación del título y ver si puede seguir a continuación.
También había casos de personas tituladas, recuerdo ahora una ingeniera civil que me preguntó si podría traer su título y ejercer aquí.
¿Qué opinión tienen sobre España?
En general ninguna. Conocen el país como país europeo pero no tienen detalles, no saben casi nada. Después de unos días aquí y de estar en contacto con más gente y hablar entre ellos piensan que España es un país en crisis económica con mucho desempleo donde será difícil trabajar.
¿Será fácil la inclusión social para ellos con el actual sistema de asilo?
"Aunque echen raíces en el lugar de acogida siempre sienten la necesidad de volver a su país"
En general es difícil. Para las personas que vienen de países de Latinoamérica es más fácil porque conocen el idioma y la cultura, pero para los afganos va a ser mucho más difícil.
¿Sienten que han recibido un trato digno por parte de España?
Sí, muchos nos cuentan que los españoles son muy amables y humanos. Era chocante porque había gente que venía con el contingente americano y tenían que ir a Estados Unidos y no querían ir porque veían a Estados Unidos como los culpables de lo que había pasado, me decían que allí eran muy racistas y querían quedarse aquí en España o ir a Alemania también.
La salida de estas personas de Afganistán fue obligada, ¿han hablado de su deseo de volver?
Sí, aunque echen raíces en el país al que van es difícil estar ahí y siempre sientes la necesidad de volver. Cuando haya posibilidad la mayoría desearía volver.
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