El titular es una grosería, lo asumo, pero esta vez no queda otra; el enfado y la impotencia desbordan a esta plumilla, de natural cortés, aunque les avanzo ya que repetiré la ordinariez. Este lunes 17 de enero, Rodolfo Martín Villa tendrá la oportunidad de explicarse -dicen- tras obtener una primer victoria, aunque sigue imputado en el proceso conocido como la querella argentina que la jueza María Servini mantiene abierto contra él por presuntos crímenes entre 1976 y 1978, cuando era ministro de la Gobernación-Interior, en plena transición de la dictadura franquista a la democracia.
Martín Villa fue uno de los muchos altos cargos de Franco tocados por la varita mágica de la desmemoria y la aministía, que se acostaron franquistas y se levantaron demócratas. Todos los que aceptaron esta premisa de dar la espalda a Franco cuando ya era cadáver (puro mérito, vamos) por arte de birlibirloque vivieron como reyes en una democracia que no les pidió rendir ni una sola cuenta por cuarenta años de crímenes y otras violaciones de derechos humanos. Martín Villa tiene un currículo cargado de hechos probados e incontestables, pero ha sido apoyado públicamente por todos los presidentes del Gobierno de la democracia salvo por Pedro Sánchez, al que se criticó y presionó internamente desde el PSOE por no impedir el proceso argentino contra el exministro, abierto en septiembre de 2020, cediendo a las presiones del socio de Gobierno, Unidas Podemos.
La conferencia de este lunes que va a impartir Martín Villa, acusado de crímenes de lesa humanidad y cuyas pruebas están a disposición de todos los que deseen informarse, se titula La Transición, mi memoria y la querella argentina. Solo el título constituye no solo una auténtica aberración contra la memoria de las víctimas del franquismo, sino una provocación en un momento en que las organizaciones internacionales reprochan a España su laxitud para con el proceso de verdad, justicia y reparación para tantos y tantas muertas y represaliados de Franco y sus secuaces, incluido Martín Villa.
El exministro responsable, como mínimo, de la mayor matanza de la Transición, los llamados sucesos de Vitoria del 3 de marzo 1976, será recibido ante el madrileño Hotel Four Seasons, que acoge el evento, por asociaciones de memoria histórica, que acudirán para mostrar su rechazo a un ensalzamiento explícito y obsceno como éste de "figuras del franquismo".
Martín Villa, una vez se ha pronunciado la Cámara de Apelaciones argentina revocando su procesamiento por crímenes de lesa humanidad, viene a contarnos su "memoria", que es la franquista y la blanqueada de la Transición española. En Público siempre nos hemos remitido a las pruebas contundentes de la implicación como mando primero de Martín Villa en la masacre de Vitoria, pero también, por ejemplo, en la de los Sanfermines de 1978, cuando la Policía intervino a palos y tiros por una pancarta proamnistía y causó la muerte de un tiro en la cabeza a Germán Rodríguez y 150 heridos. "No os importe matar" fue la orden que llegó desde Interior a los agentes; de Martín Villa, el ministro, a los policías.
La "memoria" de Martín Villa es, insisto, la memoria del franquismo y ésta ya ha sido contada y alabada hasta la náusea por sus protagonistas, ultraderecha posterior, cómplices presuntamente demócratas y cobardes equidistantes que prefieren no avanzar en la memoria histórica y la reparación de quienes nunca han tenido su memoria, los antifranquistas asesinados, torturadas, exiliados y silenciadas durante la dictadura.
Los franquistas muertos durante la Guerra Civil, pero también durante la sangrienta dictadura, han tenido sus homenajes, sus calles, sus monumentos, su Valle de los Caídos, sus misas, su relato victorioso en los libros escolares... Los han tenido todo y lo han pervertido todo, convirtiendo en apestados a los antifranquistas y a quienes reclaman su lugar en la Historia como luchadores infatigables por la democracia que nos fue sustraída con un golpe de Estado y la complicidad de nazis y fascistas de Europa.
La memoria de Martín Villa es la constatada falsa memoria del franquista que se volvió demócrata -dice- para que lo vistieran de altos cargos institucionales, empresariales y lo regaran de dinero durante 40 años por ser tan comprensivo con la España que pedía libertad y daba su vida por ella. Pero solo una palabra debería salir este lunes de esa boca y se llama "perdón", que para pedir muertes (a otros) le sobraron cojones.
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