El presidente estadounidense, Joe Biden, quiere terminar su mandato con un órdago en Ucrania que podría comprometer la estrategia rusa de su sucesor, Donald Trump, y desencadenar una respuesta de Moscú que entierre cualquier salida pacífica a esa guerra a medio plazo.
Cuando la guerra de Ucrania cumple mil días, la autorización a Kiev para usar misiles de largo alcance estadounidenses contra territorio ruso es un guante lanzado al Kremlin que Moscú no va a rechazar y que podría sentenciar la suerte de Ucrania en la contienda y cerrar todas las salidas a su presidente Volodímir Zelenski.
La primera reacción del líder ucraniano a la noticia filtrada por funcionarios estadounidenses a varios medios de prensa de su país fue de una fanfarrona amenaza: "Ahora serán los misiles los que hablen por sí mismos. Y lo harán", dijo Zelenski en un mensaje nocturno a sus compatriotas.
No obstante, la nueva capacidad de ataque ucraniana quizá no tenga tanta fuerza real como la que Zelenski pretende darle. Aunque es muy grave el desafío directo que lanza Biden a Moscú, ni Ucrania tiene los suficientes misiles de ese tipo como para cambiar el curso de la guerra, que hoy día está ganando Rusia, ni se conoce aún el teatro bélico donde serán empleados.
Algunas informaciones apuntan a que un uso "limitado" de los misiles ATACMS de largo rango por el ejército ucraniano podría estar circunscrito a la región rusa de Kursk, donde resisten las fuerzas de Ucrania que invadieron en agosto un sector en este territorio. Una contraofensiva rusa en marcha podría cercar a esas tropas, aniquilarlas u obligarlas a retroceder, por lo que los misiles estadounidenses serían muy bien venidos por los ucranianos que allí resisten.
Según el presidente de la Duma o cámara baja del Parlamento ruso, Viacheslav Volodin, en realidad ya se están empleando misiles de largo alcance contra posiciones militares en la Federación Rusa, por ejemplo con el permiso de Francia para las armas de ese tipo donadas a Ucrania.
"Ciertamente pueden causar daño (los misiles estadounidenses), pero no cambiarán la situación en el campo de batalla. Por el contrario, agravarán el destino y futuro de Ucrania, y arruinarán por completo las relaciones ruso-estadounidenses", afirmó el político ruso.
La necesidad de reforzar a Ucrania ante un eventual diálogo con Rusia
Los argumentos utilizados para explicar la decisión de Biden son muy dispares, desde la respuesta a la llegada de tropas norcoreanas a Rusia para luchar en Ucrania, la consecuencia de los ataques masivos rusos contra las infraestructuras críticas ucranianas o el intento de reforzar la posición ucraniana en unas eventuales negociaciones para alcanzar un armisticio.
El acercamiento en los últimos días del canciller alemán Olaf Scholz a Rusia, con una llamada al presidente Vladímir Putin, apuntaría en esta dirección. Quienes hasta hace poco clamaban en Europa por la derrota de Rusia como única salida al conflicto se están dando cuenta de que la guerra parece casi decidida y no a favor precisamente de sus aliados ucranianos.
La semana pasada, en su reunión con el ganador de los comicios, Biden subrayó la necesidad de que "durante y después de la transición, Ucrania quede en la posición más fuerte posible en el campo de batalla para que pueda estar en las mejores condiciones posibles en la mesa de negociación". Así lo transmitió el actual consejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Jake Sullivan.
Esta visión no es compartida por todo el mundo en Occidente. Según el izquierdista primer ministro eslovaco, Robert Fico, "el objetivo claro (de la autorización de Biden) es malograr o retrasar las negociaciones de paz". Fico calificó la decisión como un paso "militarista".
En cambio, no parece que la decisión de Biden sea una respuesta al envío de fuerzas norcoreanas para combatir en Ucrania como han sugerido algunos medios. Más bien parecería que Putin utilizó esta alianza militar con Corea del Norte para advertir de las consecuencias que podría tener ese permiso y subrayar que, pase lo que pase, Rusia contará con efectivos suficientes, incluidos los norcoreanos, para alargar la guerra si Occidente se implica más en ella.
En todo caso, el paso dado por Biden, además de complicar la futura política exterior de Trump a apenas dos meses de que éste asuma su cargo, es para Rusia una afrenta que muestra el alcance de la implicación de Occidente en la guerra que no puede quedar sin respuesta.
Para Moscú este paso cambia la "naturaleza" de la guerra
La portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores ruso, María Zajárova, recordó que Putin ya se pronunció al respecto. En septiembre, indicó que este paso daría la vuelta a la "esencia" de la guerra de Ucrania. "Significará que los países de la OTAN, EEUU y los estados europeos, están combatiendo contra Rusia", aseguró.
Tal y como señaló entonces Putin, lo más grave es que el uso de este armamento debe contar con la asistencia directa del Pentágono, con datos vía satélite y la coordinación y determinación de los parámetros de ataque a cargo de militares estadounidenses, por su preparación y conocimiento de los sistemas de misiles.
Zelenski llevaba meses pidiendo esa autorización y la Casa Blanca la había rechazado hasta el momento debido al alto riesgo de que conllevara una confrontación directa con Rusia. En septiembre pasado, el líder ucraniano le presentó a Biden su llamado Plan de la Victoria, que incluía un apartado recabando el permiso del Pentágono para golpear territorio ruso con los ATACMS. En octubre presentó el plan ante la Unión Europea y al Parlamento ucraniano.
Entonces recibió esa propuesta poco entusiasmo por parte de los aliados de Ucrania, pero ya se habló de que Biden podría dar su permiso en cualquier momento. La derrota de su vicepresidenta, Kamala Harris, ante Trump en las elecciones presidenciales del 5 de noviembre, puso a Biden contra las cuerdas.
Todas las acciones de Washington para azuzar la guerra, con su reiterada apuesta por la entrada de Ucrania en la OTAN y su intención de convertir a Kiev en la cabeza de puente de la Alianza hacia Rusia, perderán su sentido si Trump detiene la contienda y vuelve a la casilla cero en la pugna con Moscú.
En la Administración Trump va a haber figuras partidarias de negociar con Rusia y de acabar con la guerra, si no en 24 horas como prometió reiteradamente el nuevo mandatario estadounidense, al menos en muy poco tiempo, y eso lo debería tener en cuenta Zelenski para tratar de salvar lo que aún se puede salvar en Ucrania y no convertirse en un elemento hostil para la nueva política exterior de Washington.
Ya lo es para el futuro vicepresidente de Trump, J. D. Vance, quien ha dejado claro que Ucrania tendrá que renunciar a territorio ocupado por Rusia en unas eventuales negociaciones.
Una huida hacia delante para un Zelenski acorralado
El gran peligro ahora es que Zelenski busque un golpe de efecto con el uso de los misiles de largo alcance estadounidenses contra algún objetivo emblemático ruso, a fin de enarbolar ese triunfo internacionalmente. Algunos de los misiles que podrían entregar británicos y franceses siguiendo el ejemplo de EEUU podrían alcanzar incluso Moscú. Los planes de Zelenski no excluyen nada, en este sentido.
Un ataque así implicaría una respuesta sin precedentes por parte de Rusia, acabaría con la posibilidad de conversaciones y posiblemente sentenciaría la suerte del propio Zelenski, cuyo futuro se encuentra entre la espada y la pared ante la debacle que vive el ejército ucraniano.
El bombardeo ruso del domingo asestó un nuevo golpe mortal a los sistemas energéticos de Ucrania; los combates son desfavorables para los ucranianos, desde el este al sureste del país, con el imparable avance del ejército del Kremlin en Donetsk y una ofensiva en ciernes en Zaporiyia, más al sur.
Además, el ejército ucraniano sigue careciendo de suficientes soldados para lanzar una contraofensiva contundente contra Rusia e incluso para mantener intactas sus propias líneas durante mucho tiempo más.
De poco le van a servir estos misiles al ejército ucraniano cuando Rusia puede alejar más y más sus posibles objetivos, como bases aéreas, depósitos de municiones y centros de mando.
Por último, y no menos importante, el suministro de esos misiles de largo alcance, en caso de que Trump cierre el grifo de la ayuda estadounidense, quedaría en manos de los europeos, quienes no parece que estén tan dispuestos a esquilmar sus propios arsenales.
La respuesta de Moscú
Entre las respuestas que podría dar el Kremlin a este giro en la guerra podría estar el incremento de las fuerzas norcoreanas combatiendo en Ucrania y en Kursk. Hasta ahora se estiman en unos 10.000 los soldados norcoreanos allí despachados, pero este número podría multiplicarse por diez.
Pyongyang también podría incrementar el envío de misiles y munición para ser empleadas en Ucrania, mientras Moscú le suministra tecnología militar aeroespacial y atómica para fortalecer el papel nuclear norcoreano en Asia, amenazando más a los aliados estadounidenses, esto es, Corea del Sur y Japón.
Tampoco se olvidan en Moscú la reciente amenaza de Zelenski de conseguir armas atómicas en caso de que no se garantice la entrada de Ucrania en la OTAN, una de las exigencias de su Plan de la Victoria. Una amenaza muy peligrosa teniendo en cuenta que Rusia acaba de reformar su doctrina nuclear, que le habilita a responder con armas atómicas a un ataque con armas convencionales. Por ejemplo contra esos misiles de largo alcance occidentales.
Aún siendo una bravuconada destinada a inquietar más a los aliados occidentales de Kiev, en Rusia se han encargado de recordar que una docena de armas atómicas en manos ucranianas poco pueden hacer ante el mayor polvorín nuclear del planeta, el ruso. Un arsenal cuya llave guarda un tipo, Putin, implacable y que ya ha demostrado en el pasado hasta dónde puede llegar para cumplir sus objetivos.
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