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¿Por qué Donald Trump está obsesionado con México, Groenlandia, Panamá y Canadá?
Madrid--Actualizado a
Donald Trump no ha dejado de lanzar titulares desde su elección. Ha dicho que quiere cambiar el nombre del Golfo de México por el del Golfo de América, quiere comprar Groenlandia, hacerse con el control del canal de Panamá y agregar Canadá como 51º estado. Suena a película de ciencia ficción, pero no. El hambre de Trump no tiene límites y el pastel que quiere comerse es muy grande.
Su dos grandes chivos expiatorios son las personas migrantes y el colectivo LGTBIQ+. Y si hay un país que le preocupe es, sin duda, México. El presidente estadounidense no ha parado de decir durante toda la campaña que uno de sus grandes objetivos era frenar la migración. Incluso llegó a afirmar que durante su toma de posesión firmaría un decreto para cerrar varios pasos fronterizos.
Y lo cierto es que la misma noche en la que se convirtió en presidente, Trump firmó nada más y nada menos que una docena de decretos con el objetivo de revertir la migración. Declaró la emergencia nacional en la frontera, envió al Ejército y ha deportado ya a más de 4.000 mexicanos y ha enviado dos aviones a Colombia, después de una tensa disputa con Gustavo Petro, el presidente colombiano.
La estrategia de Trump en este sentido se basa en la amenaza. En tratar de imponer aranceles, sanciones a quienes no se quieran someter a su política de mano dura. Se basa en la intimidación. Su discurso es grandilocuente, nada prudente, y sus ambiciones escapan incluso a lo imaginable.
Trump ha dicho que quiere cambiar el nombre del Golfo de México por el del Golfo de América. Dentro de su país ya lo ha conseguido, incluso Google ha cedido y ha dicho que lo renombrará, pero oficialmente sigue siendo siendo Golfo de México.
Parece surrealista, pero para él tiene todo el sentido. El mandatario justifica esta decisión destacando que el golfo es el más grande del mundo y que provee el 14% del crudo estadounidense, además de grandes cantidades de gas natural.
Sin embargo, es muy difícil que Trump consiga un cambio de nomenclatura a nivel global. El nombre del Golfo de México, como el de otros cuerpos de agua, está regulado por el derecho internacional y por dos entidades en particular: la Organización Hidrográfica Internacional y el Grupo de Expertos en Nombres Geográficos de Naciones Unidas. Incluso si estos organismos aceptan debatir la propuesta de Trump, es improbable que acepten sus argumentos por razones históricas y legales.
El golfo lleva con este nombre desde 1540, cuando también era llamado Seno Mexicano o Golfo de la Nueva España, y actualmente 829.000 metros cuadrados del Golfo de México son zona económica exclusiva mexicana, mientras que Estados Unidos cuenta con 662.000.
Objetivo Groenlandia
El republicano quiere comprar Groenlandia. Esta isla, la más grande del mundo, está sepultada por hielo, ubicada en el Ártico y en ella viven 57.000 personas. El territorio, geográficamente, formaría parte de Norteamérica, pero políticamente de Europa, concretamente pertenece a Dinamarca.
La razón por la que a Trump le interesa esta isla es muy sencilla: su localización estratégica en el mapa y sus recursos naturales. El petróleo, el gas y minerales como el litio, el níquel, el cobalto y el cobre, usados sobre todo para la fabricación de baterías eléctricas
Además, Groenlandia es un elemento clave en la disputa por el Ártico, una zona en la que hay grandes reservas de tierras raras como el samario y el cobalto, muy útiles, por ejemplo, para la producción de imanes. China tiene el 90% de la participación en el mercado global.
Los científicos estiman que, en todos los escenarios de emisiones posibles y debido al calentamiento global, el Ártico estará libre de hielo por primera vez todo el verano antes de 2050, lo que significa que estos recursos estarían plenamente dispuestos para quien quisiera explotarlos.
En el caso de Groenlandia, hasta ahora, la minería ha sido limitada. También la explotación de petróleo, que se restringió en 2021 para proteger el medio ambiente. Pero las reservas son conocidas: en 2019, Estados Unidos aseguró que en la isla existe sin explotar el equivalente a 31.400 millones de barriles de petróleo y gas, casi tanto como Nigeria, la mayor potencia energética de África en la actualidad.
Al republicano le interesa anexionarse el territorio porque daría acceso a Estados Unidos a las rutas comerciales árticas que se están abriendo por el deshielo.
Sin embargo, tanto Groenlandia como Dinamarca han rechazado de forma contundente la propuesta de Trump. De hecho el Gobierno danés ha anunciado hace unas semanas un importante aumento del gasto de defensa para la isla, concretamente 1.500 millones de euros.
Pero como el republicano no ve ningún tipo de límite a su codicia también ha dicho que quiere recobrar el control del canal de Panamá, que Estados Unidos ejerció en exclusiva durante 63 años (de 1914 a 1977).
El presidente opina que Panamá está cobrando cargos excesivos a los barcos estadounidenses y no le hace ninguna gracia que China pueda operar en él.
Más allá de sus discursos grandilocuentes, la Administración de Trump parece estar más interesada en crear conflictos y alimentar su propio ego que en construir relaciones internacionales sólidas y respetuosas. Este enfoque no solo socava la posición de Estados Unidos en el mundo, sino que también pone en entredicho su compromiso con un futuro basado en la cooperación global y el respeto mutuo. Accede al análisis completo haciendo click aquí.