Bélgica se suma a la oleada ultra y el nuevo Gobierno pone a los migrantes en la diana
El nuevo primer ministro, el independentista flamenco Bart de Wever, aliado de Meloni en la Eurocámara, promete llevar a cabo la política migratoria “más estricta de Europa”.
Bruselas-
“Crearemos la política migratoria que se pueda tener en Europa”. El nuevo primer ministro belga, el independentista flamenco Bart de Wever, ha dejado claras sus intenciones y prioridades para el nuevo Gobierno belga, que echa a rodar tras siete meses de arduas negociaciones. Los nacionalistas de N-VA, aliados de Giorgia Meloni en la Eurocámara, asumen por primera vez las riendas del Ejecutivo en el país. Su gran apuesta es la mano dura con la inmigración que pilotará un equipo de ministros muy criticado por la gran presencia de las corbatas. Es el menos paritario de las últimas dos décadas.
El objetivo número uno del nuevo Gobierno de coalición, bautizado como Arizona en referencia a los colores de la bandera de este estado de EEUU, es reducir el número de solicitantes de asilo y de llegadas de migrantes y refugiados. Una prioridad política que impera en buena parte de la UE y que ya no solo imponen las fuerzas de extrema derecha, como demuestra la Dinamarca socialdemócrata o Alemania, que previsiblemente será comandada por el popular Friedrich Merz tras las elecciones del 23 de febrero.
De Wever ya desgrana, según revela el medio flamenco Vrt, sus próximos pasos para endurecer los procedimientos de asilo y las condiciones de las personas extranjeras que viven en Bélgica. Los recién llegados no contarán con ayudas de seguridad social hasta que no permanezcan cinco años en el país; las condiciones para la reunificación familiar se recrudecerán; los subsidios se reducirán; y la Policía ganará competencias para irrumpir en las viviendas de aquellas personas que hayan llegado en situación irregular. “La migración debe convertirse en una historia positiva, dice el nuevo Gobierno belga, proponiendo exclusión social, vigilancia, hambre y sufrimiento”, denuncia Eve Geddie, directora de Amnistía Internacional en Europa.
Bélgica se sube a la ola de fuerzas ultraconservadoras que asumen la cabeza de gobierno en la UE. El país deja las manos liberales de Alexander de Croo y se une a Italia y Chequia con Ejecutivos en manos de la familia ultraderechista de los Conservadores y Reformistas (ECR), el grupo de Meloni en la Eurocámara. “El liderazgo de Bart De Wever ha dado un resultado político decisivo. Este es un momento crucial que confirma que los partidos de centroderecha no solo se están ganando la confianza de los ciudadanos en las urnas, sino que también están dirigiendo gobiernos con responsabilidad y claridad de objetivos”, ha aplaudido el copresidente de ECR Nicola Procaccini.
En Austria, las negociaciones llevan meses a pleno pulmón para que la extrema derecha del Partido de la Libertad (FPÖ), formación con raíces nazis, lidere por primera vez en su historia el Gobierno, que en la actualidad se encuentra en manos populares. Desde Italia hasta Países Bajos, Finlandia o Hungría, la presencia de las fuerzas ultranacionalistas en Parlamentos y Gobiernos es cada vez más fuerte y frecuente. También la Comisión Europea y la Eurocámara son las más derechizadas de la historia de la UE.
El nuevo Gobierno belga también ha sido criticado por la escasa presencia femenina. Solo cuenta con cuatro mujeres entre los 15 miembros. Y ninguna de ellas participará en los restringidos consejos de ministros. “Hace más de 25 años que esto no ocurre”, critica De Morgen. “Arizona, ¿un gobierno hostil con las mujeres?”, se pregunta el periódico Le Soir. Otros medios lo han llegado a catalogar como un Gobierno “dopado con testosterona” o un “equipo de fútbol masculino” por un marcado perfil de “hombres blancos”.
Al frente de la cartera de Defensa se encuentra Theo Francken, conocido por sus numerosas polémicas y declaraciones extremadamente racistas. En 2018, cuando ocupaba el sillón de secretario de Estado de Inmigración y asilo, estuvo cerca de provocar la caída del Gobierno federal por permitir la deportación de refugiados sudaneses que habían denunciado torturas a su llegada. Francken, que fue respaldado en todo momento por De Wever, prometió en el pasado llevar a cabo una “limpieza de inmigrantes en las calles”. "Me puedo imaginar el valor añadido de las diásporas judía, china e india pero menos aquellas diásporas marroquí, congoleña o argelina”, llegó a afirmar.
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