Trump invoca a la vieja 'agenda neocon' y pone en jaque el orden mundial
El 'Proyecto 2025' del bastión más ultraconservador republicano se acomoda en el Despacho Oval y moldea un nuevo concierto internacional en el que España, Europa y el resto del planeta deben preguntarse cuál será su lugar.
![2025-02-06T140351Z_1148783018_RC21PCAHQLIN_RTRMADP_3_USA-TRUMP El presidente estadounidense Donald Trump habla durante el Desayuno Nacional de Oración anual, en el Capitolio de los Estados Unidos en Washington, Estados Unidos, el 6 de febrero de 2025.](https://imagenes.publico.es/files/image_horizontal_mobile/uploads/2025/02/07/67a6225017a6c.jpeg)
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El Project 2025 tiene un apellido elocuente (presidential transition, según aparece en su web oficial) y un objetivo ineludible: el de acabar con lo que denomina la feroz resistencia progresista del siglo XX. Es, dicho de un modo algo más académico, la declaración bélica que no deja de repetir el presidente argentino, Javier Milei, en las últimas semanas: acabar con los movimientos woke.
Cualquier atisbo de defensa de la justicia social es para los reconvertidos neocon una afrenta digna de combate. Y así lo reconocen, sin tapujos, los mentores de la agenda que guiará los designios de EEUU durante los cuatro próximos años, la Heritage Foundation, donde se han instalado desde hace casi medio siglo los cerebros en la sombra del Gran Old Party (GOP): desde Richard Nixon, pasando por Ronald Reagan y hasta Donald Trump.
Todos y cada uno de los dirigentes republicanos han puesto en liza una doble reforma legislativa. Por un lado, una rebaja impositiva de gran calibre y, por otro, una batalla arancelaria de más o menos dimensión. Aunque ninguna como la que ya impuso Trump en su primer mandato y, por supuesto, tampoco como la que ya prepara el renovado inquilino de la Casa Blanca.
Las maniobras doctrinales de la Heritage en el pasado no guardan parangón con la actual. Colin Gordon, profesor de Historia de la Universidad de Iowa, lo avisa con rotundidad en Politico. Todos los esfuerzos demócratas por impulsar la prosperidad y el progreso, desde el New Deal a las reformas de la llamada Gran Sociedad, se encontraron con una resistencia conservadora que frenaba cualquier intento de avanzar con decisión. “Son los hilos conductores que han guiado al Project 2025 a dominar la agenda política de la segunda estancia de Trump en la Casa Blanca”.
Gran parte de su contenido ha sido redactado por antiguos colaboradores o altos cargos de su anterior Administración. Y la codificación de sus distintas iniciativas “tiene un innegable acento audaz” y un gusto por “la precisión”. El proyecto que ha apadrinado Trump no es solo una colección de sueños conservadores, sino también la puesta en escena fulgurante de todo un arsenal de herramientas capaces de demoler el statu quo del país y de promover un “cambio drástico” en el orden mundial. Y todo en apenas “cien días de transformación”, un término acuñado por Franklin D. Roosevelt que se hizo célebre en la sociedad americana durante su doble presidencia, entre 1933 y 1945.
Una contrarrevolución sin tapujos
Pero ¿qué contiene el Project 2025? Y, sobre todo, ¿es tan rotundo y peligroso como para poner patas arriba al planeta? Desde luego, tiene una enorme carga de profundidad. Si no, sería difícil entender la sucesión de órdenes ejecutivas que Trump ha firmado en sus tres semanas en la Casa Blanca. Todas, con un marcado acento Heritage, con un indudable desprecio a iniciativas de lo que ellos llaman woke y con el entierro de no pocas medidas de la Administración Biden.
Entre sus primeras decisiones, ha desmantelado la diversidad, la igualdad y la inclusión que se recogen en la conocida como Norma DEI y cuyos programas, a instancias de Project 2025, están ya siendo desmantelados. “Hay que eliminar todo plan ideológicamente ilegítimo y gravoso que quede de gobiernos demócratas”, incluye el panegírico neocon. Entre otras medidas, se cancela la prohibición, de hace 60 años, de discriminación a empleados en contrataciones estatales o federales.
De igual modo, la biblia ideológica Heritage eleva la seguridad en las fronteras y permite detener sin garantías a migrantes indocumentados, congelar fondos asistenciales “en aras de un ajuste presupuestario”, suprimir recursos destinados a sufragar valores de igualdad en escuelas para menores de 12 años por ser “ideología de género y métodos de adoctrinamiento”.
No se vayan todavía, aún hay más. El Project 2025 proponía dejar los Acuerdos de París y Trump lo cumplió el primer día de su mandato, aduciendo la “agenda climática radical” de Biden y bajo el juramento de “remover todos los subsidios y esfuerzos” de impulso a la transición energética. En este punto, también declaró “la emergencia nacional energética” para contener las fuentes renovables y se congratuló de volver a perforar petróleo y a espolear los combustibles fósiles.
El aborto, por supuesto, no puede faltar en ningún testamento doctrinal neocon. Prohibición de entrega de fondos a organizaciones civiles pro-abortistas por orden ejecutiva. Es decir, a través de decreto. Ya dirán algo, si quieren, los legisladores, de mayoría republicana en el Congreso. En política exterior, y en línea con el America, first, la diplomacia asumirá como prioridad la defensa de los intereses americanos. De este pensamiento primigenio nace la amenaza de elevar tarifas comerciales a Colombia si no aceptaba inmigrantes deportados. No será el único caso, porque su amparo oficial (otra orden ejecutiva) permite expulsiones “rápidas y de forma agresiva”.
También por recomendación del centro Heritage se le retiran las asignaciones estadounidenses a la OMS (un “pozo de corrupción e ineficiencia” contra la que se cebaron sus expertos durante la crisis de la covid-19) y se facilita el despido de funcionarios, iniciativa que Trump ha estrenado contra quienes le inculparon por el asalto al Capitolio o en alguno de sus múltiples acusaciones judiciales. Los derechos de las personas transgénero o aquellos que protegen a refugiados serán retirados del acervo federal, al igual que “desaparecerán” las ciudades santuario, apelativo con el que hacen mención a “distritos o comarcas” que ofrecen garantías a migrantes y que suelen recibir fondos federales.
Además, se reforzará la pena de muerte sobre autores con delitos de homicidio a sus espaldas o por acusaciones graves en los que estén involucrados extranjeros ilegales.
Trump nunca ha admitido estar siguiendo Project 2025. Incluso lo ha repudiado públicamente, recuerda el profesor Gordon, pero Reuters ha mostrado en varias ocasiones la influencia de este grupo de presión, y su líder espiritual, Paul Dans, se ha jactado de ello en la CNN: “Exactamente, es el trabajo que nos propusimos hacer”.
El orden mundial no será el mismo en 2029
El tablero de ajedrez mundial no va a ser el mismo. Trump ha activado la apertura de gambito de dama. Así describía su estrategia diplomática Elbridge Colby, antiguo alto cargo del Pentágono de perfil republicano, en Foreign Policy. “La política exterior tradicional se diseñó para evitar que países hostiles dominaran la zona de mercado más importante y socavaran el estilo de vida americano e, indudablemente, en los últimos años, sus puntos de mira se han dirigido hacia Asia, hacia donde se ha desplazado el eje geoestratégico global tras convertirse en el continente con mayor dinamismo y que concentra la mitad de la población mundial”. Y China es el mayor riesgo en el panorama internacional.
Colby, además, repasa la visión que, a su juicio, tiene Trump de los socios estadounidenses: “No es que no le importen las alianzas, pero no son sagradas como defendía Biden, y se deben plantear como un negocio, de modo que sirvan a los intereses de ambas partes”.
“No es que no le importen las alianzas, pero no son sagradas como defendía Biden, y se deben plantear como un negocio"
Considera que EEUU “debe permanecer en la OTAN, igual que Europa debería asumir una responsabilidad principal” en la alinaza militar, con un protagonismo más activo de su política exterior. Al fin y al cabo, precisa, la UE es “una fracción de Asia, y Rusia ostenta la décima parte de la población de China”. Entonces, “¿por qué dedicamos tanto tiempo a Europa?”, se preguntan los ideólogos que rodean a Trump. “Sencillamente, hay limitaciones, porque China es el mayor Estado con el que hemos tratado y, por primera vez en 150 años, no somos, con diferencia, la nación más grande del sistema internacional”. Europa todavía no ha tomado conciencia de ello, señala, y “es una necesidad geoestratégica de especial significación”.
Algunas señales ya se aprecian. La más reciente, su idea de deportaciones masivas de palestinos de Gaza que aproxima la Casa Blanca a la intención de Benjamin Netanyahu de crear un Gran Israel, desde el Nilo hasta el Éufrates. Pese a las advertencias al dirigente republicano del secretario general de la ONU, António Guterres, contra cualquier “limpieza étnica”.
Intento de borrar el rastro de la post-Guerra Fría
Heather Hurlburt, investigadora sobre EEUU y las Américas de Chatham House (think tank con sede en Londres también conocido como el Instituto Real de Asuntos Internacionales), describe este viraje en el escenario mundial de forma elocuente: “Trump apunta a cambios en las reglas del juego y en las instituciones multilaterales”, de modo que la cuestión clave es saber “qué va a salvar del orden que siguió a la Guerra Fría”. A su juicio, el conjunto del planeta en general y Europa en particular “deberían tener un plan de acción urgente”, después de que la diplomacia occidental se haya desmarcado durante décadas de cualquier intento serio de gobernanza global. El estilo Trump, asegura, pretende un viraje permanente de las relaciones internacionales.
En su opinión, la nueva política exterior americana no solo se retirará de los acuerdos del clima o de la OMS, sino que abandonará a su suerte a la OMC, la máxima autoridad del comercio, para dar pábulo a su nueva política arancelaria y proteccionista. Y no solo están amenazado el entramado institucional o las normas, usos y costumbres de la diplomacia geopolítica o económica, también “el orden emanado de la post-Guerra Fría”. La táctica que se teje en Washington es de paulatino desmantelamiento de la estructura creada tras la Segunda Guerra Mundial (ONU, OTAN y FMI) y de elevar a las alturas de la agenda exterior americana aspectos vinculados a la guerra cultural como la demolición de lo que llaman el pensamiento woke.
La táctica que se teje en Washington es de paulatino desmantelamiento de la estructura creada tras la Segunda Guerra Mundial
Es como si Trump, en medio de un creciente escepticismo global, con acusaciones de hipocresía, renunciara a la creencia de que EEUU ha recibido un inmenso beneficio neto con las reglas que han regido el mundo en los últimos setenta años, aclara Hurlburt, para quien, “a diferencia de los intentos de 2017”, ahora, el trumpismo ha sabido ganarse a actores empresariales y a países que en su primer mandato eludieron darle apoyo. Pero en 2025, “las acciones estadounidenses ofrecen permiso, e incluso respaldo, a líderes que buscan alejarse de onerosos compromisos financieros y restricciones políticas”. A su juicio, “el auge del nacional-populismo antiliberal ha instalado a más líderes de este tipo”.
The Economist suscribe esta tesis. “Si Trump convence a los socios estadounidenses de que el orden posterior a 1945 está realmente muerto, las cosas se pondrán feas”.
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