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Actualizado:Fundador de los singulares e inimitables Golpes Bajos, Pablo Novoa (Vigo, 1961) probó con La Marabunta y terminó convirtiéndose en el escudero de lujo de Nacho Mastretta, Bebe, Julieta Venegas, Los Enemigos o Iván Ferreiro. Ni él mismo sabe cuántos instrumentos toca, aunque pasa por uno de los mejores guitarristas del Estado. Productor de discos ajenos y autor de bandas sonoras, cruzó el Atlántico en solitario y atravesó el Estrecho en compañía de Nono García. Fue el director musical del Xabarín Club y lideró la banda de Late Motiv, el programa de Andreu Buenafuente. Quién lo diría cuando estudiaba en los Salesianos y quería ser actor de teatro o bailarín de ballet.
Sorprende su juventud cuando comenzó en Golpes Bajos.
Siempre fui muy aniñado, aunque en realidad era el mayor del grupo. Una vez no me quisieron dejar entrar a un concierto de Los Ronaldos porque tenía cara de niño bueno y poca pinta de roquero. Y tenía que tocar con ellos, claro...
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¿Por qué no lo llamaron en el regreso de Golpes Bajos?
La disolución fue traumática, porque pasamos de cero a cien. Fue extenuante y no supimos digerir el éxito, el trabajo continuo y la presión de la compañía y los mánagers. Nos convertimos en una pequeña fábrica de hacer dinero y terminamos enfadados. Germán Coppini y Teo Cardalda pensaron que iban a hacer una carrera brillante por separado y, con el tiempo, se fueron acercando y publicaron un disco: Vivo. Donde cobran dos, no cobran cuatro.
Contaba Diego Manrique que su caché era de 600.000 pesetas.
Llegamos a cobrar un millón (6.000 euros), igual que Radio Futura y Alaska y Dinarama.
Teo triunfa con Cómplices. Coppini lo intentó varias veces, pero no remontó el vuelo.
Retomamos la relación en su último año de vida y concluí que Germán era un gran letrista, mas necesitaba el apoyo de un músico que lo entendiese. Era un tipo peculiar y con mucho mundo interior, pero muy particular, por lo que necesitaba esa ayuda para componer. Además, era lento y lo repensaba todo, por lo que sus colaboradores no llegaban a compenetrarse con él y terminaban cansándose antes de finalizar los proyectos.
El pasado positivo pesa. ¿Le pasó lo mismo a usted con La Marabunta?
Quizás los medios sean los primeros culpables. En este país, si logras sacar la cabeza, te consideran la gran esperanza blanca. Al principio, vives en un estado de gracia y te valoran, pero luego te incluyen en el mainstream. Hasta que superas esa época, no te conviertes en un profesional que cuenta con la aceptación del público. Todo el mundo pasa por ese bache, como le está sucediendo ahora a Rosalía. Tal vez dentro de cinco años será la María Dolores Pradera del siglo XXI, aunque de momento le disparan flechas desde todas las direcciones y no se le perdona una. Sin embargo, es un talento.
¿Con quién ha disfrutado más tocando? ¿Quizás con Mastretta?
Con él, con Nono García (Radio Pesquera) y conmigo mismo, cuando publiqué en solitario Novoa cruza el Atlántico. Pero también disfruté mucho con Bebe, con Julieta Venegas, con Los Enemigos…
A su padre le fastidiaba que aquel estudiante de Químicas ganase más pasta que él…
Me lo tomaba como una afición, porque no pensaba que pudiese vivir de la música. Siempre tuve un perfil muy tranquilo en el éxito y en el fracaso.
A su hijo también le ha dado por la música. ¿Lo tiene más difícil ahora que antes?
Como músicos, antes había unos elegidos, no había clase media. Ahora hay más gente con formación que, a lo mejor, no toca con Iván Ferreiro, pero están haciendo cosas. Eso sí, tras la crisis muchas bandas las están pasando canutas. Sobreviven quienes estaban arriba y en los festivales parece que casi siempre tocan los mismos.
Usted siempre ha currado y no ha sufrido la crisis. Ha tocado con muchos grandes, mas también ha trabajado como director musical del Xabarín Club o del programa de Buenafuente.
Sí que sufrí la crisis, pero bueno... Conocer en Máxima Audiencia (TVG) a Iván Ferreiro, Xoel López o Bebe —o tocar en Late Motiv (Movistar) con Zucchero y Ana Belén— no tiene precio. Como artista en solitario, he sido muy tardío y sé que no llegaré al gran público, aunque persisto.
¿Buenafuente o mala fuente?
Con Andreu Buenafuente es facilísimo trabajar y los miembros de la banda éramos los niños bonitos del programa. Le gusta tanto la música que, cuando nos veía, sentía envidia. Hace unos veranos no paró hasta que conseguimos ver a Coque Malla en el Náutico de O Grove.
¿Al Náutico hay que ir como se peregrina a San Andrés de Teixido?
Es una maravilla. Antes veía amanecer, pero ahora me retiro a la una, aunque sigues tropezándote con músicos que llevan cinco días por allí, arrastrados.
Con el secreto de su eterna juventud hemos topado.
El ADN ayuda… Josele Santiago siempre me dice: "¡Joder, qué pelo tienes, cabrón!". Y yo le respondo que él mide 1,80 y tiene un vozarrón. Sólo me faltaba que, encima de ser pequeñito y un poco bizco, también fuese calvo. ¡No me va a tocar a mí todo! Volviendo a los inicios, en Golpes Bajos fuimos cobardes con las drogas. Cuando coincidíamos con Antonio Vega, uf...
Con Los Ronaldos llega el segundo bum.
En Madrid, Coque y Miguel Malla me acogían en la casa de sus padres. Me convertí en el primo gallego y en el quinto ronaldo. Cuando hacía prácticas de Químicas en la Complutense, me venían a buscar a la Facultad, yo me quitaba la bata y nos íbamos de bolo.
Coque y su travesía en el desierto.
Montó Los Ronaldos con quince años y tenía un talento increíble, además de bastante cabeza. Luego hizo cine y le costó digerir la fama, pero su actitud fue malentendida. Cuando debutó en solitario, la prensa lo trató fatal, de forma injusta.
"Madrid me ha tratado muy bien. Yo soy muy cemento y me involucro en los proyectos"
Es un claro ejemplo de lo que decíamos antes: pese a su travesía en el desierto, siguió publicando discos hasta que No puedo vivir sin ti atrajo de nuevo la atención de los medios. Su éxito ya es definitivo. Hablamos de un grande.
¿Le augura a Bebe el reencuentro con el oasis?
Más allá de la mirada exterior, un artista debe arriesgar y reinventarse. Con su talento, si se junta con la gente adecuada, debería convertirse en un clásico. Pero si eres muy obsesiva y desapareces del mapa…
Castellanos de Castilla…
Madrid me ha tratado muy bien. Yo soy muy cemento y me involucro en los proyectos.
Con Buenafuente, además de director de orquesta, a veces le tocaba hacer de gallego estereotipado. Y se dejaba…
Sí. La tradición familiar materna era de ciencias: tenía un tío astrónomo, otro físico y así. En cambio, mi padre era un empleado de banca que venía de una aldea de Crecente y que no quería que sus hijos se desmandasen. Por eso, cuando me veía un lunes tocando en vez de estudiar, me preguntaba qué estaba haciendo. Hasta que me cansé y le respondí: "¡Papá, estoy ganando dinero! No vayas a pensar que ando por ahí borracho todo el día y vuelvo a casa sin un duro". Cuando supo de qué iba el asunto, le comentó a mi madre: "Pabliño gana más que yo, que llevo toda la vida trabajando".
Los Salesianos de Vigo, qué movida.
Y el Colegio Alemán, donde se larva Siniestro Total, un centro educativo avanzado con muchos hijos de intelectuales. Julián Hernández nace en una casa donde se ama la cultura, y bien que se le nota… Los Salesianos era más humilde, pero con una vocación de artes y oficios, laxo y algo izquierdoso para lo que era la Iglesia. Entonces, me gustaba el teatro, la música y el ballet.
¡Quién lo vería bailando!
Yo bailé El lago de los cisnes en los Salesianos... No obstante, en aquel Vigo tiré hacia la música, claro. Yo no soy actor, si bien disfruto interpretando un papel. Y a Buenafuente le cuestiono hasta dónde podemos llegar, mas entiendo que el programa debe tener cierto tipismo, porque se emite en todo el Estado y los chistes se tienen que entender al instante. El gallego es pausado, pero no tonto. Aunque tengamos cierto complejo de Polícrates, eso refleja inteligencia y prudencia.
"Siento una necesidad enorme de no perder nuestra cultura ni nuestra lengua"
O sea, ante el fracaso, ya saldremos adelante: nunca llovió que no escampara. Y en la alegría, no nos venimos muy arriba, porque ya sabemos que las circunstancias cambian.
Iván Ferreiro.
Otro que se reinventó. Triunfó con Los Piratas, pero terminó encontrando su voz particular. Su conocimiento musical es único. Amaro Ferreiro y él son dos de los mejores compositores del país.
¿Nico Pastoriza es uno de los grandes tapados de la música gallega, como Víctor Coyote?
Nico es un compositor espectacular, pero ha apostado por su carrera en solitario. Cuando arriesgas tanto, puedes recibir el aplauso del público o no. A Víctor Coyote le sucede lo mismo, porque es un culo inquieto. Ha firmado grandes canciones y, cuando parecía haber encontrado su espacio —como el rock latino—, de repente le apetece hacer otra cosa. Por ejemplo, versionar a Amália Rodrigues en el disco que le produje, De Pueblo y de río.
Usted es un hombre orquesta: ¿qué instrumento le apetecería tocar?
El violonchelo. ¡Pero de dónde carallo voy a sacar el tiempo para aprender!
¿Para cuándo un disco instrumental en gallego?
Bueno, sí… [risas]. Ahora no puedo jugar con lo que echo de menos, sino con lo que estoy viviendo. Confieso que siento una necesidad enorme de no perder nuestra cultura ni nuestra lengua. Mantener el vínculo es fundamental: no creo en mi vejez sin Galicia.
¿Con quién le gustaría tocar?
Hombre, pues me encantaría tocar con Tom Waits.
A ver si no se nos muere antes…
Calla, que yo estuve dos veces a punto de palmarla. La primera, cuando nací, porque mi madre tomaba algo que hacía que la leche no me alimentara. Un domingo me tuvo que llevar al médico y le comentó que, si tardase un par de días más, no hubiese salido de esa. La segunda, volando de Nueva York a Madrid con Nacho Mastretta, ardió el motor del avión. Nunca se ha publicado una foto mía tan grande en el Faro de Vigo. Ojo, porque no salí en la sección de cultura, sino en la de sucesos: "Un vigués casi se muere cuando…" [risas].
"Yo no compongo pensando en el otro, sino en mí"
Nunca se publicó una foto mía tan grande en el Faro de Vigo. Ojo, porque no salí en la sección de cultura, sino en la de sucesos: "Un vigués casi muere…" [risas].
Cuando toca, gesticula mucho.
Ya me lo dice mi madre: "Hijo, ¿por qué tienes que poner esas caras, si tú eres guapo?". Pero no soy consciente, porque lo estoy disfrutando.
¿Qué fue el Xabarín Club?
Fue muy importante para Galicia y para los chavales, que disfrutaban con la música gallega, así como para los grupos, pues tuvieron una ventana por la que asomar la cabeza.
¿Qué diferencia hay entre componer para adultos y para niños?
Cuando compones para adultos, tienes muchos mimbres y referencias, porque poseen una cultura musical. En todo caso, y lo siento en el alma, yo no compongo pensando en el otro, sino en mí. Como decía Cesare Pavese, el orden en el arte es muy importante. Primero, haz lo que sientes y te emociona; y luego aprende a venderlo —porque todos debemos pagar las facturas—, pero no al revés. Con los niños, tienes que ser directo porque no cuentan con tantas referencias. Sin embargo, eso no puede mermar la calidad. Ojo, porque componer un riff claro y bueno es más difícil. En el Xabarín Club nadie hacía porquerías, uno de los defectos de la música infantil. No debes ofrecerles algo simplón, porque tratarías a los niños como idiotas, cuando no lo son.
Ahí está Magín Blanco y su bienvenida reconversión.
Una persona que cuida la música para niños, con un planteamiento global y un concepto detrás.
¡Pablo Ketama! ¡Novoa flamenquito!
Grabé el bajo de Vacío, el sencillo de Ketama, que estaban en Nuevos Medios con Golpes Bajos: ¡cuánto aprendí con Mario Pacheco! Carles Benavent era el elegido, pero estaba de gira. Entonces, Raimundo Amador se ofreció, aunque le dijeron que corría el peligro de que hiciese demasiadas cosas con el bajo [risas]. Teo me lo propuso, porque ya lo había tocado con Bibiano Morón en Trenvigo, y me lancé…
Tras cruzar el Atlántico, atravesó el Estrecho con… ¡Manolo García!
Quería entrar en la música portuguesa, pero Bebe me llevó al sur. En Galicia ya escuchaba a Camarón, Paco de Lucía o El Lebrijano. No obstante, con ella empecé a prestar atención a Marifé de Triana y Carlos Cano.
"El punk supuso una ruptura, pero la gente que tocaba con cuatro acordes carecía de ese bagaje tan complejo"
Luego, con Nono García, me sumergí en el acervo musical probablemente más poderoso del continente: el flamenco. Cádiz es el Nuevo Orleans europeo. Ojo con las músicas de ida y vuelta, incluso en Galicia, donde hay alalás con armonías moras.
¿Y su próximo disco en solitario?
Estoy en ello. Cada verano, me paso una semana componiendo en la Illa de Arousa y ya tengo canciones, pero me falta el envoltorio. También estuve en Barbate y ando a vueltas con Nono para componer un disco de versiones oceánicas. O sea, canciones de bandas que surgieron en países bañados por el Atlántico, de la marcha irlandesa a la bossa nova.
Después de Golpes Bajos, ¿tuvo la sensación de que no volvería a formar parte de un grupo tan popular?
Pensé que había disfrutado de unas mieles del éxito que no volverían. Ahora bien, esa experiencia me hizo confiar en mí como instrumentista. Creía que en España había unos musicazos, aunque cuando salíamos por ahí no paraban de aplaudirnos. Entonces, me dije: "Joder, tan malos no somos".
En comparación con muchas bandas de la movida madrileña, eran unos virtuosos.
Como intérpretes e instrumentistas, estábamos muy curtidos, porque con catorce años hacíamos rock sinfónico y jazz rock. El punk supuso una ruptura, pero la gente que tocaba con cuatro acordes carecía de ese bagaje tan complejo.
Menos samba e máis traballar: terminó Químicas por la UNED.
Temía que llegaran las vacas flacas y sabía que no iba a vivir de mi pasado. En cambio, la razón fundamental es que me gustaba la química física, a la que sigo vinculado a nivel divulgativo. Leo sobre agujeros negros y esas cosas.
¿Le ha valido para la música?
Sí, porque es una carrera que filosofa mucho y tiene mucho que ver con la imaginación. Me enseñó a estructurar la cabeza, porque no olvidemos que la armonía tiene una estructura matemática.
¿Se vio en algún momento como profesor?
Cuando terminé la Xabaxira y no me salía nada, en 1999 me planteé opositar. Reconozco que, más allá de que me encantaba y del aspecto económico, hubo una tercera razón emocional para terminar la carrera: mis padres. Así me educaron: quien empieza algo, debe acabarlo. Si ellos se habían gastado el dinero, yo tenía que cumplir.
[Un espontáneo interrumpe la charla para pedirle un autógrafo] Usted ha fundado bandas, acompañado a grandes artistas, producido discos ajenos y publicado en solitario. En cambio, la tele es la tele...
Aumenta tu popularidad, claro. No obstante, pertenezco a una generación que ha tomado un camino individual con proyectos propios, desde Santiago Auserón a Julián Hernández, pasando por Ariel Rot. Con el tiempo, a quienes estábamos ahí detrás cada vez se nos ha ido conociendo más. En todo caso, sigo sin acostumbrarme a que me reconozcan por la calle, porque nunca me había ocurrido. Pero para alguien que te ve a diario en un programa televisivo, eres famosísimo. "¡Ey, Pablo: ¿qué tal, tío?".
¿Es tímido en público?
Cada vez menos. Como no soy famoso, la gente no me da la vara. Sin embargo, ya no puedo bajar la basura en pijama porque corro el riesgo de que alguien me pida un selfie [risas]. ¡Hostia, qué pinta, por dios!
No deja de asombrarme que detrás de algunos músicos, actores o humoristas aparentemente extravertidos se escondan unos tímidos patológicos.
Así es la profesión... Algunos amigos famosos tienden a protegerse, porque hay gente que no distingue y los trata con una familiaridad exagerada: "¡Eeeeeeh!". Si alguien te ve en la tele, no quiere decir que tú lo estés viendo a él. "Tú me conoces, pero yo a ti no" [risas]. Cuando estamos con un par de colegas tomándonos un vino, Coque Malla es un tío abierto, jocoso, simpático e irónico. Eso sí, como se sienta acosado, se retrae.
Me refería a la metamorfosis que sufren sobre las tablas. O sea, el cohibido que se transforma en un animal escénico.
Hay muchos artistas que son así en la vida real. Y en el caso de los humoristas, resulta más chocante. Ahora bien, no puedes ir por la calle y entrarle con todo el morro a Berto Romero, Javier Coronas o Andreu Buenafuente, porque a lo mejor vienen de sacarse una muela. A veces, hasta les resulta duro, porque son cómicos, pero no van a estar haciendo chistes todo el día.
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