Opinión
Perder una guerra con los hermanos Marx
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Por Anibal Malvar
Periodista
De las múltiples formas que un pueblo tiene de perder una guerra, Europa ha escogido sin duda la más humillante. No solo ha perdido la guerra de Ucrania contra su peor enemigo, Rusia, sino también contra su mejor aliado, EEUU.
Europa observó con estupor indiferente cómo, ya desde años antes del Euromaidán, EEUU iba adentrando sus cizañas paramilitares y de influencia en territorio ucraniano. La injerencia yanqui en el país llegó a ser tan invasiva que aun hay mucho malicioso sospechando que el golpe de Estado de 2014 contra Viktor Yanukovych lo ideó la CIA. Llegaban rumores de un plan estadounidense para integrar Ucrania en la OTAN, lo que dejaría a cualquier desequilibrado (como, por ejemplo, Donald Trump) a tiro de misil de la Plaza Roja de Moscú.
Con la excusa de la persecución casi genocida de los rusos ucranianos (que no es excusa mala, todo hay que decirlo), la nazificación de los grupos paramilitares rusófobos, y en respuesta al derrocamiento del prorruso Yanukovych (febrero de 2014), Vladimir Putin se anexionó Crimea el 18 de marzo. Mientras todo esto sucedía, la Unión Europea se hacía el Harpo mudo, tocando el harpa, seguro de que el vaquero americano pondría orden en el saloon como cuando Yugoslavia.
El 24 de febrero de 2022 Rusia invade Ucrania y la Unión Europea impulsa un giro radical en sus políticas. Pasa de ser Harpo a ser Groucho al grito de “más madera, esto es la guerra”.
No es que el Gran Imperio Europeo entre en batalla directa con sus ejércitos y generalatos contra los rusos, no, no se vaya a notar que de imperial tiene poco. Un poco de pasta basta. Se riega de dineros y armas el territorio libre ucraniano. También de militares, que instruyen en el noble arte de matar, cual catedráticos, a los párvulos soldados ucranianos alistados a la fuerza. No parece muy heroico ni digno de cantar de gesta. Pero la metodología grouchista te permite parlotear como una gran potencia sin ser, ni mucho menos, una gran potencia.
Cuando era jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell se nos ponía tan generalesco y marcial contra Putin que parecía el general Patton a punto de merendarse Palermo. Por su parte Putin, poco impresionado por la bravura amenazante del diplomático europeo, seguía robándole metros a Zelenski.
El Plan Groucho se le acabó a Europa el 20 de enero de 2025, día en que Donald Trump asaltó el Capitolio sin necesidad de vestir con cuernos y pieles de bisonte a sus adoradores.
Qué sofoco cuando Donald quedó con Vladimir en un romántico rincón árabe, en plan novietes, sin un triste llevamaletas de más la alta diplomacia europea. Con lo digna que hubiera lucido Úrsula von der Leyen caminando dos metros detrás de la pareja con un trolley en cada mano.
Pero los tortolitos querían soledad. Antes de besarse, merendaron tarta de Ucrania, informan los paparazzi. Vlad se comió el Este y Don el Oeste. Los abogados recomiendan hacer separación de bienes antes de dar el paso definitivo hasta el altar.
Yo creo que fue en ese momento cuando la Gran Armada Europea se hundió en sus propias lágrimas, y Europa, y lo que es peor, los europeos, hasta entonces bastante engañados por la univocidad mediática, nos dimos cuenta de que no éramos la gran potencia que imaginábamos.
Nadie se atreve a decirlo, pero todos sabemos que hemos perdido la guerra de Ucrania. Que la Historia la narrará como una derrota. En un momento así, las bravuconadas en plan Groucho dejan de hacer gracia a nadie y urge pasar al Plan Chico, el pícaro pianista de los Marx: palabras amables, un poco de filibusterismo de salón y mucho pianito relajante para que el respetable se vaya con buen sabor de boca antes de el The End de esta derrota. Por eso Europa envió a Trumpshington a Emmanuel Macron, que es el líder europeo que más se parece a Chico Marx tanto en lo físico como en el talante. Además, el presidente francés también toca el piano virtuosamente. Si es que son igualitos.
El Plan Chico/Macron duró poco: el loco del pelo rojo prefirió proyectar Disparen sobre el pianista y desenfundó el Colt 45 en el despacho oval.
Después de los insultos de Donald Trump y J.D. Vance a Volodimir Zelenski este viernes, ya casi no nos quedan a los europeos más hermanos Marx en los que inspirar nuestras políticas. Porque Zeppo, el guaperas soso del cuarteto, no era marxista ni hermano, y lo echaron enseguida. El Plan Zeppo europeo puede ser Pedro Sánchez. También es guapo y soso. Improvisemos. Una vez ya derrotados, ¿qué más puede salir mal?
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