Opinión
¿De qué “unidad” de la izquierda estamos hablando?
![Yolanda Díaz, Sira Rego, Ernest Urtasun. Mónica García Yolanda Díaz junto a los ministros de Sumar este viernes durante un acto en Madrid.](https://imagenes.publico.es/files/image_horizontal_mobile/uploads/2025/01/17/678a4a8ab91bd.jpeg)
![Juan Tortosa](https://imagenes.publico.es/files/avatar/uploads/2024/12/09/6756b76e0679d.jpeg)
Por Juan Tortosa
Periodista
-Actualizado a
Que me lo definan, por favor, que me definan qué entienden por unidad de la izquierda quienes ahora la vuelven a preconizar. Vamos a ver, ¿no estaban unidos ya según ellos? ¿No habían conseguido constituir un grupo de gente guay que se sobraba y se bastaba para formar un gobierno de coalición, de donde la “verdadera izquierda a la izquierda” del PSOE iba a salir reforzada? ¿A quién le piden socorro ahora las gentes de Sumar y de Izquierda Unida, a los mismos que llamaron fusibles quemados, a las mismas personas ante quienes se pusieron de perfil descaradamente mientras estas eran acusadas de hacer ruido y promover leyes que “sacaban delincuentes de las cárceles”?
Los negaron tres veces antes de que cantara el gallo, no les dieron ni agua a la hora de negociar la composición del actual gobierno, se callaron cuantas veces la derecha judicial, política y mediática arremetió contra ellos, los ningunearon, proclamaron que estaban muertos y ahora, cuando comprueban que el Podemos que intentaron matar goza de mejor salud a medida que ellos languidecen, vuelven a las andadas. Como si no hubiera pasado nada. “Venga, anda, pelillos a la mar, que siempre nos hemos querido”. ¡Hace falta cuajo!
Desde hace varias semanas, no salgo de mi asombro cuando compruebo los manotazos de náufrago de Yolanda Díaz y compañía. A medida que constatan hasta qué punto Pedro Sánchez los ha timado, a medida que adelgazan en las encuestas y constatan cómo aquella operación de éxito inventada para acabar con Podemos ha sido un rotundo fracaso, en lugar de reconocer que más vale partir de cero y, con la mayor humildad, trabajar por algo distinto, vuelven con la misma cantinela intentando vender la mercancía de siempre.
Lo hacen apelando al miedo a la derecha, porque no es que quieran cambiar las cosas sino que se resisten a dejar paso, a perder su diminuto trocito de pastel. Porque ese es el asunto. Tanto en el PC como en Izquierda Unida, como ahora en Sumar, la cuestión ha sido siempre, y continúa siendo, conservar los cuatro silloncitos que mantienen calentitos a unos cuantos espabilados vendiendo a su potencial electorado que lucharán para combatir las injusticias y las desigualdades. Mentira. Si eso significa poner en peligro su estatus y sus prebendas, nunca lo harán, como demuestra su docilidad frente a un PSOE con los colmillos retorcidos que tiene bien claros los límites en los que ha de moverse para que los verdaderos amos del cotarro se mosqueen con el Gobierno lo menos posible. Que se mosquean igual, porque todo lo que no sea que gobierne la derecha pura y dura les parecerá mal.
Si los socialistas siempre han sido timoratos, algo que tampoco se empeñan demasiado en disimular, quienes en la actualidad gobiernan con ellos teóricamente a su izquierda son cada vez más gaseosos. Y algo ciegos, porque en lugar de pedir perdón, irse a su casa la mayoría de ellos, reconocer que las putadas que le gastaron a Podemos no tienen nombre y que sin ese motor, que diría Iván Redondo, no levantarán cabeza, Yolanda y sus adláteres recurren al comodín de siempre: vosotros seréis los culpables si la ultraderecha acaba gobernando, proclaman. No se molestan ni en ser pelín originales e interpretar una partitura distinta, ¿para qué se van a esforzar si están convencidos, como sus socios mayoritarios, de que con apelar al miedo les vale? Si siempre que recurren al chantaje funciona, ¿para qué cambiar de melodía?
Apenas han sacado la patita, Yolanda Díaz, Enrique Santiago, Antonio Maíllo y demás apóstoles de ese Sumar esbafado ahí tienen otra vez a su disposición al noventa por ciento de los medios de comunicación dispuestos a proporcionarles cuantos altavoces necesiten para insultar una vez más la inteligencia de la ciudadanía y apelar a nuestra presunta desmemoria. Cancha gratis para pregonar que los malos siguen siendo Ione Belarra, Irene Montero y compañía cuyo rencor según ellos, nos acabará buscando la ruina y propiciando la llegada de la ultraderecha.
No se puede ser más tramposo, más desprejuiciado ni más amoral. Aún en el supuesto de que fuese cierto que, salvo con la descafeinada “unidad” que preconizan, esto se acabará yendo a la mierda, no puede ser que salvar los muebles una convocatoria electoral tras otra les valga siempre a los mismos, a aquellos que, en el mejor de los casos, solo continuarían peleando con la boca chica asuntos de poca monta porque no le echarían jamás valor suficiente para plantar cara a las presiones de bancos, farmacéuticas u organizaciones empresariales varias. De cuestionar la monarquía o plantar cara el entramado mafioso que condiciona el día a día de nuestra convivencia ciudadana, mejor ni hablamos.
En palabras de Javier Lezaola, “al fascismo no se le vence con "unidad de la izquierda", se le vence con unidad antifascista que no es exactamente lo mismo. Otra cosa es que España ande justa de antifascismo, pero es que anda aún más justa de izquierda”.
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