El PSOE de Andalucía, la federación más potente y numerosa del partido, arrastra una crisis de autoestima desde hace años. Empezó con el ostracismo público de los expresidentes Manuel Chaves y José Antonio Griñán, que después de gobernar esta comunidad durante 19 años, se vieron forzados a dimitir de sus cargos y a entregar sus carnés de militantes tras ser imputados en el fraude de los ERE. La crisis del socialismo andaluz tocó fondo con la derrota de Susana Díaz contra Pedro Sánchez en las primarias a la secretaría general del PSOE. Fue una debacle que trascendió las fronteras andaluzas, porque detrás de Díaz se había colocado toda la aristocracia del partido, desde Felipe González y Alfonso Guerra al resto de barones regionales. Cuando cayó ella, cayeron todos los intocables y se inició un nuevo ciclo en el PSOE, con un lenguaje político nuevo que rompía con la tradición más ortodoxa del socialismo.
El XIII Congreso del PSOE andaluz, que ha arrancado este sábado en un hotel de Sevilla ante casi 500 delegados, muestra los primeros síntomas de recuperación de ese PSOE ortodoxo y de quien personificó su derrota, la ya reelegida secretaria regional, Susana Díaz. Se ha escenificado una vuelta a las esencias en muchos sentidos, una defensa de los referentes y de la cultura de un partido con 137 años de historia, y singularmente de la federación andaluza, “más veterana incluso que el PSC” (en diciembre cumplirá 40 años). Este autorreferencial apareció por la puerta personificado en el regreso de su exilio orgánico de Chaves y Griñán, ovacionados por la multitud, y del expresidente Alfonso Guerra, que acaba de ser apartado por Sánchez de la Fundación Pablo Iglesias, y reaparece para respaldar a Díaz. “Alfonso Guerra es una página de la historia del PSOE que no se puede arrancar”, fue el primer dardo de la andaluza a Ferraz. Y no fue el único.
La idea fuerza del XIII Congreso del PSOE andaluz la pronunció Susana Díaz nada más llegar en el discurso de bienvenida: “Somos socialistas y nunca hemos sido nacionalistas. Somos de izquierdas”, dijo, “y la izquierda siempre ha puesto a la gente por delante de los territorios”. El debate territorial, con el órdago secesionista catalán de fondo, se ha convertido en el nuevo campo de batalla entre sanchistas y susanistas. En el federal se habla de Estado plurinacional y en el andaluz se apela al espíritu del 28F y a la igualdad y solidaridad entre todos los territorios. “Soy heredera del 4D y del 28F”, remarcó Díaz. Los pocos críticos que han entrado en el cónclave (31) han colado una enmienda a la ponencia política para que quitarle a Andalucía el apellido “región de primera”, algo que ha irritado a los oficialistas, que se lo han tomado como un agravio al 28F.
Se intuyen hondas discrepancias ideológicas o estratégicas dentro del PSOE, pero no será el congreso andaluz donde se resuelva este debate. Primero porque no hay críticos suficientes para dar la réplica de tú a tú a Susana Díaz -498 delegados acreditados y sólo 31 son sanchistas- y segundo porque la dirección regional está por discrepar, pero no por confrontar. A mediodía se ha votado el informe de gestión de la ejecutiva saliente, que ha recabado un apoyo arrollador al trabajo del equipo de Díaz de los últimos cuatro años: un 94,8% de votos a favor.
El debate a puerta cerrada, con 12 peticiones de palabra, lo han monopolizado los susanistas, que han hecho una “hagiografía y exaltación” de la líder, según uno de los presentes. Sólo tres críticos han alzado la voz, dos de Cádiz y uno de Málaga. Uno de los gaditanos ha sido abucheado cuando ha criticado que el informe de gestión de Díaz “era más de la Junta que del PSOE-A”, y tras denunciar “la pérdida de militantes en el partido”. El presidente del Congreso, el alcalde de Sevilla, Juan Espadas, ha apagado los murmullos exigiendo “respeto para todos”. Díaz, por su parte, ha negado la pérdida de militantes en la federación andaluza, que mantiene sus 45.500, mientras en el conjunto de España se han dado de baja 11.000 afiliados.
El delegado crítico de Málaga ha sido Manolo Romero, de la agrupación de Marbella, que ha pedido que el Congreso se clausure con La Internacional, entonándolo todos el himno con el puño en alto, una costumbre que ha recuperado Sánchez y los suyos. Romero también ha reprochado que en un congreso que recupera la memoria de los 40 años de la federación andaluza no se haya invitado a Carlos Sanjuán, secretario general del PSOE-A entre 1988 y 1994, y algunos le han abucheado. Ha habido poca dialéctica entre ambos bandos, dada la descompensación de fuerzas. Ni Díaz ni nadie ha mencionado a Pedro Sánchez, algo de lo que se han quejado los pocos sanchistas en los pasillos. La secretaria provincial del PSOE de Sevilla, Verónica Pérez, le ha lanzado un dardo envenenado a los críticos, recordándoles que hoy por hoy quien gana elecciones es Susana Díaz, y no Sánchez. “El PSOE es un partido político, no un club de petanca. Para cambiar las cosas, primero hay que ganar elecciones”, ha subrayado.
El “oportunismo” de la España plurinacional
Los socialistas andaluces no se han puesto a discutir sobre la España plurinacional ni sobre el federalismo asimétrico ni sobre ninguno de los conceptos nuevos que ha aportado la nueva ejecutiva de Pedro Sánchez, recogidos en las resoluciones del 39º Congreso federal, y teóricamente asumidos por todas las federaciones del partido. Incluida la andaluza o especialmente la andaluza, que es la que se enfrentó a Sánchez y fue derrotada por él.
Nadie en el PSOE andaluz ha dicho aún que esté en contra del término plurinacional, pero tampoco nadie escuchará a Susana Díaz pronunciar esa palabra en este congreso. “Pero, ¿qué es un Estado plurinacional? ¿Cuántas naciones hay en España?”, se preguntan los andaluces, cuestionando el “oportunismo” y la “simplificación” de un asunto “más complejo”. La dirección regional siente el aliento de Ferraz en la nuca, presionando para que el PSOE-A comulgue con el nuevo vocabulario del partido. “Se aprobó en el Congreso federal y es de obligado cumplimiento para todos”, les avisan en Madrid. Y desde Andalucía replican que en ese mismo congreso también se aprobó la adhesión a la Declaración de Granada, el documento que aprobaron por consenso en 2013, y donde se defiende la reforma de la Constitución y el rediseño de una España federal.
Hasta que alguien en Madrid no aclare el encaje o la discrepancia entre la plurinacionalidad y el documento de Granada, los socialistas andaluces van a seguir defendiendo lo que defendían antes del 39º Congreso federal, y ninguneando todo lo que ha venido después. Por ejemplo, la Declaración de Barcelona, que consideran “un acuerdo relámpago entre dos federaciones: Ferraz y el PSC”, “un pacto acelerado” que no ha tenido en cuenta los seis meses de trabajo conjunto y consensuado por todo el PSOE que necesitó el documento de Granada.
Muchos tienen la impresión de que Sánchez e Iceta han encontrado en el Estado plurinacional -concepto acuñado por Podemos- la tercera vía para meter al PSC y al PSOE en el debate catalán, en previsión de un más que probable adelanto electoral. “Pero, ¿a costa de qué? Si vascos, valencianos y andaluces se han rebelado con un esquema de federalismo propio”, dice un dirigente andaluz, que cree que “en este debate se está simplificando e improvisando mucho, y dando la impresión de que ahora los socialistas somos neonacionalistas”.
Susana Díaz no ha abierto la boca, pero todo el mundo sabe lo que piensa. Por si alguien lo dudaba, unas banderolas enormes de color verde y con la palabra Igualdad cuelgan del hall del hotel donde se celebra el congreso andaluz. A la entrada, una exposición recorre en fotografías los 40 años del PSOE-A, un paralelismo entre la historia del partido y la de Andalucía, única región de España que sólo ha sido gobernada en democracia por una sola formación política: los socialistas. “Un gran partido para un gran país”, dice el lema del congreso, recuperado del cartel electoral de inicios de los ochenta, cuando estaban en la cúspide de su popularidad.
La federación andaluza del PSOE se creó en 1977, un año antes que el Partido Socialista de Cataluña (PSC), y en diciembre cumplirá cuatro décadas. La exposición está a camino entre la épica del pueblo andaluz -con el referéndum por la autonomía plena y claros paralelismos con el referéndum de autodeterminación catalán- y la exaltación de fuerza del socialismo andaluz: Felipe González, Alfonso Guerra, Plácido Fernández Viagas, Rafael Escuredo, José Rodríguez de la Borbolla, Carlos Sanjuán, Manuel Chaves, José Antonio Griñán… una generación de dirigentes que determina la historia de Andalucía y del PSOE, hasta llegar a Susana Díaz, primera mujer que preside el partido y la comunidad.
El PSOE andaluz no se va a rebelar contra Ferraz ni se va a declarar insumiso ni tiene intención de aprobar en este congreso una resolución que plantee un cambio de régimen jurídico para escindirse de la dirección nacional y constituirse como partido autónomo, al estilo del PSC. A nadie se le ha pasado por la cabeza inscribirse como el PSOA. “Pero, ¿qué locura es esa? ¡Nosotros representamos la cuarta parte del partido en España!”, dice, agitado, un miembro de la ejecutiva. La dirección andaluza reconoce que “la posición oficial” de los socialistas en el conjunto del país la determina Ferraz, pero defiende su derecho a discrepar y apela a la “libertad de opinión”.
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