madrid
El Acuerdo de París de 2015 supuso un hito en la lucha contra el cambio climático. Por primera vez en la historia, 195 estados, es decir, la práctica totalidad de los países del mundo, estuvo de acuerdo en la necesidad de contener el calentamiento global y en poner de su parte para conseguirlo. El mérito de aquel texto estuvo precisamente en su amplio consenso, celebrado por gobiernos, organizaciones ecologistas y sociedad civil. Pero marcarse una meta no es suficiente para alcanzarla. Hace falta decidir cómo se va a hacer y, a la vista de las últimas evidencias científicas, hace falta decidirlo ya.
Por eso, el éxito del Acuerdo de París dependerá, en buena medida, de lo que se decida en la cumbre del clima de las Naciones Unidas (COP24) que arranca este domingo en Katowice (Polonia) y que tiene como principal reto cerrar unas reglas del juego para conseguir que sea operativo. Una cita en la que China, el país más contaminante del mundo, parece decidida a asumir el nuevo liderazgo mundial tras la salida del Acuerdo por parte de EEUU; y que se celebra en una de las regiones mineras más importantes de uno de los países más reticentes a la descarbonización. Pero más allá de las paradojas, lo cierto es que Katowice es también la penúltima oportunidad en el camino hacia 2020, cuando el Acuerdo entre en vigor.
“Tenemos que cerrar, negro sobre blanco, cómo vamos a aplicar el Acuerdo de París, ese es el principal mandato que tenemos los negociadores para esta cumbre”, señalaba la directora general de la Oficina Española de Cambio Climático, Valvanera Ulargui, en un encuentro con la prensa este jueves en Madrid.
París sirvió para fijar un objetivo (evitar que la temperatura media del planeta aumente más de 2 grados a finales de siglo, y a ser posible que se quede en 1,5 grados), pero gran parte de la letra pequeña de ese documento está aún por escribir. Es lo que se conoce como el reglamento, que busca establecer unas normas claras, transparentes y homogéneas para todos los países.
Por ejemplo, aunque todos los estados se han comprometido a reducir sus emisiones, no todos lo han hecho de la misma manera. La Unión Europea —que opera como un solo estado en las negociaciones— sí habla de cifras cuantificables (al menos una rebaja del 40% de sus emisiones para el año 2030 con respecto a los niveles de 1990). En cambio, hay otros países que plantean sus objetivos en concepto de reforestación, que no son fáciles de traducir al cómputo de emisiones global. De Katowice se espera salir con una sola fórmula común.
Lo mismo ocurre con las normas que rigen la financiación del Acuerdo, que debe garantizar que los países con menos recursos y más vulnerables al cambio climático reciben el apoyo necesario para adaptarse; o la política de transparencia que permita hacer un seguimiento certero del grado de cumplimiento de los países.
El reto de la ambición
Otro de los asuntos cruciales para garantizar el éxito del Acuerdo es la urgencia de ampliar la ambición climática. El último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC), publicado hace apenas dos meses, puso de manifiesto que las emisiones globales de CO2 deben reducirse a la mitad en el año 2030 y a cero en 2050 si se quiere evitar que el calentamiento global supere los 1,5 grados a finales de siglo. Otro estudio de la ONU publicado esta misma semana sentenciaba que hace falta quintuplicar los esfuerzos mundiales para lograrlo.
En París, cada país puso voluntariamente sobre la mesa un objetivo de reducción de emisiones con el que estaba dispuesto a comprometerse. Pero no son suficientes. Tal y como están planteados, y aunque se consiguiera cumplir con todos ellos, la temperatura media de la Tierra se elevaría hasta 3,2 grados, muy por encima de la meta fijada y del límite que los científicos marcan como desencadenante de las peores consecuencias. Por eso el Acuerdo de París recoge la obligación de que los países se reúnan cada cinco años para valorar si quieren revisar al alza sus objetivos.
Aunque la primera revisión no ocurrirá hasta la cumbre de 2020, en Katowice se espera arrancar un compromiso para una mayor ambición climática, es decir, que haya consenso en la necesidad de mejorar los esfuerzos. El marco para lograrlo será el Diálogo de Talanoa, un balance general que revisa dónde estamos hoy y adonde es necesario llegar.
“La Unión Europea llevará al Diálogo de Talanoa la voluntad de contagiar al resto de países de la necesidad de una mayor ambición”, aseguró Ulargui. Bruselas acaba de proponer una descarbonización total de la economía europea para 2050.
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