Claves para no convertirte en una fábrica de superbacterias
Las bacterias resistentes a los antibióticos podrían superar al cáncer y a las enfermedades cardiovasculares como primera causa de muerte para 2050. ¿Qué podemos hacer?

Madrid-
¿Y si empleáramos virus devoradores de bacterias resistentes para curar las infecciones que no responden a los antibióticos? Para empezar, sería un logro que podría haber ahorrado muchas de las 1,27 millones de muertes que los microbios inmunes a los fármacos causaron en el mundo en 2019, según la OMS.
Es lo que se conoce como fagoterapia –los virus que atacan a las bacterias se llaman fagos-, un tratamiento prometedor en esos casos en que ningún antibiótico funciona y la infección es tan grave que puede llevarse por delante la vida del paciente, un desenlace letal que han sufrido 24.582 personas en España en 2023, según un estudio publicado esta semana en The Lancet Regional Health por la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología.
El problema, según cuenta a Público Jessica Gil Serna, profesora de Genética, Fisiología y Microbiología en la Universidad Complutense de Madrid, es que la fagoterapia “es un proceso muy largo, lento y costoso. Hay que aislar y caracterizar a la bacteria concreta que está infectando a un paciente. Luego hay que encontrar, probando con varios fagos, cuál es el específico que puede destruirla”.
En la otra cara de la moneda, lo bueno es que “es un procedimiento personalizado y de alta precisión, que no tiene apenas efectos secundarios porque solo ataca a una cepa concreta, no afecta a la microbiota del paciente”.
Esta es, de hecho, una de las líneas de investigación en las que destacan los científicos españoles que estudian la resistencia a los antimicrobianos. En la actualidad, “se está viendo que igual no necesitamos utilizar un virus, sino que bastaría con algunas enzimas de ese virus. Se trata de averiguar qué podemos hacer para que, dentro de unos años, sea una terapia común en los hospitales”, apunta Gil.
Además, “hay muchos grupos en nuestro país que estudian la evolución de las bacterias resistentes y cómo trasmiten sus genes de resistencia. Es muy importante conocer cómo funciona esto para poder impedirlo”, añade.
¿De dónde salen estas bacterias tan letales?
Cuando el médico nos receta un antibiótico equivocado, cuando lo tomamos por nuestra cuenta o no terminamos de hacerlo todos los días pautados, hay bacterias que no mueren. Pero no solo eso, encima, se hacen más fuertes.
“Lo que hacemos es seleccionar a las más resistentes, que logran esta cualidad por mutación aleatoria. Entonces, crecen en nuestro cuerpo y las vamos transmitiendo allá adonde vamos”, explica.
Es algo así como una especie de selección natural acelerada. “Las bacterias son clones que tienen una tasa de replicación altísima”, apunta la microbióloga. Para hacernos una idea, la Escherichia coli resistente se duplica una vez cada 20 minutos.
Otra fuente del problema ha sido el uso indiscriminado de antibióticos en la ganadería, algo que la Unión Europea y el Plan Nacional de Resistencia a los Antibióticos combaten con la prohibición de emplear esta clase de medicamentos como medida preventiva en los animales.
Hospital, el dulce hogar de las superbacterias
Es una amarga paradoja, pero resulta que los hospitales son un caldo de cultivo excelente para las RAM, porque son sitios donde se usan antibióticos en grandes cantidades y las personas que suelen estar allí ingresadas son más vulnerables y tienen más bajas sus defensas naturales.
En los centros sanitarios, “es habitual recetarlos de forma preventiva, por ejemplo, tras una cirugía. Y, una vez que las bacterias se han hecho resistentes, es muy complicado eliminarlas, a pesar de que se siguen estrictos protocolos de desinfección y de pautado de medicación”, advierte Gil.
Para colmo, estos recalcitrantes supermicrobios han evolucionado para producir biofilms, una especie de envoltorio que fabrican para protegerse: “Hace que se queden pegados a las superficies y que sean muy resistentes a los desinfectantes. Pueden crecer, incluso, en los catéteres o en las suturas”, observa.
Cuando el remedio es peor que la enfermedad
Otro de los trucos sucios de las bacterias multiresistentes es que les encanta que el paciente tome antibiótico. Es para ellas una ayuda y una forma excelente de prosperar.
En el organismo conviven muchos microbios, que compiten por los recursos. “Si tomamos un antibiótico que mata a los competidores de la superbacteria –y a ella no le afecta-, lo que hacemos es allanarle el terreno para su invasión”, señala Gil.
Es lo que sucede, por ejemplo, con la microbiota intestinal que nos protege de los patógenos que colonizan el intestino. El antibiótico mata a la esos soldados defensores, pero no al causante de la infección.
Ante este panorama, lo único que le queda a la ciencia es investigar más. Buscar nuevos medicamentos para los que los microbios no hayan desarrollado defensas todavía, atacar con fármacos combinados –es lo que hacemos, por ejemplo, cuando tomamos amoxicilina con ácido clavulánico- y, sobre todo, “conocer mejor la biología de las bacterias resistentes”, recalca esta experta.
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