Trump da un empujón a las criptomonedas en EEUU arropado por su corte de millonarios
Los magnates que rodean al republicano y el nuevo zar de los activos digitales, el inversor David Sacks, arropan a un Trump convencido de ser el primer presidente americano en adoptar criptodivisas oficiales.

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Donald Trump no disimula su fervor cripto. Unos días antes de prestar juramento en la Rotonda del Capitolio, el 47º presidente estadounidense presentó su propia criptodivisa meme, a la que llamó, en otro alarde narcisista, $Trump. No podía ser de otra manera. Unas fechas después, su esposa se unió a la moda y bautizó a la suya como $Melania. En apenas unas jornadas, antes incluso de que el líder republicano sucediera en el Despacho Oval al demócrata Joe Biden, las dos monedas se habían revalorizado en miles de millones de dólares.
La pasión trumpista por los cripto-activos también ha aparecido tras asumir las riendas de EEUU. A golpe, cómo no, de orden ejecutiva. La majestuosa firma del mandatario rubricó un mandato que otorgaba a varias criptodivisas el estatus de estratégicas dentro de la reserva monetaria de la Fed. Pero tenía truco: la Administración Trump no utilizará el dinero de los contribuyentes para crear una reserva de criptomonedas, dijeron sus portavoces. Y los activos cripto sufrieron un duro golpe en los mercados a comienzos de marzo.
Pero Trump no suele dar su brazo a torcer tan fácilmente. Ni su cohorte de millonarios tampoco. Detrás de esta iniciativa está David Sacks, al que se le conoce como el zar de las criptomonedas y la Inteligencia Artificial (IA) y a quien el dirigente republicano ha dado galones para afianzar la desregulación del sector tecnológico estadounidense. Es su gurú en materia de innovación, el encargado de restablecer, primero, y afianzar, después, la hegemonía digital de EEUU en el mundo. Sacks es un empresario del capital riesgo que se ha jactado siempre de no ser un emprendedor de la industria como los jerarcas de las bigtechs o los ideólogos de Silicon Valley, pero, a cambio, se ha mostrado como un irreductible defensor de los avances tecnológicos sin tregua y un férreo escéptico de cualquier regulación gubernamental.
"Se asegurará de que la primera economía del planeta mantenga el cetro de la vanguardia en el terreno de la innovación", declaró Keith Rabois, otro inversor y ejecutivo tecnológico (director general de Khosla Ventures) y accionista inicial de PayPal, LinkedIn, Slide y Square, que celebró junto a Sacks el triunfo electoral de Trump en una mansión de Miami próxima a Mar-a-Lago. Las palabras de Rabois no dejan lugar a ningún resquicio ideológico: evitará, dijo de su amigo, que "las nuevas aplicaciones emergentes caigan en la censura y los sesgos de la izquierda".
Otro compromiso electoral
Ambos conocían las proclamas que Trump lanzó el pasado julio en un mitin en Nashville, durante la campaña electoral, en el que dejó claras sus intenciones. Ante sus correligionarios prometió convertir EEUU en la "capital mundial de las criptomonedas" y crear una "reserva estratégica de bitcoin", el buque insignia de las criptomonedas, con la que "minará" la economía del país. Con estos mimbres, no debería sorprender que el valor del bitcoin superara la psicológica barrera de los 100.000 dólares las semanas posteriores a que Trump recibiera las llaves de la Casa Blanca.
Dentro de su cripto-corte de milmillonarios entusiastas también se encuentran Elon Musk (¡cómo no!) y Peter Thiel, empresario de origen alemán, administrador de fondos de inversión libre y capitalista de riesgo que cofundó PayPal junto al dueño de Tesla y SpaceX y ahora al frente de la firma contratista de material militar Palantir. Con ellos, y la retahíla de jerarcas bigtechs con Jeff Bezos (Amazon) y Mark Zuckerberg (Meta) a la cabeza (otrora poco proclives a aparecer junto al líder republicano y ahora habituales de su círculo de influencia más próxima) volverá a intentar instaurar el volátil y turbulento negocio de los mineros tecnologizados en el mercado americano.
La fe cripto del converso Trump
Sin embargo, el dogma del dirigente republicano en los cripto-activos es reciente. Todavía con posterioridad a su primer mandato, en 2021, Trump ridiculizó bitcoin, divisa a la que identificó como una "estafa" y contra la que despotricó por ser "una moneda que compite contra el dólar". A buen seguro, Sacks y Thiel volverán a darle argumentos de conversión religiosa hacia este tipo de inversión, al que los bancos centrales han declarado la guerra por su falta de regulación y las batallas competitivas que lidiarán con las versiones electrónicas de las monedas oficiales. Muy en especial, el e-dólar, la e-libra, el e-euro y el e-yen. Todas ellas superando ya varias fases de sus prototipos y proyectos piloto en sus países en operaciones de consumo y transacciones de e-commerce. Igual que el yen digital en China.
La cronología de los flujos de capital en el mercado cripto ayuda a entender el difícil tratamiento que exigen las carteras de inversión vinculadas a estos activos digitales. En noviembre, mes en el que Trump ganó las elecciones, el bitcoin superó los 82.000 dólares tras meses de capa caída. Llegó a los 100.000, pero la irrupción de DeepSeek, la versión tecnológicamente avanzada de IA China y la identificación bursátil como contrincante de primer nivel de ChatGPT, volvió a retirar el apoyo inversor a estos valores y retorna a los niveles de 80.000 dólares.
En noviembre, mes en el que Trump ganó las elecciones, el bitcoin superó los 82.000 dólares tras meses de capa caída
También contribuyó a ello el conocido como el CriptoGate de Javier Milei y su intensa promoción de la $Libra al grito de "Viva la Libertad Project" en sus redes sociales (personificación de ese concepto de difícil conjunción doctrinal -el anarcocapitalismo-, pero que concuerda con el libertinaje liberal que practica la extrema derecha) que hizo tambalear por primera vez su hasta ahora cómoda estancia en la Casa Rosada. Con sucesión de denuncias por su incitación a la compra de un activo que se derrumbó en unas horas, y las primeras protestas sociales reclamando un juicio político de destitución.
A pesar de que Binance Research recuerda que el 97% de estos memecoins surgidos entre 2023 y 2024 se hundieron sin remedio en los parqués bursátiles virtuales o de que la $Libra subiera hasta revalorizarse en ocho millones de dólares en la jornada de su estreno inversor para dejar luego un rastro de varios miles de damnificados que siguieron los designios del dirigente argentino.
Ya a comienzos de marzo, Trump consignó la orden que otorgaba al bitcoin la condición de nueva moneda de reserva estratégica para, según los términos de la iniciativa legislativa, "fortalecer la posición de EEUU en los activos digitales". El resultado no fue el esperado y la criptonita debió hacer mella entre la pléyade de milmillonarios, seguidores del Project 2025 que apuesta por este tipo de inversiones de la Heritage Foundation y, por supuesto, entre los acólitos inversores que veneran el trumpismo.
El mercado agita el neoliberalismo
Desde entonces, un cúmulo de circunstancias ha agitado los espléndidos augurios que surgían desde la Casa Blanca. La dedicación de Musk al DOGE, su departamento para aplicar el tijeretazo a los gastos federales ha levantado las críticas entre accionistas, inversores y directivos de Tesla, alguno de los cuales ya pide un cambio de CEO al frente de la marca automovilística, que está recibiendo boicots en latitudes como Alemania por el coqueteo de Musk con los neonazis de Alternativa para Alemania (AfD).
El valor de Tesla ha caído un 26% entre el 20 de febrero y el 20 de marzo coincidiendo con la plena dedicación de su máximo accionista a sus tareas en la Casa Blanca y con otra propuesta, la Ley Genius, promovida por el núcleo duro del líder republicano, para fijar un marco regulatorio laxo a los emisores de stablecoins, lo que ha generado un debate económico y social contrario a la intromisión de las bigtechs en el negocio de las criptomonedas.
Por si fuera poco, suenan tambores de recesión y de espiral de precios por las escaladas de los aranceles. Todo ello ha debilitado la trayectoria alcista del bitcoin y puesto en duda las ganancias futuras del mercado cripto. Pese a lo cual, en Standard Chartered proyectan una explosión de sus valores durante la Administración Trump. Hasta cuadruplicar su capitalización actual a finales de 2026, cuando alcanzarían un valor de mercado de diez billones de dólares, la suma de los PIB de Alemania y de Japón.
De hecho, Musk mantiene su ilusión inversora en el meme dogecoin, del que ha sacado las siglas del departamento que dirige en Washington, y sigue considerando a la divisa inspirada en Shiba Inu como su as bursátil en la manga de su inmenso patrimonio. Y Sacks su espíritu indomable a favor del mundo cripto, sobre el que utiliza argumentos como el siguiente, en su cuenta X (antes Twitter), para incidir en su doctrina: "La Reserva Federal es como una especie de fuerte digital, en el que la criptomoneda bitcoin, a menudo llamada oro digital, debe encontrar refugio".
David Gerard, experto en tecnología en Foreign Policy y autor del ensayo Attack of the 50 Foot Blockchain: Bitcoin, Blockchain, Ethereum & Smart Contracts, aventura que "la presión [de Sacks y los milmillonarios techs] va a continuar". Pese a que la SEC (la CNMV estadounidense) lleva los últimos ocho años, incluidos los cuatro del primer mandato de Trump, luchando contra las criptodivisas porque han entendido hasta ahora que se trata de un "fraude de ley" y alguno de sus directivos llegaron a tildar a estos valores de "cleptocracia descarada" y prácticas de "corrupción".
Avichal Garg (Electric Capital): "Me parece una locura que una Administración americana se aferre a bitcoin y no lo venda"
Avichal Garg, cofundador y socio de Electric Capital, firma especializada en criptomonedas, dice estar "sorprendido de todo lo que ha sucedido" con la orden ejecutiva de Trump. A su juicio, "como alguien que lleva mucho tiempo operando en este sector, me parece una locura que una Administración americana se aferre a bitcoin y no lo venda", añadió. Aunque la SEC ha entendido durante años al bitcoin como una materia prima y no como un valor, cuya oferta global supera los 1,7 billones de dólares, aclara. Es decir, que identifica a esta criptodivisa como unos bienes tangibles y comercializables, igual que el petróleo, el oro o los cereales, más que como unidades de inversión, acciones o bonos.
Y, desde esa perspectiva, se pueden justificar como medio con el que "alejarse del patrón oro, lo que intuitiva, que no matemáticamente, tiene cierto sentido", añade para centrar el debate que, a buen seguro, se va a mantener en la atmósfera inversora.
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