El directorio de las siete principales potencias del primer mundo más Rusia, el G-8, finalizó hoy su cumbre de Deauville con tres declaraciones, en su mayoría destinadas a probar la buena voluntad democrática con los países árabes, y con una promesa de lluvia de millones para los nuevos regímenes libres. Frente a la dictadura de Siria, los Ocho llegaron incluso a esgrimir briznas de una amenaza, pero Rusia logró frenar cualquier mención al Consejo de Seguridad de la ONU.
No faltaron epítetos hoy en las declaraciones finales, en la rueda de prensa del anfitrión, Nicolas Sarkozy, o en las intervenciones de los equipos de los otros siete presidentes o jefes de Gobierno. Pero la declaración se limita a advertir al régimen de Damasco: 'Apelamos a que los dirigentes sirios cesen inmediatamente de recurrir a la fuerza y a la intimidación contra su pueblo, y respondan a sus exigencias legítimas de libertad de expresión, derechos y aspiraciones universales'. Y añade, amenazante: 'Si las autoridades sirias no tienen en cuenta este llamamiento, estudiaremos otras medidas'.
Rusia veta llevar la situación en Siria al Consejo de Seguridad
Pese al tono de la declaración, quienes todavía conceden alguna importancia al lenguaje diplomático destacaban hoy dos ausencias. Si bien el G-8 reclama a Damasco que ceda, no hablaron de 'democracia'. Por otro lado, los Ocho se abstienen de citar que convocarán al Consejo de Seguridad para una resolución.
El papel de Rusia, que se ve como mediadora, fue clave a la hora de vetar la alusión al Consejo de Seguridad. Alusión que, según ciertas fuentes, llegó a estar durante algunos segundos en algún borrador en circulación. El viceministro ruso de Asuntos Exteriores, Serguei Riabkov, afirmó que 'Rusia está satisfecha del balance del G-8' porque 'la declaración final toma plenamente en cuenta sus intereses nacionales'.
Al régimen yemení, los Ocho aplicaron un menú parecido al de Siria, y exigieron el cese de la violencia y 'la intimidación' contra los civiles manifestantes. En el caso de Libia, país objeto de una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU y de una intervención armada occidental, el G-8 subraya además que Muammar Gadafi 'y el Gobierno libio' han 'perdido toda legitimidad. No tiene ningún futuro en una Libia democrática y libre. Debe abandonar'.
En la declaración final del grupo se da por amortizado a Muammar Gadafi
Irán, por su parte, fue colocado en la línea de las vecinas 'primaveras árabes', pero finalmente sólo fue conminado a 'cesar de reprimir a su pueblo' y a respetar compromisos internacionales, especialmente en materia de libertad de circulación y de comunicación de los disidentes.
El plato fuerte de este G-8 fueron los gobernantes tunecinos y egipcios invitados, que sirvieron para un auténtico panegírico de los Ocho en favor de las 'primaveras árabes' que 'apoyamos vigorosamente'. No faltaron palabras en pro de una 'asociación global' hacia 'una sociedad libre, democrática y tolerante'.
Y los gigantes pusieron sobre la mesa de inmediato cheques, ampliamente comentados luego con la prensa. 'Los bancos multilaterales de Desarrollo podrían (el condicional es importante) proporcionar 20.000 millones de dólares' en 'beneficio de Egipto y de Túnez para 2011-2013', y mucho más podría venir por vía bilateral, señalaron.
Túnez y Egipto recibirán una ayuda de 20.000 millones de dólares
El anuncio es sin duda impactante, y tiene exactamente ese fin: impactar. Francia, anfitrión del G-8, debe intentar borrar rápidamente el recuerdo dejado por su apoyo al dictador Ben Ali, con quien la familia de la canciller francesa estaba en negocios privados, y por su entronización del autócrata egipcio Hosni Mubarak como copresidente de la difunta Unión para el Mediterráneo.
El problema es que los millones anunciados no son más que un adorno, si el problema se toma en perspectiva histórica. Según el documento Informe anual de la FEMIP del Banco Europeo de Inversiones, biblia de la financiación euromediterránea, Túnez por ejemplo recibió entre 2002 y 2009, sólo vía ese fondo FEMIP, uno de los muchos existentes, la friolera de 2.248 millones de euros en inversión directa.
No consta que esa 'lluvia de millones', ya celebrada en su día, beneficiara realmente a la población, sino a las multinacionales que allí se implantaron, como lo prueban las revueltas del hambre de 2008 y la revolución democrática de este año.
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